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Ser Mujer Indígena en Chile

Por la Redacción

Durante el reciente seminario internacional Derechos Humanos y Pueblos Indígenas. Tendencias Internacionales y Realidad Local realizado en Temuco, tuvimos oportunidad de presenciar y debatir en torno a numerosas problemáticas que atañen a los pueblos indígenas que habitan en Chile. No fue la excepción el tema de las mujeres y, en forma específica, la situación de sus derechos como indígenas. El tema, mirado desde la óptica de las mujeres indígenas, requiere necesariamente abrir espacios antes silenciados y olvidados para tratarlos y enfrentarlos con seriedad.

El tema en cuestión se viene abordando desde hace dos décadas a nivel internacional y da cuenta de la situación de marginalidad que viven las mujeres indígenas en nuestro país y en todo el continente, por su condición de mujer, de pobreza y su ser indígena. No obstante, nos percatamos que aun cuando esta temática ha generado interés en la discusión e investigación de diversos círculos académicos y entre las propias mujeres indígenas, aún existen «vacíos de información», escasas aproximaciones analíticas y limitadas sistematizaciones de las demandas de éstas. Ello a pesar de estar presentes hoy estos desafíos en los planteamientos de diversas organizaciones y discursos de mujeres indígenas.

A la magnitud de los problemas a los que se ven enfrentados los pueblos indígenas de nuestro país, «discriminación, negación cultural, marginalización económica y hoy persecución política, se expresa particularmente preocupante respecto de las mujeres, los niños y niñas indígenas» (según palabras del Relator Especial de Naciones Unidas para los Pueblos Originarios, Dr. Rodolfo Stavenhagen), se agrega un grave proceso de criminalización y encarcelamiento de mujeres indígenas en el marco del llamado conflicto mapuche, presente en numerosas comunidades.

Es claro que en nuestro país las mujeres indígenas han posesionado en primer lugar la demanda de «reconocimiento de pueblo» (derechos colectivos de autodeterminación y territorialidad) expresado por el movimiento indígena. Sin embargo, eso no significa que junto a estas demandas de «pueblo» no existan y no se expresen otras demandas particulares que dicen relación con su identidad propia de mujeres (participación en la toma de decisiones, violencia, abusos, entre otros).

Dentro de la demanda de «reconocimiento de pueblo» cabe recordar que uno de los elementos que mantiene unida a las comunidades y al pueblo indígena es su identidad cultural. Esta es aprendida y transmitida a través del proceso de socialización, en donde el papel de la mujer es fundamental toda vez que recae sobre ella el rol de la «reproducción cultural».

En este sentido se debe señalar además que la visión de territorio de los pueblos se da a partir de lo cotidiano, se expresa en la vida concreta, la vida doméstica de las comunidades y ésta es una realidad que incumbe y atañe especialmente a la mujer. A esto cabe agregar el papel que han jugado en nuestro país diferentes mujeres indígenas, los que han sido claves en la construcción de espacios de defensa de los derechos colectivos y los derechos humanos. Un ejemplo claro de ello es la resistencia que protagonizan las mujeres del Alto Bío Bío frente al megaproyecto de Endesa y/o la defensa de bofedales y recursos hídricos en el norte del país, donde es precisamente una mujer aymara quien lidera la organización.

No podemos olvidar tampoco el caso de las mujeres que han sido encarceladas y procesadas en el marco del conflicto mapuche por delitos tipificados de terroristas, como es el caso de Mireya Figueroa. Todos éstos son sólo algunos ejemplos del papel que hoy ha asumido la mujer indígena en Chile.

Las exposiciones presentadas durante el seminario en cuestión se centraron en las investigaciones de las políticas públicas del Estado en el tema mujer indígena y del último informe de derechos indígenas en la temática de mujer. En esta instancia se generó un interesante debate luego de la presentación de las ponencias, en donde se pudo constatar que no obstante estar presentes estos temas en espacios públicos, aún se dista de comprender y dimensionar la relevancia e importancia que tiene para toda la sociedad los temas relacionados a las mujeres.

Consideramos que se deben ampliar estos espacios de discusión en torno a la situación actual y estado de derechos de las mujeres indígenas porque resulta preocupante que en la actualidad no se asuman las implicancias que tiene generar condiciones que contribuyan a lograr mayor equidad entre hombres y mujeres. Lo anterior se hace más urgente cuando los antecedentes arrojados por diversas fuentes constatan la situación de desigualdad y discriminación que enfrentan las mujeres indígenas en aspectos tales como educación, salud, acceso a beneficios de organismos públicos, acceso al trabajo, seguridad social, entre otros. Ello además de la invisibilidad analítica que afecta a las mujeres indígenas.

Cabe resaltar que en Chile no existe una política pública, ni programas de acción que consideren estas particularidades de género y de etnicidad. Lo que revela una vez más un desconocimiento de la situación específica de los pueblos indígenas al interior del país y de la falta de voluntad de la autoridad por enfrentarlo. Ello trae como resultado políticas mal enfocadas (tema de créditos agrícolas, por ejemplo) y nula participación de los actores(as) involucrados en la elaboración de los diseños de programas públicos.

También advertimos que el tratamiento de la temática de género pareciera no haber sido introducido pertinentemente en el país dado que se asocian las investigaciones desde esta perspectiva a una noción «separatista» y alejada de las culturas tradicionales. De esta manera se obvia que la perspectiva de género es una forma de abordar el cómo se han construido social y culturalmente las diferencias sexuales (femenino/masculino), para dar cuenta de la situación de hombres y mujeres, sin por ello oponerse a las nociones de complementariedad presentes en diversas cosmovisiones de pueblos originarios.

Desde este punto de vista podemos decir que, efectivamente el género, pese a ser una categoría metodológica «occidental», coadyuva a relaciones igualitarias entre hombres y mujeres, a modo de contribuir a esta complementariedad. Para comprender esto, es conveniente traer a colación la reflexión de Marcela Gómez (aymará) quien, durante el panel al que nos hemos referido, señaló que el principio de complementariedad, en la actualidad, no siempre es sinónimo de equidad para las mujeres.

Sabemos que los derechos humanos en general y podemos decir lo mismo de los derechos indígenas y los derechos de las mujeres indígenas en particular, no se implantan sólo por leyes o por decretos, sino que son el resultado de procesos de aprendizaje social constante, de socialización y convencimiento de construir una sociedad basada en la cultura del respeto de los derechos humanos, tarea que involucra a toda la sociedad.

05/EY y OJ/GM

*Tomado de la revista Ser Indígena

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