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Señales de revuelta

Por Marta Guerrero González

La sociedad civil, como ahora nos gusta llamarnos a los que somos pueblo, no puede disolver su alarma frente a los últimos asesinatos. Esto ya no es, solamente, una muestra más de la capacidad de violencia de la población. No estamos hablando, de agresiones familiares, o de un puñado de maleantes afectados por el consumo de drogas. No estamos hablando, de un tejido social afectado por la influencia tipo banda o de pandillas.

Los secuestradores cobran el rescate y de todas maneras matan a sus víctimas, asesinan a los policías, a periodistas, a los hombres a las puertas de sus casas, a las mujeres, no sólo en Juárez, los secuestros Express (que son exactamente lo mismo que privar de su libertad a una persona por fines económicos, de forma física y sicológicamente violenta y que pone en riesgo la vida de la víctima, aunque la ley no lo considere delito grave, hasta ahora), son cometidos con verdadera saña.

Los delincuentes ya no se tientan el corazón para asesinar a sus víctimas, les roben o no, sea necesaria o no, ahí está presente la revancha, el resentimiento, el artero golpe contra los que algo tienen. Ahora se especula la clase de secuestradores que se llevó a fulano o mengano en la medida de las circunstancias de seguridad del secuestrado.

Los secuestradores «en pro algún movimiento guerrillero» son aquellos que mantienen despiadadamente a sus víctimas alrededor de tres meses, exigen rescates mucho mayores, no los maltratan demasiado, durante el cautiverio y después de cobrar los sueltan, por lo general sin mutilar.

Otros delincuentes, menos «profesionales» cometen errores, se ponen nerviosos, golpean, violan, matan y no cobran rescates porque infligir dolor les gana la mano.

Los secuestradores de profesión son como el Mochaorejas. Los amateurs son los de ocasión, improvisan todo y salen dispuestos a lo que sea y como sea, incluso a intercambiar su vida por la de su presa.

Parece que aún ahora el gobierno sigue con el secretismo, el ocultamiento y el maquillaje de las cifras. Sin embargo, la sociedad (la Marcha Silenciosa) se encuentra realmente preocupada y quiere ser oída.

Algo muy grave sucede dentro del país. No se trata de una ola de secuestros como quieren hacer pasar Bátiz y López Obrador, tampoco es una conjura en contra de su gobierno o de su posible candidatura. Lo que sucede es real, la autoridad ha perdido el control, las policías están infestadas de corruptos. Reina la impunidad. Los delincuentes, los sicarios hacen lo que quieren y se lo advierten al gobierno sin ningún pudor.

El gobierno de Fox ha permitido que gente visiblemente armada amenace con ir más lejos a favor de conseguir sus demandas, independientemente de lo justas o injustas que estas sean.

La desconfianza, el recelo y el sentimiento de un brote de violencia que cimbre a México, no puede ser descartado, no debe ser encasillado con la palabra complot, no podrá desaparecer ese foco rojo a fuerza de optimismo, vanagloria o con propaganda electoral.

A los deudos no nos pueden decir que exageramos. A la señora Embajadora de España, Cristina Barrios, no la pueden llamar irrespetuosamente, mentirosa por decir que cinco españoles han muerto y tres han regresado del secuestro con vida. No nos pueden seguir engañando.

Y lo principal, no se pueden seguir engañando a ellos mismos. Algo hierve en el sótano y empieza a subir por la escalera social.

*Escritora y periodista mexicana

2004/BJ/SM

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