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Tardan las mujeres una década en superar relaciones violentas

Por Redaccion

A nivel mundial las estadísticas revelan que las mujeres tardan casi 10 años en superar una relación violenta, incluso cuando estén en peligro de muerte, porque el daño físico y psicológico las inmoviliza y confunde, afirmó Noemí Díaz Marroquín, jefa del Centro de Servicio Comunitario Dr. Julián MacGregor y Sánchez Navarro, de la Facultad de Psicología de la UNAM.

Las relaciones donde existe abuso suelen ser largas; es fácil entrar en una pero nada sencillo salir de ella, sobre todo cuando se es dependiente en materia económica y se carece de apoyo familiar, social, institucional, entendido por este último, el que podrían proporcionar los sistemas de salud y judiciales del país, señaló.

Al dictar la conferencia «Prevención y atención psicológica en casos de violencia contra la mujer en la pareja», la especialista argumentó que las personas maltratadas suelen ser leales a su pareja, porque consideran que, además del contrato matrimonial firmado, hay otro implícito de apoyo, cariño y paciencia, y en éste, por lealtad, no se permite hablar de la agresión fuera del vínculo conyugal.

La inmovilidad o parálisis causada por el daño físico y psicológico es utilizada por la víctima como una estrategia de supervivencia. La mayoría de las mujeres violentadas confiesan, «pese a todo», tener amor a sus parejas.

HASTA EL TERRORISMO PATRIARCAL

Autores que han documentado el impacto psicológico de la violencia contra el género femenino refieren el síndrome de la mujer maltratada como el padecimiento más común entre este sector de la población; se caracteriza por vergüenza, culpa, depresión, ansiedad, fobias generalizadas y miedo anticipado al maltrato.

En el llamado síndrome de Estocolmo doméstico, la víctima percibe una amenaza a su supervivencia, pero permanece aislada y no distingue otra perspectiva más que la del agresor, quien le indica qué está bien y qué se merece. En tal situación, se siente sin escapatoria, excepto si logra disuadir al agresor de que no la siga vulnerando, apuntó Díaz Marroquín.

Este fenómeno se manifiesta como un vínculo afectivo y paradójico entre la víctima y su atacante. La mujer defiende a su pareja ante los embates externos, niega que estén en él las causas de la agresión y argumenta que su comportamiento se debe a injusticias sociales, como desempleo o el que haya sufrido agresiones en su niñez. Aun más: evita a toda costa denunciarlo, porque no lo responsabiliza de su conducta.

No todos los tipos de violencia ni la intensidad de ésta son iguales. No todos los vínculos entre dos personas son semejantes ni tampoco las diferencias jerárquicas. Así, la violencia contra la mujer puede ser definida como un continuo que va desde la más común hasta el terrorismo patriarcal.

En ese sentido, la terapia feminista permite reconocer la desigualdad social de la mujer y las razones de la misma, además de cuestionar la supuesta complementariedad de funciones de la pareja, porque en la práctica es inequitativa, refirió la especialista

09/LG

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