Para Manuel García Pelayo, «la palabra domina un determinado ámbito de la realidad, de donde se desprende que quien posee la palabra adquiere un dominio sobre ese ámbito». Tomando como premisa esta afirmación, el lenguaje como materia prima de los medios de comunicación atraviesa una crisis de esencia que va desde el uso de eufemismos para llamar los hechos con otras palabras, por ejemplo «interrupción del embarazo» y no «aborto», o bien hasta el uso de términos con sentido claramente sexista.
En los medios podemos encontrar todo un rosario de ejemplos que muestran la diferencia semiológica para designar por un lado a la mujer y por otro diametralmente opuesto al hombre. En España, un estudio realizado por el Instituto de la Mujer sobre el contenido sexista de las noticias en los medios impresos, demostró que apenas 9 por ciento de los contenidos informativos se referían a la mujer, y de ellos 63 por ciento lo hacían en calidad de actrices, cantantes, presentadoras de televisión y radio, mientras que 12 por ciento representaba a profesionistas y 11 por ciento implicaba la relación con el varón: esposas, hijas o madres de personajes públicos.
Al respecto, Álex Grijelmo, en su obra «El estilo del periodista» señala que el sexismo mediático se presenta en varias etapas dentro de la estructura periodística como es: el uso de cargos y títulos, donde por lo general los periodistas y productores de noticias no son rigurosos en la concordancia entre el género con sus poseedores, así se publica «la doctora» o «la ingeniera» cuando tales condiciones se refieren a una mujer, sin embargo en el caso masculino se debe escribir «el modista» y no «el modisto».
El autor español, quien trabajó 17 años en la redacción del diario El País, señala que el género masculino se emplea en lo medios para englobar a hombres y mujeres, es decir se dice «alumnos» cuando debería de emplearse mejor «el alumnado». Para evitar el sexismo recomienda que los periodistas no olviden el papel de las mujeres al realizar algún reportaje sobre pueblos o países, por ejemplo si evocamos el término «guerra contra el terrorismo» casi es seguro que a nadie le pase por la mente la escena de una mujer, ya no se diga de niños, que como parte de los grupos sociales más vulnerables por lo general terminan siendo las principales víctimas de las guerras.
El autor también propone en el campo audiovisual tener cuidado en la publicación de imágenes que ahondan en la desigualdad de los sexos, por ejemplo fotografías donde las mujeres aparecen en la cocina y los hombres leyendo el periódico, o bien las niñas jugando con muñecas y los niños a los policías, así como huir de las descalificaciones globales y evitar exaltar el protagonismo de los hombres en las noticias.
Si bien es cierto que las mujeres son carne de cañón de la publicidad y los culebrones televisivos, por otro lado su papel en el campo de la información aparece en segundo término y siempre ligado al mundo masculino. Ante esta situación es necesario que la mujer luche por ampliar sus espacios en los medios y que éstos adopten un nuevo lenguaje que sea incluyente no sólo del ámbito femenino, sino que también dé voz a los grupos sociales desamparados y para los cuales el único espacio de comunicación es el anonimato, pues lamentablemente nunca resultaron nominados para ser parte de un panel de «Hasta en las mejores familias» o ser miembros de «La academia».
* Comunicólogo y columnista de Zacatecas, México. Correo electrónico: [email protected].
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