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También para las mujeres, una Nueva República

Por Sara Lovera

En pleno zócalo, pletórico, que inauguró la cuarta República y votó por la abolición del régimen antipopular…el domingo 16 de septiembre la voz de las feministas llegó hasta el templete, donde cunden como siempre mayoría de presencias masculinas.

«¡Los hombres …deben respetar el cuerpo de las mujeres…Alto a la violencia sexual e institucional, no aceptamos la prohibición de nuestra sexualidad…muchos años ha costado a las mujeres .enfrentar el miedo…luchar como mujeres…»

La voz serena y firme de Hermelinda Tiburcio Cayetano, india nasa-savi, tronó en todo el espacio, se fugó por el aire, hasta 5 kilómetros a la redonda.

Se expandió hasta el centro, ocupado por un puñado de feministas distinguidas con atuendos lilas y morados que lanzaron decenas de consignas y gritaban sin cesar
«¡igualdad,…igualdad…paridad…!».

Y desde el templete la india mixteca decía ya «no solamente los hombres tomen decisiones…» y pidió «salud integral, incorporación de las mujeres al ámbito público, no más muerte materna, ni por cáncer de mama o uterino…».

El zócalo reventaba…un ligero escalofrío subió por el cuerpo del macho cabrío del Sindicato Mexicano de Electricistas…hizo trastabillar al dirigente de Convergencia, tronó en los oídos del presidente perredista. Se movía el templete al ritmo de la oratoria de Malú Micher, de Milenio Feminista, que casi gritó: «¡No más mujeres asesinadas, ultrajadas, desaparecidas!» y sucumbió a la urgencia de Elenita Poniatowska que explicaba cómo para transformar hay que saber que lo personal es político o sea que lo público y privado son una sola cosa.

En la plaza aún se oía el rumor del puñado de feministas que dieron dos vueltas al zócalo, exclamando a grito pelado aquellas consignas sementeras: «¡Anticonceptivos para no abortar, aborto libre para no morir…! ¡Democracia, democracia, en la calle, en la cama y en la casa!», que hacían vibrar a los sombreros de campo sobre rostros curtidos por el sol y manos de machete cañero que no se animaron a brincar a pesar de la advertencia «el que no brinque es macho».

Así transcurrió la asamblea de la Convención Nacional Democrática que busca transformar todas las instituciones y decretó como presidente legítimo a Andrés Manuel López Obrador.

Luego del chubasco, de la espera, de los apretujones, Jesusa Rodríguez abrió el programa y Elena Poniatowska la primera oradora, repudió a un gobierno impuesto. La gente asentía, con una octavilla entre las manos del planteamiento feminista, a lado de sus gafetes, de sus banderines, de su apoyo al legítimo.

Las campanas de la Catedral Metropolitana resentían las llamadas a mantener el estado laico. Sudaban frío por la consigna repetida «si el obispo fuera mujer el aborto sería legal» y ellas, las campanas y sus torres resistieron la sorpresa, una, desde el discurso de Andrés Manuel López Obrador cuando dijo al fin: «¡No aceptamos la violación a los derechos de las mujeres! ¡No a la discriminación por motivos religiosos, étnicos o sexuales!».

¡Al fin, se sabe, se siente, se puede historiar que, si es posible erigir la cuarta República, su contenido se ha comprometido a no permitir una negativa más para un aborto legal, cuando fue recordado el caso de Paulina; ni tampoco permitir otro desvío de recursos como el del caso Provida… ni olvidar que es costumbre del viejo régimen que se usa el cuerpo de las mujeres para placeres de otros, para la violencia o el escarnio.

¡¡Ojalá!!¡¡Quizá!! Probablemente, pensaban observadoras, que pudieron gritar por horas a la muchedumbre sus demandas, esta muchedumbre de hombres y mujeres que ha hecho de su inmediato activismo un «honor estar con Obrador», para transitar a la transformación que ahora puebla inicialmente la epidermis del futuro…

Quizá, tal vez, la palabra directa, focalizada, precisa de Hermelinda pudo cimbrar el ambiente cuando habló de «no queremos aguantar otros 6 años de un gobierno de los ricos…las feministas rechazamos la imposición, no queremos que nos digan que debemos hacer».

De traje, corbata amarilla, dignísimo y emocionado el líder oyó, e incluyó en los derechos de las mujeres a todas las mujeres, no solamente a unas. Y ese compromiso transitó por el aire de la Plaza de la Constitución y su millón de oyentes, que definieron como único presidente legítimo al peje como las mujeres mayores, madres solteras y jóvenes entusiastas le dicen cariñosamente, al próximo presidente de la República.

La sesión de la Convención Nacional Democrática, de 3 de la tarde a 8 de la noche, tuvo a un presidente de debates y una secretaria, a quien todos conocen, a Jesusa Rodríguez, que en la fiesta de las feministas conscientes, esperanzadas sobre el probable cambio, gritaban «igualdad igualdad, paridad», luego de no aceptar la composición desequilibrada de la dirección o coordinación que promete dar vida al gobierno paralelo y orientar la resistencia civil pacífica.

Desde lo alto, tras 25 minutos de chubasco, como dijo Hermelinda, apareció por fin, sobre la piedra lavada de sangre desde hace 500 años, un nuevo sol.
06/SL/LR/CV

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