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Reconocimiento al ejército mexicano

Por Marta Guerrero González

Hay que reconocerlo, porque muy pocas veces se ve lo que a continuación explico: la gente sacó, en la ciudad de Cancún y zonas afectadas por el último huracán, mantas que decían «Gracias, ejército mexicano», «Gracias, gobierno», «Gracias, gobernador». Así, como lo están leyendo. Cuentan los que estuvieron ahí que la ayuda pronta y expedita que brindó el ejército fue tan notoria que movió a la población a colaborar brazo con brazo con todos los elementos de la armada.

Llegaban bolsas de ayuda provenientes del Zapoteco, que ancló en cuanto pudo, de manera segura, acercarse a la costa, mientras los helicópteros eran el vínculo entre el mar y la tierra. La velocidad de actuación fue algo sorprendente.

Es claro que algunos opinan que eso fue en Cancún y sus bellas playas, por tratarse de un destino turístico de la mayor importancia para el país, pero la verdad es que en el estado de Chiapas las distancias enormes y la falta de acceso carretero, así como la selva, han impedido que la ayuda se note de manera tan sorprendente y también ha hecho que sea más lenta la reconstrucción.

La gente está gratamente sorprendida con la eficacia de la Compañía Federal de Electricidad y la Comisión Nacional del Agua. Todo este tipo de ayuda restableció el contacto en sólo tres días en la mayoría de los lugares, pasado el peligro.

Se dice rápido, pero si nos vamos a Nuevo Orleáns, en el país más poderoso de la tierra, veremos que los mexicanos y mexicanas, en cuestión de desastres naturales, nos pintamos solos.

Vale la pena hacer hincapié en la sociedad civil, pues no todas las personas se fueron contra las puertas de la tienda Zara y aprovecharon para robar las faldas, blusas y accesorios de su preferencia. No todos fueron como los agentes judiciales que se llevaron la televisión a fuerza de enseñar sus armas de alto poder.

Debo decir, constatado por mi hermano, quien nada tiene que ver con la empresa, que Danone salió con sus camiones a entregar en charolas sus productos a todo aquel que lo quisiera. También que otras compañías apoyaron al ayuntamiento para fumigar calles, agua estancada, parques y lo que quedó del verdor de algunos árboles.

Al mes estaban más palmeras plantadas en el paseo principal que antes del huracán, aunque fueran pequeñas. Ya crecerán. Lo cierto es que cuando escuchamos cosas así nos llenamos de esperanza y de alivio, y por un quicio de nuestro ánimo se cuela la conclusión de no todo está perdido y no todos son corruptos y malos políticos.

Mientras nos llega el descanso propagandístico señalado para las fiestas de diciembre, podemos tomar la parte buena de la desgracia del sureste. No todo está perdido. Que sirva este tiempo para una reflexión mayor y cuidadosa sobre nuestro voto. Eso es lo primero que debemos hacer por nuestro país: elegir con toda madurez y responsabilidad a quienes queremos que nos gobiernen y hagan leyes.

*Periodista mexicana

05/MG/YT

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