Inicio Salvadoreñas en Italia: envían más remesas, pero son más explotadas

Salvadoreñas en Italia: envían más remesas, pero son más explotadas

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Poco documentada –lo que no significa que no exista–, la migración de mujeres salvadoreñas a Italia es un fenómeno que comenzó desde la época del conflicto armado en el país centroamericano, durante los años 80.   
 
Aunque no hay datos oficiales sobre la cantidad de migrantes de El Salvador en el país de la bota, la organización civil Soleterre calcula que hay aproximadamente 40 mil, de los que 30 mil son mujeres, es decir casi el 80 por ciento del total.
 
Los trabajos que realizan en su mayoría las mujeres salvadoreñas en Italia son limpieza de casas, y el cuidado de niñas, niños y personas adultas mayores.
 
De acuerdo con una encuesta que realizó la organización civil Monseñor Romero, que aglutina a la comunidad migrante salvadoreña en la norteña ciudad italiana de Milán, las mujeres son las principales emisoras de remesas, ya que mandan aproximadamente el 90 por ciento de su salario a sus familias, mientras que los hombres mandan apenas el 10 por ciento.
 
La migración a Italia inició debido a que durante la guerra civil salvadoreña, un sacerdote del norteño departamento (estado) de Chalatenango (conocido como monseñor Alas) puso un fondo para ayudar a pagar boletos para la gente que deseaba huir del conflicto armado.
 
Desde entonces existe una red de familiares en la nación europea que facilita que más personas de El Salvador emigren hacia allá.
 
DIFICULTADES
 
Rosa Galdámez, Linda Ayala y Concepción Castillo contaron lo duro que les resultó emigrar a Italia. El cambio de idioma, de clima, los contrastes culturales… todo es distinto y al principio resulta poco acogedor.
 
Dijeron que los hombres que emigran tienen más dificultades para encontrar trabajo, aunque los que lo consiguen (como vigilantes, limpiando grandes superficies o cuidando personas adultas mayores) suelen estar mejor pagados y cuentan con más tiempo libre.
 
“Mi experiencia como presidenta de la comunidad y también laboral es que muchas veces lo que debería ser reunificación familiar en el extranjero (cuando llegan las mujeres migrantes), termina siendo una segunda desintegración familiar, lamentablemente.
 
“En la mayoría de casos, la conclusión es que el hombre regresa a El Salvador”, narró Concepción Castillo, quien durante 10 años fue presidenta de la organización Monseñor Romero en Milán.
 
Castillo, que ahora trabaja en proyectos de migración y desarrollo local con la organización civil salvadoreña Soleterre, denunció que en Italia hay explotación entre las mismas personas migrantes,  sobre todo contra las mujeres.
 
Explicó que muchas veces se paga el pasaje de una mujer joven (prima, sobrina, hermana, vecina) para que cuide a las y los hijos de migrantes en Italia, prometiéndole hasta 300 dólares a su familia (cerca de 4 mil 500 pesos mexicanos), pero en realidad les pagan muy poco.
 
Castillo observó que esa situación es un fenómeno extendido que la gente conoce pero del que no se habla, ni se cuenta con datos.
 
A Linda Ayala su hermana apenas le pagó durante el año que estuvo cuidando de su sobrino en Italia: “Yo estando allí apenas podía mandar porque era poco lo que ella me pagaba. Ella me daba todo, me compraba todo, era poco lo que ella me pagaba, pero yo nunca dije nada de eso porque yo sabía que iba a cuidar a su niño”.
 
DE VUELTA A CASA
 
Las tres mujeres entrevistadas dijeron que decidieron regresar a El Salvador por distintos motivos.
 
Concepción Castillo, que pasó 17 años en Italia y allá se formó como trabajadora social, militó y trabajó en la defensa de los Derechos Humanos de las personas migrantes, ahora aplica estos conocimientos en el país centroamericano.
 
La mujer coordina actualmente un proyecto financiado por el gobierno italiano, para que jóvenes del municipio de Concepción de Quezaltepeque, en el departamento de Chalatenango, aprendan un oficio.
 
También está instaurando una mesa sobre migración y desarrollo, para que la población emigre de manera consciente y pueda desarrollarse en el país centroamericano en caso de que no quiera viajar.
 
Rosa Galdámez ahora vive con sus padres y cuida de ellos: “Yo mandaba a mi familia 300 dólares al mes o a los dos meses. Lograba darles a ellos y esa es una gran satisfacción que yo pude tener. Ahora les toca a ellos (hermanas y hermanos) regresarme lo que yo les di”.
 
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