Las últimas publicaciones acerca de lo cara que nos sale la corrupción no hicieron ni cosquillas en el sistema político. El presidente está ocupado promoviendo su quinto informe; los aspirantes a la presidencia están ocupados en llegar a la silla cueste lo que cueste; diputados y senadores vaya usted a saber en qué están ocupados, y la ciudadanía, la mayoría de la ciudadanía, supongo está ocupada en sobrevivir al periodo presidencial, a las campañas por la silla presidencial y a diputados y senadores, o, muy probablemente, simplemente en sobrevivir. Total, la corrupción en nuestro país es percibida como un asunto menor. Pero no lo es.
Es posible que usted crea que hay otros problemas más urgentes en nuestro país, como la inseguridad. Sin embargo, hasta ese gravísimo problema pasa inevitablemente por la corrupción. Ahí están las declaraciones del procurador general de la República, Daniel Cabeza de Vaca, quien el pasado lunes enumeró las miserias de la dependencia ante senadores: apenas cuentan con cerca de dos mil elementos en la Agencia Federal de Investigaciones para todo el territorio nacional (¡!); no hay vinculación entre los agentes del Ministerio Público, quienes encabezan las investigaciones, y los agentes policíacos; todos tienen bajos salarios; y tienen problemas de corrupción y penetración del narcotráfico (creo que de esto último ya nos habíamos dado cuenta).
No sé usted, pero yo no veo otra salida. O le entramos en serio al combate a la corrupción, o ese cáncer acabará por aniquilarnos como país.
Distintos estudiosos en la materia lo han dicho con todas sus letras: nada funciona, ni el gobierno, ni la sociedad, ni la política, cuando la corrupción lo contamina todo. Y van más allá: no es la globalización la que no funciona en los países en desarrollo: es la corrupción la que impide el desarrollo. La corrupción gubernamental prospera, sostienen analistas como Sergio Muñoz Bata, cuando las instituciones y leyes que rigen a un país son débiles y cuando los valores de la ciudadanía no están firmemente asentados en su cultura.
Y es precisamente en este punto donde ya no podemos mirar para otro lado. Es cierto, el gobierno tiene que hacer su trabajo para combatir la corrupción, pero la ciudadanía también, y porque no hacemos nuestra parte, o peor, porque formamos parte de la corrupción, no reclamamos con la energía que debiéramos cuando nos demuestran lo cara que nos sale.
¿Cómo hacer nuestra parte? Iván, un amable lector, me hizo llegar una lista con recomendaciones que nos dan una buena idea de lo mucho que podemos hacer por construir una cultura ciudadana diferente. Esta lista se le atribuye al ex gobernador tabasqueño Víctor Barceló. La transcribo:
1) ¿Usted encuentra absurda la corrupción que hay en la policía? Solución: nunca soborne ni acepte sobornos. 2) ¿Usted encuentra absurdo el robo de cargas, a veces hasta con asesinatos de los camioneros? Solución: exija la factura de todas sus compras. 3) ¿Usted encuentra absurdo el desorden causado por vendedores ambulantes? Solución: no les compre nada. La mayor parte de sus mercaderías son robadas, falsificadas o contrabandeadas. 4) ¿Usted encuentra absurdo el enriquecimiento ilícito? Solución: no lo admire ni lo practique; repúdielo.
Sigamos: 5) ¿Usted encuentra absurdo que las lluvias inunden la ciudad? Solución: solamente tire basura en los canastos de basura. 6) ¿Usted encuentra absurdo que haya revendedores de entradas para los espectáculos? Solución: no les compre, aunque eso signifique perderse el evento. 7) ¿Usted encuentra absurdo el tránsito en su ciudad? Solución: nunca cierre el paso, respete las normas, estacione sólo en los lugares habilitados. 8) ¿Usted encuentra absurdo pagar tarifas de luz muy altas? Solución: no les compre a los vendedores ambulantes que se roban la luz con «diablitos».
Estoy absolutamente segura de que usted puede enriquecer esta serie de recomendaciones con otras de igual valor. Claro, también podría decirme que de nada sirve lo que uno haga si el gobierno sigue inundado de corrupción. Y no le falta razón, yo misma comparto su desazón. Pero también estoy absolutamente convencida de que si no hacemos nuestra parte nada va a cambiar y la situación en nuestro país no seguirá igual, sino peor. Por algo tenemos que empezar. ¿Por qué no empezamos con nosotros?
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*Periodista mexicana
05/CL/YT