Revalorar importancia de parteras en combate a muerte materna

Durante la época prehispánica e incluso siglos después de la conquista, las parteras tenían un papel incuestionable: su labor de acompañamiento y atención durante el embarazo y el parto era trascendente y reconocida.
 
Con el paso de tiempo ese papel se fue poniendo en duda y al avanzar la llamada “medicina moderna”, ellas quedaron relegadas.
 
El resto de las mujeres quedó sin más opciones para decidir sobre su parto; muchas de ellas sometidas a las decisiones de personal médico que prefiere realizar una cesárea aunque no sea necesaria.  
 
Y es que aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiende que el número de cesáreas con respecto a los nacimientos no sea superior al 15 por ciento, en México más del 45 por ciento de los nacimientos ocurren por esta vía.  
 
Las mujeres parteras (tradicionales, empíricas o profesionales) representan una alternativa y una opción no sólo para las mexicanas, sino para los servicios de salud, pues ellas pueden contribuir a tener el mayor número de nacimientos posibles sin someter a las madres a tratamientos agresivos o degradantes, e inclusive a reducir la incidencia de Muerte Materna (MM).
 
HEREDERAS DE SABIDURÍA
 
De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), la inversión en la formación de parteras “puede contribuir a evitar un número significativo de las 290 mil muertes maternas y los 3 millones de muertes de recién nacidos que se registran todos los años por la falta de trabajadores de la salud calificados y reglamentados y de las instalaciones adecuadas”.
 
En el marco del Día Internacional de las Parteras (5 de mayo), Laura Cao Romero Alcalá, partera profesional e integrante del Grupo Ticime (organización que agrupa a mujeres formadas como parteras y educadoras perinatales), platicó con Cimacnoticias sobre la importante labor que realizan estas mujeres, y la necesidad de crear más escuelas de formación, así como de incluirlas y reconocerlas dentro de los servicios públicos y privados de salud.
 
Explicó que existen tres tipos de parteras: tradicionales, empíricas y profesionales. Las tradicionales forman parte de un “linaje” y son parte del conocimiento indígena; son herederas de una historia de sabiduría y tradición.
 
Las parteras empíricas son quienes surgen por la necesidad de atender partos, ayudan a las mismas mujeres, en su mayoría cercanas a ellas y que se van formando con base en su experiencia.
 
Las profesionales son aquellas que cuentan con una formación y certificación y a diferencia de lo que se piensa, también tienen una historia dentro de los servicios de salud mexicanos. 
 
Romero Alcalá hizo hincapié en que hace aproximadamente siglo y medio estas parteras profesionales fueron excluidas de los servicios de salud pública, pues las escuelas de formación que existían y eran reconocidas fueron cerradas, ya que se pasó a un modelo con el que se creía firmemente que la MM y la morbilidad materna sólo eran prevenibles si la atención al parto y embarazo estaba en manos de médicos, cosa que no ocurrió.
 
RESCATE DE LA PROFESIÓN
 
En 1988 diversas mujeres que veían que en países de altos ingresos (como Holanda, Alemania o Austria) y en donde se permitía que las mujeres se atendieran con una partera si así lo deseaban, las cifras de MM no eran tan elevadas como en México, coincidieron en la necesidad de rescatar esta profesión.
 
En 1989 nació Ticime y para 1996, después de que los conocimientos ancestrales de parteras tradicionales fueran complementados por capacitaciones internacionales, surgió la Escuela de Parteras Profesionales Técnicas del Centro de Apoyo de Salud para Adolescentes (CASA), en San Miguel de Allende, Guanajuato, única escuela reconocida por la Secretaría de Educación Pública (SEP).
 
A decir de la experta, es necesario replicar el éxito y modelo de escuelas como CASA, con miras a reincorporar a las parteras en la atención primaria del embarazo, parto y puerperio, lo que debe iniciar eliminando todos los prejuicios que rodean a la partería y que consideran que no es un conocimiento real o profesional y que no beneficia a las mujeres.
 
También es necesaria la sensibilización de los médicos  sobre la importancia de las parteras “para que las vean como una parte del equipo”, no las discriminen y no las culpen de complicaciones que son normales dentro del proceso del embarazo”. Es necesario que las y los doctores “las escuchen cuando ellas canalicen el caso de un embarazo que se complicó y no las recriminen”, apuntó.
 
Laura Cao Romero señaló que se ha perdido de vista que la maternidad es un proceso relacionado con la salud y el bienestar de las mujeres, es decir, no es una enfermedad sino un proceso, por lo que “debería ser atendido lejos de técnicas que las vulneren, las denigren o las degraden”, y en ese contexto consideró que los médicos únicamente “son la solución a un proceso natural que se complica”.  
 
Puso como ejemplo de buenos resultados al incorporar a las parteras en diversas comunidades de zonas urbanas, que se ha incrementado el número de consultas al que acuden las mujeres durante su embarazo, pues en muchos casos se trata de lugares en donde las mujeres rechazaban ir a un médico y encontraron en la partera a alguien que les explicara su proceso de manera cercana y sin prejuicios.
 
“Mientras el papel de las parteras se profesionalice y no se deshumanice, las mujeres podrán tener más opciones para cuidar su parto y decidir libremente sobre el proceso que quieren seguir, pues todas las mujeres tienen derecho a tener una partera profesional”, finalizó.
 
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