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Se hace camino al andar

Por Cecilia Lavalle

Hace 30 años hubo una reunión internacional donde por primera vez había más mujeres que hombres. No era un aquelarre, por más que muchos les dijeran brujas y por más que ellas mismas hubieran deseado hacer magia para cambiar de tajo la realidad.

En una semana como ésta, pero de 1975, mujeres de 133 países representados en la Organización de las Naciones Unidas estaban en México. Se reunían en el marco de la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer para analizar aquellos aspectos de su vida que, sin importar la geografía, el idioma o la religión, les eran comúnmente adversos.

«Igualdad, desarrollo y paz» eran los objetivos de ese año que se erigió como Año Internacional de la Mujer; y en torno a esos tres grandes temas se estructuró una agenda de cuatro puntos: 1) Objetivos y metas (análisis de las política y programas que se aplicaban para promover la igualdad entre hombres y mujeres), 2) La participación de la mujer en el fortalecimiento de la paz internacional, 3) Tendencias y cambios en la condición y el papel de la mujer y el hombre, 4) Integración de la mujer en el proceso de desarrollo en condiciones de igualdad con el hombre.

Aída González, embajadora y en aquel entonces una de las organizadoras, recuerda en entrevista con María de la Luz González de cimacnoticias, que en las reuniones previas uno de los puntos de la agenda provocó polémica. «Se pensaba –afirma- que las mujeres debían atender el trabajo de casa, y cuando se planteó el tema del fortalecimiento de la paz, hubo voces que dijeron que se estaba politizando la conferencia. Prevalecía entonces una visión de la mujer suave, tierna y delicada. ¡Claro!, si no la dejaban hablar tenía que hablar bajito, y ni pensar que pudiera discutir temas como la paz o la política».

Trece días duró esa reunión internacional que inició el 19 de junio. Trece días en que la constante fue tratar de abrir los caminos, buscar las estrategias, encontrar los modos para que las mujeres gozaran de los mismos derechos que los varones, para que las mujeres crecieran y se desarrollaran en un ambiente de igualdad y respeto, para que las mujeres dejaran de ser consideradas personas de segunda. Trece días en que las mujeres querían hacer magia.

A 30 años de distancia, a simple vista pareciera que las mujeres estamos donde empezaron aquellas pioneras. En conferencias internacionales sucesivas o en las reuniones preparatorias o en las reuniones donde se analizan los avances, pareciera que las demandas son las mismas que las que se pusieron sobre la mesa en la década de 1970. Pero no es así.

«El principal avance de la Conferencia fue la toma de conciencia -afirma Aída González quien, dicho sea de paso, es la única mexicana especialista de la Convención para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés). Las mujeres nos dimos cuenta de que éramos discriminadas y que había que cambiar esa situación; y aunque sí ha habido cambios, no podemos darnos por satisfechas».

La toma de conciencia es el principal avance, dice Aída González. Y no es poco, digo yo. En 1975 yo tenía 14 años, justamente la edad que mi hija tiene ahora. Y la miro a ella y miro a la que era yo hace 30 años y la distancia es monumental. Yo tuve que pelear para que mis hermanos compartieran algunas tareas domésticas, porque ésas sólo nos correspondían a mi madre y a mí. Yo tuve que pelear para que se me permitiera usar pantalones, una prenda que me daba más libertad que los vestidos. Yo tuve que ser sancionada muchas veces en la escuela porque no quería aprender a cocer ni a bordar. Yo tuve que quedarme con las ganas de subir a un árbol. Y a esa edad nunca supe que todo eso se llamaba discriminación.

Mi hija, a sus 14 años, tiene que librar sus propias batallas, claro; pero la gran diferencia es que ya sabe que cuando se le niegan o se le escamotean algunos derechos está siendo discriminada. Ya sabe que cuando a sus compañeros los ponen a jugar futbol y a ella y a sus amigas las dejan de porristas, lo que tiene es un maestro machista. Ya sabe que las actividades domésticas no son sólo tarea de mujeres. Ya sabe que aún hay mucho camino que recorrer antes de que pueda ser tratada con plena equidad. Y sabe también que tiene ese derecho y que lo merece.

Tal vez a las mujeres reunidas en aquella Primera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer les parecen pocos los avances logrados a 30 años de distancia. Pero como directa beneficiaria de sus luchas, de su esfuerzo, de su empecinamiento, hoy les digo con todo mi corazón a mujeres como Aída González: Gracias. Ciertamente no podemos darnos por satisfechas, aún hay mucho camino por andar; pero también es cierto que gracias a ustedes ahora somos más para andarlo y para ensancharlo.

05/CL/GM

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