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Ser partera fascina, es un “basta a la injusticia”: María de la Luz

Por Anayeli García Martínez
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Usar las manos para ayudar a una mujer a parir es un oficio que fascina, “es querer ayudar, decir basta de tanta injusticia hacia las mujeres”, dice sonriente María de la Luz Díaz Hernández, indígena y partera tradicional de la ranchería San Rafael, en Comitán, Chiapas, la entidad con mayor número de parteras en el país, de acuerdo con cifras de Sistema Nacional de Información en Salud (Sinais)
 
María de la Luz es una de las casi 3 mil parteras en la entidad, que trabajan sobre todo en comunidades rurales e indígenas y que atienden 9 por ciento de los casi 90 mil partos que se presentan en tierra chiapaneca al año (Sinais, 2014). 
 
Desde que tenía 17 años de edad, Luz se dijo dispuesta a caminar las montañas para llegar a donde una mujer embarazada la necesitara y lo haría con gusto, aunque le costara trabajo por las secuelas que le dejó en una pierna la poliomielitis que padeció de recién nacida.  
 
Dice en entrevista con Cimacnoticias que comenzó a ser partera tradicional durante la adolescencia: “Estaba chiquita, me dormía en la noche y soñaban a la mujer con su pancita y llorando y me decía `ayúdame´. Yo le decía que no, que estaba muy chiquita, que no podía, y ella me decía que le ayudara”.
 
“Un mes estuve soñando lo mismo: que le tenía que ayudar. Le conté el sueño a mis abuelas, a mi mamá. Me dijeron que yo traigo la herencia de ser partera como era mi abuelo. Yo les decía ¿cómo, si no tengo taller?”, recuerda Luz.
 
En un principio, no necesitó capacitación alguna, porque “en mis sueños me dijeron como va a venir el bebé, dónde está la placenta, cómo cortar el cordón umbilical cuando salga, cómo sobarlo, que plantas  utilizar cuando salga, que plantas voy a utiliza para que se cure el parto, cuando tenga amenaza de aborto”. 
 
La labor de Luz se vuelve indispensable en un estado de mayoría indígena, de pobreza, de falta de acceso a servicios de salud y donde ocurrieron 68.1 muertes de mujeres por cada 100 mil nacidos vivos en 2014, de acuerdo con el Observatorio de Mortalidad Materna.
 
En la entidad, entre todas las instituciones públicas, las camas de hospital apenas llegan a 2 mil 240, según datos de la Dirección General de Información en Salud (DGIS, 2014).
 
Y aunque la Razón de Mortalidad Materna (RMM) va a la baja en Chiapas, sigue siendo una de las entidades con más muertes de mujeres prevenibles. En 2002 morían 77 mujeres por cada 100 mil nacidos vivos; en 2005 pasó a 68.9 y en 2010 a 60.20.
 
Los datos obtenidos de la DGIS de la Secretaría de Salud, también señalan que entre las causas están la hipertensión, hemorragias obstétricas y complicaciones durante el embarazo, parto y puerperio.
 
UNA TRADICIÓN
 
Como es tradición en las comunidades indígenas, Luz reconoció en su sueño una señal de sabiduría y lo tomó como un mensaje. “Pasó eso y como a los tres meses mi cuñada se embarazó y me dijo: si ya lo soñaste, vas a hacer partera y vas a atender mi parto”.
 
Desde entonces Luz usa sus manos para revisar a las mujeres embarazadas, toca, siente el volumen del vientre, lo recorre con las palmas y reconoce cómo se desarrolla la gestación.
 
En su casa tiene libretas donde lleva el control de cada caso que atiende porque, dice, no sólo se trata de llegar a la hora de que alguna mujer va a parir sino de dar seguimiento al embarazo, a los dolores del estómago y a  los malestares vaginales para detectar a tiempo alguna complicación.
 
Al pasar de los años, ha tomado capacitaciones y talleres para tener más conocimiento del cuerpo femenino, de las infecciones de transmisión sexual, de los síntomas de un embarazo de alto riesgo y de cómo atender o qué hacer ante una urgencia obstétrica. 
 
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CAMATI
 
Luz combina sus tareas de partera y madre de dos hijos con el trabajo en la organización, Camati, agrupación que fundó hace aproximadamente un mes junto con otras tres parteras. “Significa mujeres construyendo desde abajo”, explica.
 
Las cuatro parteras se conocieron en un taller y se juntaron para hablar de un proyecto de apoyo a las mujeres indígenas de Chiapas. En un principio ella dudó y pensó que era una locura, qué podían hacer si “ellas son raras, yo soy rara”, señala mientras ríe a carcajadas cuando lo recuerda.
 
“Me gusta estar en una organización que ayuda a servir, que no se quiera servir”, dice. Así nació Camati, organización que tiene como objetivo apoyar la salud de las mujeres embarazadas, conseguir fondos para su hospedaje, alimentación y materiales de curación cuando así se requiere.
 
En ocasiones se trata de partos complicados que requieren ser atendidos en un hospital. “Vamos a trabajar con ellas y apoyar en lo que necesiten, para que den un mejor servicio a las mujeres, porque no llega médico y si hay médico y a las cinco horas no hay nadie se va a su pueblo, ya no regresa”.
 
También dan talleres de sexualidad a adolescentes y tienen una casa donde se dedican a trabajar con plantas. “No soy charlatana, yo soy promotora, partera tradicional y promotora comunitaria. No te voy a decir que te voy a ramear, que soy espiritista”, aclara.
 
En esta casa, que llama “clínica de plantas naturales”, atiende a todo tipo de gente, niñas, niños y adultos, que llegan de pueblos aledaños o de otros municipios como Tuxtla Gutiérrez o San Cristóbal de las Casas, y a quienes les hace su “diagnóstico bio-energético”.
 
Para los tratamientos, cada noche de luna llena, Luz sale a recoger sus plantas, lo hace muy temprano porque sus hierbas, como cordoncillo, sábila o cáscara de encino, tienen que estar frescas. Aunque no requiere de un laboratorio, sus preparaciones si deben tener exactitud: 200 gramos de planta, 800 mililitros de alcohol y 200 de agua.
 
“Es cierto, hay mucha gente que piensa que una pastilla o una inyección es lo mejor,  cuando en realidad de las plantas se hicieron los antibióticos”, afirma. Y confía tanto en las plantas como confía en su capacidad de ayudar a una mujer a dar a la luz. Quizás en su nombre traía el destino: “es algo que te envuelve, que te gusta, es algo que se trae”.
 
17/AGM/GG
 

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