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Sobre las víctimas de los terrorismos

Por Tere Molla Castells*

Esta semana se ha celebrado en la hermosa ciudad de Salamanca el VI Congreso Internacional sobre las víctimas del terrorismo que ha sido organizado por la Universidad San Pablo CEU.

En los diferentes medios se ha resaltado la presencia de determinados líderes políticos a dicho acto, así como también se ha hecho mucho hincapié en la ausencia de Rodríguez Zapatero en el acto de homenaje a las víctimas que se realizó en la maravillosa Plaza Mayor de esa ciudad castellana.

No he leído ni una sola letra sobre la presencia o ausencia de Pilar Manjón que, finalmente no sé si ha acudido o no este Congreso como Presidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo.

Parece que este congreso, pese a ser internacional y haber contado con la presencia de delegaciones de países como E.U. o Colombia, está directamente relacionado con el terrorismo de ETA dentro del Estado Español, dejando al resto de víctimas de otros terrorismos de lado.

Y no me refiero únicamente a las víctimas del 11-M, que también suelen ser olvidadas por las administraciones gobernadas por el PP, puesto que les sigue resultando bastante incómoda en su lucha por esclarecer la verdad de lo ocurrido y si era evitable o no, lo cual implica directamente al último Gobierno de Aznar (que hemos de recordar que sí estuvo presente en dicho Congreso). Me refiero también a las de nuevo grandes olvidadas: las víctimas del terrorismo machista.

Claro que para quienes organizan este Congreso, quizás no sean ni víctimas, ni mucho menos del terrorismo machista. No podemos perder de vista que la Conferencia Episcopal Española todavía no ha dicho ni una sola palabra con respecto a las muertes de mujeres a manos de sus asesinos, a excepción claro de las del Obispo de Granada, que incluso parecía justificar las agresiones a las mujeres que hayan abortado.

Si la organización del Congreso viene de la mano de la Universidad San Pablo CEU, y esta a su vez es de orientación cristiana, es lógico pensar que no se pueda identificar las muertes de mujeres a manos de sus asesinos como una forma de terrorismo, puesto que para ellos esto no lo es y por eso, ni siquiera lo denuncian.

Y seguimos con las paradojas: Si ya son cinco las mujeres muertas a manos de sus asesinos y estamos a mediados de febrero, y no ha habido, afortunadamente, ninguna muerte a manos de ninguna organización terrorista, ¿Porqué se sigue negando la evidencia de que las familias de estas mujeres muertas son también víctimas de este tipo de terrorismo?, ¿Acaso la condición de víctimas de terrorismo sólo viene definida por si las personas asesinadas lo han sido por ETA, Grapo, Al Qaeda, y no por un marido o compañero sentimental?, ¿Están menos muertas las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas que las víctimas de ETA?, ¿Tenía acaso menos importancia su voz?

Mucho me temo que la soledad de estas víctimas ante su agresor y el aislamiento al que las induce su asesino, amén de todas las consideraciones específicas que tiene este tipo de terrorismo, están como causa, en la base de la pirámide de su continua exclusión y, por tanto de su continuo olvido.

Pero existir, como las otras víctimas, existen. Y la dignidad de su memoria cuando han muerto, sólo es reivindicada por sus familiares más cercanos y aún hoy, en demasiados casos con la voz muy baja por el tipo de muerte que han tenido. Y su voz es olvidada, por que en su soledad, somos todavía pocas las personas que consideramos que estas muertes también son consecuencia de un tipo de terrorismo que mata mucho más que el de ETA o el de otro grupos terroristas.

Socialmente se ha avanzado mucho en la detección de este tipo de terrorismo machista no lo voy a negar, pero el impacto social que tiene la muerte de una mujer a manos de su asesino, sigue siendo inferior al que tiene la muerte de otra persona a manos de ETA.

¿Acaso la muerte violenta tiene clases y, por ello las personas muertas han de ser tenidas en cuenta de diferente manera, en su consideración de víctimas? Acabamos de comprobar que sí. De la misma manera que hemos comprobado también que, de nuevo la Iglesia Católica y todas sus ramificaciones (y la Universidad San Pablo CEU es una de ellas) siguen olvidando y despreciando a todas las víctimas del terrorismo machista con su silencio y, por tanto con su complicidad en el discurso androcéntrico y machista que nos sigue matando a las mujeres.
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* Periodista y feminista en Ontinyent, Valencia, España.

10/TM/LR/LGL

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