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Reportaje – Rezago pericial contra feminicidio

Por Anaiz Zamora Márquez
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Carencia de personal especializado, indagatorias deficientes y falta de inversión para nuevas formas de identificación genética impiden terminar con impunidad en casos de feminicidio.
 
El primer paso para que las mujeres víctimas de feminicidio y sus familias accedan a la justicia es la adecuada investigación de los casos, ya que de ello depende –en gran medida– la identificación del o los responsables, un juicio objetivo y una probable sentencia. 
 
Aunque la ola de violencia de género cobra a diario la vida de seis mexicanas y tan sólo de enero de 2011 a noviembre de 2012 se reportó la desaparición de 3 mil 976 mujeres de entre 11 y 20 años de edad, México carece del personal adecuado para indagar con la debida diligencia los casos de feminicidio, y tampoco invierte en el desarrollo de nuevas técnicas de identificación de restos de mujeres, por lo que la mayoría de los delitos quedan impunes.
 
Durante el “Primer Congreso Género y Ciencia Forense”, realizado en la Facultad de Medicina de la UNAM el 27 y 28 de enero, académicas y especialistas en investigación pericial explicaron cuál debía ser el adecuado procedimiento para investigar el asesinato doloso de una mujer.
 
La doctora Lorena Valencia Caballero, jefa de la Unidad de Investigación de la licenciatura en Ciencias Forenses de la UNAM, sostuvo que en el país los casos son averiguados por personal técnico en criminalística y no por el equipo multidisciplinario y especializado que se requiere.
 
Investigar los casos de feminicidio –agregó– no es una tarea sencilla, toda vez que en muchas ocasiones el personal se debe enfrentar a la falta de elementos probatorios para realizar la investigación.
 
La catedrática destacó el caso emblemático de Ciudad Juárez, Chihuahua –donde de acuerdo con cifras de El Colegio de la Frontera Norte, mil 441 mujeres fueron asesinadas de 1993 a 2003–, pues los restos de mujeres comúnmente son abandonados en terrenos o lotes baldíos, lo que implica su exposición a condiciones de clima y temperatura extrema que los desgastan y hacen prácticamente imposible su identificación.
 
Valencia Caballero explicó que el personal indicado para identificar restos óseos son las y los antropólogos físicos, ya que su formación les permite trabajar con pequeños componentes de osamentas (como dentaduras o huesos fragmentados), a fin de identificar a las víctimas.
 
Aunque subrayó que en estos casos ya es prácticamente imposible rastrear las agresiones que se cometieron previamente, “pues la tortura o la violación sexual no dejan huellas en los huesos”, la labor de una o un antropólogo físico permite conocer la identidad de los restos.
 
CARENCIA DE PERSONAL
 
Pese al estado en que se encuentran los restos de mujeres y a la especialización que se requiere para garantizar el acceso a la justicia de estas víctimas, la experta observó que en la Procuraduría General de la República (PGR) sólo laboran cuatro antropólogos físicos.
 
La carencia de personal especializado también deriva en que muchas de las pruebas que pudieran acreditar los hechos se pierdan, toda vez que desde un primer momento las indagatorias no se realizan de manera adecuada.
 
Valencia Caballero indicó que el trabajo de un antropólogo no debe ser aislado, pues antes de pasar a la identificación se debe realizar una serie de pruebas periciales las cuales pueden iniciar con la búsqueda de restos abandonados, continuar con el resguardo de la zona, el levantamiento de las pruebas o indicios correspondientes, hasta llegar a presentar un informe detallado de la indagación al juez o Ministerio Público.
 
“Desgraciadamente en la mayoría de las entidades esto lo hacen técnicos, agentes ministeriales y en algunos casos los propios policías, por lo que la información que se da a conocer al juez mediante la averiguación previa viene sesgada”, sostuvo la académica.
 
En ese punto destacó que la publicación de protocolos especializados no abona al tema si en ellos no se incluye el perfil que deben cumplir los agentes que lo pondrán en práctica.
  
A decir del doctor José Mariano Guardado Estada, profesor de la licenciatura de Ciencias Forenses de la UNAM, a estas carencias se suma la falta de inversión para generar nuevas formas de identificación genética –último paso para los restos humanos que están en extremo estado de descomposición–, que sean más precisas y requieran menos elementos para su análisis.
 
Actualmente –expuso– se realizan estos procedimientos de identificación genética con una metodología que ha quedado rebasada, y que además requiere muestras de ADN en grandes cantidades y que sean recientes a la pérdida de la vida.
 
En los casos de feminicidio lo anterior puede llegar a complicarse, toda vez que el asesinato se habría perpetrado incluso meses antes de que fueran localizados los restos de las víctimas.  
 
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