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Sin respuestas sobre la procuración de justicia en Castaños

Por la Redacción

Un mes después Wendy no despierta de su pesadilla. La vida no ha sido indulgente con ella, pero había logrado salir adelante en cada prueba. Esta vez, las sombras brillantes sobre sus párpados no ocultan la confusión de sentimientos.

Al igual que las otras sexoservidoras y bailarinas que trabajan en la zona de tolerancia de Castaños, tiene miedo y permanece alterada, aunque trata de recuperar la calma cuando está con su familia.

Como la mayoría de las trabajadoras, regresó al lugar apenas unos cuantos días después del ataque sexual por parte de los elementos del Ejército, porque como todas tiene que mantener a su hijo y a su madre que lo cuida.

Tiene 24 años y los últimos cuatro ha estado en este trabajo. Recuerda que la noche del 11 de julio había pocas mujeres en la zona de tolerancia, porque era inicio de semana y ella fue una de las primeras en percatarse de la presencia de los soldados, más de 20, pero sobre todo fue la primera en darse cuenta que habría problemas.

Se lo dijo a otras compañeras y corrió a esconderse en el restaurante. Otras pidieron al «cuartero» que las encerrara en una de las habitaciones de El Pérsico. Aunque no sabe cuánto tiempo pasó, señala que pidieron ayuda al 066, pues oían cómo los soldados golpeaban a los clientes y a sus compañeros policías, porque no encontraban «a las putas».

Cuando Wendy salió ?junto con otras de sus compañeras-fue obligada a bailar desnuda delante de los clientes y los soldados. También vio como dos de sus compañeras eran violadas por varios soldados en los cuartos.

Como queriendo deshacerse de su propia historia, Wendy cuenta cada uno de los minutos que pasó la larga noche del 11 de julio.

Primero fue obligada a desnudarse y a ser sometida a «investigación» por parte de un soldado, quien le introdujo los dedos en la vagina. Luego, fue llevada con otro soldado quien abusó sexualmente de ella y más tarde otros dos soldados abusaron de nueva cuenta de la joven.

A todos les pidió que no la golpearan, «tenía miedo de que la mataran», mientras ellos reían, la insultaban y la amenazaban con sus armas si se atrevía a denunciarlos o reconocerlos ante las autoridades. El caso, para los elementos del Ejército mexicano no debía ser público.

¡Si dices algo regreso y te lleva…! cita la entrevistada, quien desahoga la angustia que siente y pretende controlar el llanto que se acumula en sus pequeños ojos recubiertos con maquillaje en la pretensión de verse como «mujer fatal» y no como la casi niña que en realidad es.

Casi una semana después del ataque, Wendy fue atendida por servicios médicos periciales, ella como muchas otras de las mujeres de la zona de tolerancia de Castaños agredida no recibió ningún tipo de tratamiento hormonal para prevenir embarazos no deseados.

Sin tener respuestas claras, la procuración de justicia es uno de los temas que más le preocupan a Wendy, quien señala que aunque está en tratamiento sicológico siente miedo de cualquier persona extraña que llega a El Pérsico, donde sigue laborando o que estos soldados vayan a su casa.

«Me duele saber que estamos en la inseguridad total. Eso me duele. No conozco desde ese día (11 de julio) la seguridad ya no me imagino como es», comenta la joven mujer que gana estatura sobre unos zapatos de plataforma.

Luego asienta que el 11 de julio fue un día difícil y equivocado en su vida. Uno de tantos que ha tenido que sortear para sobrevivir en un «mundo donde las oportunidades no llegan siempre para la gente pobre».

¿Qué te anima a venir?

«Mi hijo. Pienso en mi hijo y digo Dios mío que va a pasar así como va la vida, al rato mi hijo va a crecer y si le pasa algo, tengo miedo. Este miedo es a raíz de lo que me pasó.

Yo venía a bailar antes, aquí la gente respeta la decisión de una, en cambio ellos no respetaron nada, a punta de pistola nos obligaron a tener sexo con ellos. Deben tomar en cuenta que el uniforme que tienen es para cuidar a México, salvar vidas… no para hacer lo que hicieron. Para mi fue humillante».

06/SJ/LR

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