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Si nos hemos de abrazar

Por Cecilia Lavalle*
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No me disgustan las flores. No me molestan los abrazos. Y suelo recibir las felicitaciones con gusto y gratitud. Es sólo que este día no es una fecha para flores ni felicitaciones. Al menos no por nacer mujer.
 
Mire, se ha banalizado a tal punto la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, que el 8 de marzo medio mundo te felicita. ¿Por qué? ¿Por nacer mujer?
 
Eso es tan absurdo como celebrar a un toro haber nacido toro o a una pulga por haber nacido pulga. 
 
Que el 8 de marzo se regalen flores o se repartan felicitaciones a las mujeres por nacer mujeres abandona la posibilidad de reflexionar en lo que eso significa. Porque todavía en ningún lugar del planeta las oportunidades y los derechos se garantizan y se ejercen sin que importe el sexo con el que se nace.
 
Ahora, nacer mujer puede representar la diferencia entre que sean mutilados los genitales, o no; se justifique un asesinato por eso que llaman “honor”, o no; un cuerpo sea sometido a la tortura de la violación sexual, o no. 
 
En muchos lugares, nacer mujer u hombre marca destino. Vestir como se quiere, o no. Bailar, o no. Aprender a leer o escribir, o no. Manejar un vehículo, o no. Estudiar medicina o mecánica, o no. Viajar, o no. Ser intercambiada por una cabra o un costal de frijol, o no.
 
Y en muchos otros países, si no marca destino, abre brechas que a veces parecen abismos. Las mujeres ganan menos y trabajan más, ocupan menos cargos de poder, y se les exige el doble; cuidan más, limpian más, cocinan más.
 
En pleno siglo XXI, el racismo o la xenofobia es motivo de escarnio y de rechazo. Pero el sexismo no.
 
El maltrato animal genera un tajante rechazo social; pero las violaciones sexuales a mujeres encuentran suficiente base de tolerancia como para hallar el modo en que las víctimas parecen culpables.
 
Ahí donde la raza o la religión o la preferencia política encuentran nichos de aceptación, se justifica la discriminación, exclusión o sometimiento de las mujeres.
 
Por eso no hay cabida para banalizar un día creado ex profeso para reflexionar, para hacer balance, para saber en qué hemos avanzado y en qué hemos retrocedido.
 
Un día para encontrar las geografías que requieren puntuales exigencias, para señalar con el dedo índice a los gobiernos omisos o cómplices, para marcar caminos y recordar la ruta.
 
No hay lugar para la frivolidad porque es un día, también, para reconocer avances; para agradecer a las mujeres libres que abrieron caminos a pesar de los pesares; para recordar a los hombres que, también a pesar de los pesares, han defendido nuestro derecho a tener todos los derechos; para apretar la mano de nuestras aliadas y aliados.
 
Para ratificar que debemos seguir trabajando hombro a hombro a efecto de que a la hora de hablar de derechos, el sexo con el que nacimos no importe.
 
Así que si hemos de festejar, que sea porque ha hecho de los Derechos Humanos de las mujeres un asunto personal y caminamos en la misma senda para hacerlos plena realidad.
 
Y si nos hemos de abrazar, que sea porque avistamos el camino que falta y sabemos que si lo andamos hombro con hombro es mejor.
 
Las flores y las felicitaciones las dejamos para los cumpleaños, ¿le parece?
 
Apreciaría sus comentarios: [email protected].
 
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, e integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
 
16/CLT/RMB

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