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¿Sumisas? No, gracias

Por Teresa Mollá Castells*
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Esta semana en el trabajo le estaba rellenando un formulario a un joven de unos 20 años. Pues bien, en uso de esos campos se le pregunta a la persona interesada si tiene algún tipo de discapacidad para que, en el caso de que ser necesario, se le adaptaran tanto las pruebas como el espacio para realizarlas en igualdad de condiciones que el resto de participantes.
 
Al llegar a ese campo, que es obligatorio, le pregunté a mi interlocutor si tenía algún tipo de discapacidad, a lo que rápida y contundentemente respondió con un “NO” rotundo y al ir a la siguiente pregunta, me mira con cara un poco asustada y me pregunta: “Perdona, pero si en la casilla de discapacidad ponemos un ‘SI’, ¿me pondrían un examen más fácil?”.
 
Yo no sabía si reírme, llorar o cómo reaccionar, así que le expliqué lo mejor que pude el motivo de esta pregunta, y continuamos con el formulario como si nada hasta el final.
 
A este tipo de acciones que las administraciones (a veces) tienen en cuenta para ofrecer igualdad de trato a personas con diversidades funcionales o discapacitadas, se les llama acciones positivas.
 
Este ejemplo que es claramente entendible y la sociedad ha conseguido verlo con ojos de justicia social e incluso se llega a reclamar cuando se percibe su ausencia, y es el que suelo explicar cuando intento hacer entender, primero el concepto y, en segundo lugar, su necesidad con respecto a las diferentes barreras en forma de desigualdades que nos siguen separando a hombres de mujeres.
 
Con esta estafa llamada crisis y los recortes realizados para salvar a los bancos y pagar deuda contraída con anterioridad y pagar a proveedores, se ha dejado a las personas mucho más desprotegidas de lo que estaban. Eso ya lo sabemos. Pero además la falta efectiva de políticas incentivadoras de la igualdad entre mujeres y hombres también se ha llevado por delante medidas de acción positiva.
 
Como ejemplo está la falta de implicación político-administrativa en el seguimiento de la realización e implementación de planes de igualdad en las empresas de más de 250 trabajadoras y trabajadores. Y sí, ya sé que cada día hay menos de estas empresas, pero no podemos olvidar que es una Ley Orgánica la que mandata a realizarlos de forma obligatoria.
 
Se trata de la Ley Orgánica 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, que sigue vigente y que parece habérseles olvidado a quienes (des)gobiernan este país. El artículo 11 dice:
 
“Acciones positivas.
1. Con el fin de hacer efectivo el derecho constitucional de la igualdad, los poderes públicos adoptarán medidas específicas en favor de las mujeres para corregir situaciones patentes de desigualdad de hecho respecto de los hombres. Tales medidas, que serán aplicables en tanto subsistan dichas situaciones, habrán de ser razonables y proporcionadas en relación con el objetivo perseguido en cada caso.
 
“2. También las personas físicas y jurídicas privadas podrán adoptar este tipo de medidas en los términos establecidos en la presente Ley.”
 
Asimismo todo el capítulo III de dicha ley está dedicado a los planes de igualdad de las empresas y otras medidas de promoción de la igualdad y es allí donde se exponen algunas directrices sobre qué son y donde se han de realizar dichos planes.
 
Pero, como ya sabemos, a quienes nos (des)gobiernan les preocupa mucho más la vida de los concebidos que las de sus madres, y por tanto los derechos de las madres y de las mujeres en general les dan exactamente lo mismo en tanto en cuanto no se alejen demasiado de los roles que tienen destinados.
 
Por eso nos encontramos con que las condiciones de las mujeres trabajadoras han empeorado considerablemente al permitir, directa o indirectamente, que las medidas de acción positiva contempladas en la legalidad vigente no se apliquen por no desarrollarlas mediante la negociación colectiva que se han cargado con las reformas laborales explicitas y las camufladas, que han ido realizando esta gentuza que dice gobernarnos.
 
Las mujeres trabajadoras somos hoy más pobres, con peores empleos, con menos derechos, más cargas familiares porque se están cargando las medidas de conciliación y las que quedan las hacen recaer sobre nuestras espaldas.
 
Además nos han impuesto todas estas medidas con el miedo como cómplice que permite que se agache la cabeza con tal de mantener el empleo a cualquier precio.
 
La situación a la que nos han llevado a la clase trabajadora en general y a las mujeres en particular es dramática y lo que es peor, desde el miedo inculcado con el discurso simbólico y real del “y si no te gustan estas condiciones, ahí tienes la puerta que hay muchas más en las colas del paro que sí las aceptarían”, ha llevado a un grado de domesticidad impensable hace sólo unos años.
 
Y yo me pregunto, ¿qué futuro les espera a las niñas de hoy, mujeres de mañana? No estoy demasiado optimista con un futuro esperanzador y dentro de una sociedad más igualitaria, más equitativa y con derechos y oportunidades más iguales entre mujeres y hombres.
 
La ferocidad del patriarcado va de la mano de la ferocidad del capitalismo que pretende que seamos desiguales a toda costa y no escatima medios para imponer sus condiciones. Y lo estamos viendo cada día. Nos quieren silenciadas, sumisas, dóciles y subsidiarias como siguen predicando los de faldas largas y negras, que también son sus cómplices y les siguen ayudando en esta tarea de intentar domesticarnos.
 
Nos quieren como seres “multitareas” y que sirvamos a sus intereses sin rechistar, sin voz propia, sin reivindicar nuestros derechos como personas libres que somos. Así son las maniobras de quienes nos dirigen para llevarnos a su “redil”, a su espacio de domesticidad y sumisión marcado en su hoja de ruta.
 
Pero algunas les hemos salido un poco respondonas y no nos conformamos con el papel que nos han asignado, con la situación a la que nos quieren llevar y por eso nos seguimos rebelando y levantando la voz cada vez que podemos para recordarles que tenemos derechos y que los vamos a seguir peleando.
 
Y lo haremos no sólo por nosotras, que también lo haremos, sobretodo, para que las niñas de hoy que mañana serán mujeres vivan mejor y se sientan con mayores cuotas de equidad social, con una igualdad real que hoy todavía es inexistente, con unos derechos consolidados que hagan innecesarias las acciones positivas, pero que al día de hoy todavía son no sólo necesarias, sino imprescindibles.
 
Por eso y para eso, hemos de erradicar el miedo, hemos de tomar la voz y decir basta y no permitir que nadie nos diga aquello de que “las mujeres de hoy no aguantamos nada”, sencillamente porque no es cierto. Aguantamos mucho, demasiado, diría yo, pero para el patriarcado siempre aguantaremos demasiado poco, porque nos quieren sumisas, sin derechos y mudas.
 
Pero, tal y como dice la expresión, la respuesta de algunas es la de “va a ser que no…”.
 
[email protected]
 
*Corresponsal en España. Periodista de Ontiyent.
 
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