A pesar de los acuerdos de paz y la comisión de la verdad, en Guatemala permanecen a la sombra 646 masacres, equivalentes a 646 Acteales mexicanos.
Así lo recordó ayer el director de la Fundación Rigoberta Menchú, Gustavo Meoño, al presentar el documental «Voces de la Tierra» en el cual se muestra una exhumación en un cementerio clandestino en la región de los Huistas, Huehuetenango, al tiempo que se narran las consecuencias de la guerra sucia guatemalteca.
Bajo la dirección del mexicano Juan Carlos Reza y la producción del Equipo de Estudios Comunitarios y Acción Psicosocial (ECAP), durante una hora el video muestra el duelo de las comunidades indígenas que hallan a sus muertos 20 años después.
«Ya tengo los restos de mi difunto en un lugar santo, no en un cementerio clandestino», dijo la señora Basilia Funés, sobreviviente de una de tantas masacres cometidas por el estado guatemalteco entre 1978 y 1985, donde perdió a su esposo y a su único hijo.
«Todavía me encuentro sufriendo», señaló tras la presentación del documental en el Centro Nacional de las Artes al detallar la agresión física y sexual que vivió: «fui muy masacrada por el ejército, me dejaron más muerta que viva».
Pasó dos meses en el hospital por tener «durante cuatro meses un embarazo muerto» y hoy no puede permanecer mucho tiempo sentada por una desviación de la columna. Su sufrimiento, aclaró sin embargo, es «porque estoy mirando el mundo».
Sobre ella caía la mirada respetuosa del ex corresponsal de guerra mexicano Epigmenio Ibarra, quien culpó a los medios de comunicación de que las masacres se convirtieron en «silencio sobre silencio y olvido sobre olvido» con la complicidad de los israelitas, que entrenaban a los militares, y de Estados Unidos, que halló en la ocultación su estrategia más sofisticada.
Mientras que en Nicaragua y El Salvador se establecieron hasta 400 corresponsales, en Guatemala no había ninguno, dijo. En las redacciones estadounidenses ninguna información sale de las últimas páginas si no falleció un connacional y jamás llega a los medios electrónicos.
Se lamentó del quehacer de los antropólogos en Guatemala, 11 de ellos amenazados de muerte en febrero pasado, que son «arqueólogos del terror» que en lugar de buscar un pasado luminoso, «están hurgando los restos recientes de quienes murieron».
«No podemos dejarlos solos otra vez», finalizó el actual director de Argos Televisión.
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