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Secuestro, violación, denuncia, detención, exilio

Por Fabiola Calvo

Rina Bolaños fue la primera mujer que en Colombia se atrevió a denunciar públicamente desde los medios informativos, la violación de la que había sido objeto por Beltrán, entonces comandante de la organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

En el país sudamericano, con un conflicto armado desde hace más de 50 años, actos como el de Rina tiene un precio y el de ella fue el exilio para toda su familia, incluidos sus padres.

Ella, una joven bacterióloga abandonó Barranquilla, en la Costa Atlántica para marchar a Valledupar e iniciar su trabajo con la organización Dusakawi, una promotora de salud que trabaja con cinco etnias indígenas. Su labor consistía en tomar muestras de sangre necesarias para el documento de identidad y ayudarles con empadronamiento, además de proporcionar a cada usuario un documento de salud.

El 9 de agosto de 2003 Rina se desplazó a Umake. Dos días de camino y llegó al sitio donde unos mil 500 niños y adultos indígenas querían en su mayoría el documento de identidad que les acreditaría como ciudadanos colombianos.

El 11 de ese mes la bacterióloga vio llegar a uniformados que ella distinguió como de las FARC porque eran quienes se encontraban en la zona y por sus botas de caucho. Exigieron una reunión a la Comisión de salud integrada por cuatro indígenas y ella. Según la guerrilla los indios «habían violado un acuerdo entrando a esta mujer».

«Los indígenas debían ser castigados porque yo podía ser una infiltrada. Se les impondría un pago con cabezas de ganado. Di la información que me pidieron. Ellos averiguaron mi dirección, teléfono, todo…yo me puse a llorar y les pedí que llegaran a un acuerdo con los indígenas» comentó Rina en una entrevista con Cimac.

«Los indígenas entregaron ganado y luego hicieron un ritual para que no me pasara nada malo. El mamo tomó agua del río, piedras que envolvió en un algodón. Y mientras yo tenía la piernas separadas, él, con gestos sacaba de mí todo lo negativo».


Salieron del lugar los indígenas y la bacterióloga, pero a las dos horas apareció Beltrán con 12 hombres y una mujer. Dijo que traía órdenes de su superior para secuestrarla. «Monté en un caballo. Pidieron 15 millones de pesos a mi empresa indígena», recuerda Rina empuñando sus manos y continúa su relato:

«En la noche acampamos, yo llevaba mi hamaca, luego caminamos 12 horas hasta Santa Clara. Beltrán esperó a que oscureciera… Yo tenía mucho miedo. Pleno invierno, había barro y era época de culebras. Llegamos a una finca cafetera y allí se unieron otros guerrilleros.

En mi habitación durmió Beltrán junto a otro guerrillero pero pasados unos días lo mando a una misión fuera del lugar. Quedé sola con él. Le pedí que trajera a otra persona pero me dijo que era él quien mandaba.

No dormí, me dijo que le gustaba y que lo masturbara, cogió mi mano, sacó su miembro para que lo masturbara y luego me dio papel para que me limpiara. Que si gritaba me podía disparar y decir que me iba a fugar. Otra noche y otra vez lo mismo y cada vez quería más y más.

Hablé con Luisa una guerrillera y me dijo que lo denunciara ante sus demás compañeros porque con ella hacía lo mismo y a ella no le iban a creer.

El 21 de agosto no aceptó ni mis ruegos ni mi llanto. Al día siguiente quienes escucharon el llanto preguntaron. Enterado Beltrán que la chica me había preguntado la castigó mandándola a limpiar 30 hectáreas de tierra sin derecho a comer.

Otra noche, otra violación. Llegó el compañero de habitación y pidió a su jefe que tomaran una decisión pues los indígenas ya habían reunido el dinero. Luisa la guerrillera le contó lo sucedido en su ausencia y éste pidió que me sostuviera porque harían un careo.

Así fue, le dijeron que lo que había hecho no estaba permitido, que ensuciaría el nombre de su organización. Beltrán me llamó para que me retractara, de lo contrario me podía matar y matarse y no podría seguir el trámite de mi liberación.

Próximo el momento de que me entregasen a los indígenas, el quería que yo me metiese por las partes más peligrosas del monte, quería obligarme a pasar un río y yo me rebelé, sabía que él ya tenía la tropa en su contra.

Momentos antes de liberarme me pidió que dijese a la tropa que cuanto dije se trataba de una presión para que me liberaran. A él podían hacerle un juicio de ejecución. Le dije que no y me amenazó con poner a mi familia en peligro.

El 26 de agosto fui liberada. Llamé a mi familia desde Nabusimake, un sitio turístico. Llamaron a la empresa y a la Cruz Roja. Pasé esa anoche con los indígenas. Conté al mamo todo menos acerca de la violación. Él se fue a consultar con el oráculo y luego me dijo que por qué no le conté lo de la violación.

Cuando salí del lugar con la Cruz Roja, por donde pasábamos, ésta pedía permiso a las paramilitares y al ejército para que los dejaran pasar con la «secuestrada». Debían dejar un acta».

Una vez que llegó Rina a casa contó lo sucedido a su familia, su marido un médico anestesiólogo, sus dos hijas y sus padres. Inició un tratamiento contra las enfermedades de transmisión sexual, al día siguiente se presentó a la Fiscalía y para su sorpresa encontró sobre la mesa un expediente, no lo entendió puesto que apenas iba a presentar declaración.

Pidió le hiciesen pruebas de medicina legal y encontraron una agresión en el pecho y una cicatriz en fase de costra. Presentó una sábana con el semen del violador y el resultado fue positivo.

El primero de septiembre da declaraciones para la televisión y posteriormente recibe el apoyo de las organizaciones de mujeres y derechos humanos.

«El vicepresidente de Colombia, Francisco Santos me llama a la oficina de la Defensoría del Pueblo y me pidió que me fuese a Bogotá para tener más protección».

El 12 de septiembre su situación da un giro y cambia su condición, «fue detenida por orden de la Fiscalía 23 de Valledupar, acusada de rebelión, denunció Amnistía Internacional en su informe Colombia cuerpos marcados, crímenes silenciados.

«Llegaron dos carros armados hasta los dientes, dijeron: «Venimos a protegerte de parte de la vicepresidencia, éste no es un barrio seguro recoge tu ropita» y yo inocentemente caí. Cuando llegué al DAS (Departamento Administrativo de Seguridad) me tomaron las huellas.

De manera cínica el agente me dijo: «¿Usted que hizo? Ahora no la podemos proteger, tenemos que detenerla por rebelión».

«Me tomaron fotos como a una delincuente y me dejaron detenida, mientras tanto el Director Nacional del DAS hacía declaraciones diciendo que había sido capturada y que era del ELN (Ejército de Liberación Nacional)», recordó Rina.

El apoyo durante esos eternos 46 días llegó de las organizaciones de mujeres, comprometidas en continuar la denuncia y sacarla del nuevo cautiverio.

El mando Beltrán abandonó a su organización guerrillera y se incorporó a uno de los programas de gobierno, se reinsertó, y por eso quedó protegido por el Estado. Hizo declaraciones públicas, pero además «la policía dijo que había sido un romance», aseguró Rina que con expresión de dolor y enojo dice que «la palabra del reinsertado valía más que la mía».

En agosto de 2004 Rina Bolaños, quedó exonerada de las acusaciones de vinculación con la guerrilla pero no hubo ninguna acción judicial por el delito de violación.

2005/FC/LR

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