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Sin freno, la violencia en Ciudad Juárez

Por Ignacio Alvarado

El 6 de mayo de 1993, los restos de una mujer de 35 años fueron descubiertos en un terreno ubicado en el centro de la mancha urbana de la ciudad. Tenía un embarazo de cinco meses cuando fue estrangulada después de un ataque sexual. No se sabe quién era, ni quién la asesinó, pero con ella se abrió un nuevo episodio criminal.

En ocho años, esta frontera, a la que se ve como modelo de desarrollo industrial, ha rebasado todas las formas de fragmentación social y de estructuras de violencia. Y mientras las autoridades se esmeran en lograr credibilidad en el esclarecimiento de los homicidios, los fenómenos que desembocaron el caos siguen multiplicándose.

Alejandra aún no se atreve a bailar desnuda. Hace unas cuantas semanas fue despedida por los gerentes de la maquiladora en donde trabajó desde su llegada a esta frontera, de la misma forma en que otras 60 mil personas han visto perder sus empleos como resultado de la peor recesión económica registrada en Estados Unidos desde 1980.

Hasta ahora ha logrado esquivar el deseo y las manos de los clientes del bar Fausto´s, un «table dance» de baja categoría ubicado en el centro de la ciudad, porque su labor como mesera no distrae tanto como los insinuantes movimientos de sus compañeras sobre la pista de baile.

Ella sabe que inevitablemente, ahí o en otro lugar, incluso en las calles, deberá aprender a vivir de su cuerpo si es que desiste de la idea de volver a su casa, en Gómez Palacios, Durango, algo que ya hicieron la mayoría de sus amigas desde el instante mismo de su despido de las líneas de producción.

«Mi hermana fue la primera que vino a trabajar aquí, y la verdad no está tan mal; ahora que ya está casada, hasta paga porque la dejen bailar», dice con desenfado.

El consuelo que ofrece la idea de una vida mejor fuera de la industria maquiladora, uno de los pilares que sostienen la vida de Juárez, ha sido por años el principal atractivo para miles de migrantes radicados en la ciudad, pero jamás planteó expectativas tan negras como hoy.

Una combinación de irresponsabilidad política y corrupción institucional permitió que la informalidad urbana y el crimen organizado fueran elementos imprescindibles en el desarrollo de la ciudad en los últimos 30 años, y eso dejó un problema descomunal al que nadie parece querer enfrentarse.

«Lo inmediato era abatir los rezagos que dejó el desorden, pero no se hizo y hoy vivimos miles de circunstancias negativas. Y la más trágica de todas ellas, la de mayor dolor histórico, es el feminicidio», dice Alfredo Limas, investigador encargado del Departamento de Estudios de Género de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

A finales del año pasado la RCA-Thomson, la mayor y más emblemática de las maquiladoras instaladas en Juárez, cerró sus puertas y con ello, dejó un número inédito de gente sin empleo.

El cambio de plaza que hizo la empresa es el inicio de un fenómeno que pocos han advertido, pero que planteará el mayor desafío a una frontera que no fue preparada para vivir sin la maquila, dice Graciela de la Rosa, una socióloga que ha trabajado en campañas de prevención con prostitutas que antes fueron empleadas de esa industria.

«Me parece que el discurso de los académicos está desfasado», dice. «No es momento de repetir que la maquila produjo daños sociales a la ciudad, sino de ver cuál será el futuro, porque la maquila se está yendo, y la pregunta ahora es: ¿qué vamos a hacer con un pueblo de naves industriales vacías?».

Juárez es la ciudad con mayor cantidad de empleados de maquiladora en el mundo. Los últimos registros dicen que en ella laboraban, a principios del 2001, 180 mil personas, 60 por ciento de las cuales eran mujeres.

Los datos de las autoridades indican que de las 260 mujeres asesinadas desde 1993, hasta noviembre de este año, menos del 25 por ciento eran obreras de esa industria.

Sin embargo, los mismos registros son una muestra contundente de la manera en que el desarrollo industrial jamás soportado en políticas de desarrollo social ni urbano, generó los elementos que abrieron un nuevo orden de comportamiento criminal hace 10 años.

El 90 por ciento de las mujeres asesinadas, bajo circunstancias diversas, radicaba en el poniente, sur y suroriente de la ciudad, justo en donde se encuentran las zonas de crecimiento emergente y de mayor marginalidad, nacidas a partir del agresivo crecimiento poblacional que desató el proyecto de la industria maquiladora.

       
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