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Reportaje – Jóvenes más preparadas, pero sin empleo

Por Anaiz Zamora Márquez
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El alto nivel educativo que logran alcanzar muchas jóvenes mexicanas no se traduce en mejores condiciones laborales para ellas cuando encuentran un empleo.
 
México no ha logrado garantizar que aquellas jóvenes que terminan sus estudios universitarios o de posgrado, pese a obstáculos sociales y económicos, se integren al mercado laboral y tengan una mejor calidad de vida.
 
En generaciones anteriores un nivel superior de estudios garantizaba un trabajo formal y mayores recursos para asegurar el bienestar, pero ahora cuando las jóvenes egresan de las universidades se enfrentan a un mercado laboral con salarios mínimos, sin prestaciones ni seguridad social, y profundamente desigual para las mujeres, así lo aseguran organismos internacionales y lo confirman los datos oficiales.
 
Ello pese a que las jóvenes ahora tienen mayor presencia en la educación superior que sus pares varones. Según la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, la matriculación femenina es predominante.
 
En posgrados, la matriculación de las mujeres es de 50.4 por ciento, y en especialidades de 51 por ciento, mientras que en maestrías la cifra llega a 51.2 por ciento. Sólo en las licenciaturas –a nivel nacional– los hombres superan a las mujeres con 52 por ciento.
 
De acuerdo con el informe “Presencia de mujeres y hombres en la UNAM: una radiografía”, elaborado por el Programa Universitario de Estudios de Género de la máxima casa de estudios, del total de la matrícula en esa institución durante el semestre 2013-1, el 50.2 por ciento (142 mil 958) eran mujeres.
 
SIN ESPERANZAS
 
“Alma”, de 26 años, siempre destacó como alumna de excelencia; sus altas notas en primaria y secundaria la llevaron a participar en concursos de conocimientos y le garantizaron una beca en el Liceo Franco-Mexicano para cursar la preparatoria.  
 
Egresada en 2011 de la Facultad de Economía de la UNAM, titulada con honores y con el dominio de tres idiomas, ahora trabaja para una dependencia federal como “empleada de confianza”, es decir  no genera antigüedad, no tiene prestaciones y no puede solicitar un crédito de vivienda, además de sentir el riesgo constante de perder su empleo ante los cambios administrativos.  
 
“Me gustaría encontrar algo mejor en donde pudiera utilizar realmente lo que sé, (pero) me siento bien de tener un empleo a diferencia de algunas compañeras de generación que no lo tienen”, dice.
 
“Siempre pensé que al salir de la universidad el esfuerzo valdría la pena y todo sería más fácil, pero mi situación y la de mis compañeras derrumba poco a poco nuestras esperanzas”, agrega.
 
Otro caso es el de “Berta”, quien egresó de la carrera de Ciencias de la Comunicación hace dos años y hasta a la fecha sólo ha podido emplearse como becaria en algunos medios de comunicación. 
 
A ella se suma “Irma” quien después de un año de buscar un empleo que se adaptara a su perfil de licenciada en Ciencia Política por la UNAM, decidió no esperar más y estudiar una maestría en Antropología Social, pues al hacerlo recibe una beca mensual mayor que los sueldos que alguna vez le ofrecieron.
 
“A veces me parece que México no quiere mujeres preparadas, y algunas otras veces creo que no se preparó para nosotras; pensó que siempre íbamos estar en casa y no demandaríamos escuela y trabajo”.
 
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) reconoce que un mayor nivel educativo debería garantizar a las mujeres mayores ingresos y mejor calidad de empleos.
 
Pero acota que en América Latina para lograr la incorporación al mercado laboral y asegurar un nivel de vida con condiciones mínimas de bienestar, es necesario concluir 11 o 12 años de estudio, aunque esto tampoco garantiza una vida con autonomía y en condiciones de más derechos.
 
En México –donde el promedio de años de educación que alcanzan las mujeres es de 8.1 años–, aquellas jóvenes que logran extender sus estudios hasta 12 años no ven traducido su esfuerzo en mejoras económicas o buenos sueldos.
 
En su informe “Adolescentes. Derecho a la educación y al bienestar futuro”, Cepal señala que las jóvenes con 12 a 15 años de educación reciben el 47 por ciento del salario que perciben los varones con el mismo nivel de estudios. Las mujeres más educadas (con 16 años en la academia) reciben 84 por ciento del salario de los hombres.
 
BONO DEMOGRÁFICO DESAPROVECHADO
 
Leonor Calderón Artieda, representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en México, ve como preocupante que el país no aproveche la oportunidad de desarrollo y crecimiento nacional que representa el llamado bono demográfico de la juventud.
 
Actualmente “la educación ya no es un elemento automático para la movilidad social”, lo que se vuelve más evidente en las jóvenes, ya que aunque estén preparadas nos “estamos enfrentando a sociedades donde las mujeres ven mucho más limitadas sus posibilidades de inserción igualitaria en el mercado laboral”.
 
A decir de Calderón, son necesarias políticas públicas integrales en beneficio de las jóvenes y que modifiquen la creencia cultural de que a las mujeres les corresponden las tareas de cuidado y domésticas.
 
Si el Estado “ya invirtió en nueve años o más años de educación de las jóvenes y de repente se tiene un proyecto truncado o no acceden al mercado laboral estamos desperdiciando esa inversión”, advierte.
 
Calderón enfatiza que si las jóvenes no tienen empleos de calidad en los cuales puedan cotizar para el sistema de pensiones, no están abonando para tener una vejez segura y digna. 
 
Cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía indican que más de la mitad del desempleo femenino (57.5 por ciento) lo constituyen las jóvenes de 14 a 29 años.
 
A lo que se suma que 6.9 millones de mujeres jóvenes sobrevivían en la informalidad para 2012 y los salarios eran sumamente bajos. Igualmente, siete de cada 10 jóvenes tenían un ingreso de uno a tres salarios mínimos, unos 5 mil 675 pesos al mes.
 
Calderón recuerda el llamado que el UNFPA –con motivo del Día Internacional de la Juventud celebrado el pasado 12 de agosto– hizo a las naciones: “Invertir en la juventud”.  
 
“Esa inversión no puede esperar, este es el momento, no mañana; la transición demográfica es algo que ocurre a diario y tenemos que prepararnos para llegar a una edad en la que todas las personas puedan tener una vida modesta pero digna”, finaliza.
 
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