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Sobredosis de anestesia dejó a Lupita en coma

Por Benny Cruz Zapata

Con daño cerebral irreversible, Guadalupe de la Rosa González, yace en una cama blanca. Hace nueve años salió hacía el quirófano para una operación quirúrgica -histerectomía – Y regresó con un diagnóstico funesto: muerte cerebral parcial, al parecer por una sobredosis de anestesia.

En el hospital civil de esta capital; como en todos, se pierde la noción del tiempo, paredes blancas donde reina el eco y nunca es de noche.

Hace nueve años, la vida de Guadalupe de la Rosa, era otra; quienes la conocen desde entonces; dan cuenta de su sonrisa confiada, su entrega a cuanta encomienda se le daba, ya como trabajadora social, enfermera o maestra.

Una mujer en la plenitud de su existencia, con un presente promisorio, no solo como profesionista; sino como madre amorosa y jefa de familia de tres pequeños.

En 1996, por problemas en la matriz, llegó al quirófano para su extirpación; después de recibir la anestesia su vida entera fue cercenada, cancelando de un tajo todas las esperanzas acumuladas, perdió la movilidad del cuerpo.

Vinieron tiempos muy duros; los momentos de lucidez se enturbiaban por el dolor físico y el sentimiento de ver en desamparo a los seres que más amaba –y ama- sus hijos-, dice, Magdalena, la enfermera.

La puerta del cuarto nunca tiene llave. Constante espera de la visita añorada…-De sus hijos, de su familia –comentan las enfermeras, pero el umbral de esa puerta solo es cruzado diariamente y a todas horas por médicos y enfermeras.

También la visitan las voluntarias o las religiosas; pero ni eso la anima, entra en crisis, se desespera, grita y llora porque nunca se cansa de esperar la visita de los suyos.

No pudo darse cuenta cuando se decidió la suerte de sus hijos: Los dos mayores fueron a parar a casa de un hermano, el pequeño con una madrina.

El mundo siguió su curso normal, las tareas habituales. Los niños se integraron en las nuevas familias. El salón de clases recibió una nueva maestra, igual fue suplida en su trabajo del hospital.

Pero en lo general, poco a poco Lupita se fue quedando sola en el hospital. No tenía unos padres, ni un esposo que viera diariamente por ella.

La verdad que nosotras, los doctores, somos su única familia; y aunque ella perdió casi todas sus capacidades; se da cuenta; y el olvido le duele, tanto como verse derrumbada en una cama.

Sus hijos ya están grandes; viven juntos con la pensión del trabajo de su madre y la plaza en el CBTIS, aunque ella, no lo sepa, sigue siendo el soporte económico…solo eso…

06/BCZ/LR

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