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Trabajadoras sindicalizadas, invisibles para sus dirigencias

El primer reto de las mujeres sindicalizadas es alcanzar el reconocimiento de sus compañeros, quienes no sólo las invisibilizan sino que también desconocen sus aportaciones; pero sobre todo, las demandas que cómo mujeres podrían tener, sostienen integrantes de Mujeres Sindicalizadas Asociadas (Musa).

Las estructuras sindicales no sólo omiten la existencia de una «cartera» de Acción Femenil, que en más de los casos sirve para organizar desayunos o festejos por el día de la madre o de la mujer. Tampoco transversalizan la perspectiva de género en el resto de sus acciones, lo que lleva al no reconocimiento de las trabajadoras, pese a que en muchas ocasiones constituyen la mayoría de la llamada base trabajadora «que hace la chamba para que otros se paren el cuello».

Blanca Avendaño, Elia Galindo y Justina Ramírez son mujeres sindicalizadas e integrantes de Musa, cuyo principal objetivo es impulsar la participación de las trabajadoras en la toma de decisiones dentro de las organizaciones sindicales, además de difundir, defender y promover el ejercicio de los derechos laborales de las mujeres que trabajan.

Con reconocimiento desde 1980 –es decir hace 28 años–, el Sindicato de Trabajadores de los Poderes del estado no tiene cartera de Acción Femenil, pese a que un 70 por ciento de sus integrantes son mujeres, unas cuatro mil.

Ese sólo «detalle» muestra cómo las mujeres trabajadoras «seguimos siendo invisibles» ante nuestros compañeros, sostiene la arquitecta Blanca Avendaño, actual delegada sindical de las y los trabajadores de la Secretaría de Obras Públicas.

ACOSO SEXUAL Y VIOLENCIA LABORAL

Pero hay otros problemas de fondo que siguen sin resolver, como el acoso sexual o la violencia laboral, que afectan la salud física y emocional de las compañeras, sostiene la entrevistada.

El acoso sexual es un problema grave porque se vive con vergüenza, porque se culpabiliza a las propias mujeres de las agresiones de sus compañeros de trabajo o incluso de sus jefes. Es difícil que las compañeras admitan la posibilidad de demandar a quien acosa sexualmente, sobre todo porque se le expone al juicio de las demás.

Lo primero que expresan «es que eres una loca o seguro tú diste motivo», es decir, desacreditamos los dichos de las compañeras como si se tratara de algo que no pasa, cuando todas sabemos que pasa, que es común y que tenemos derecho a no sufrir este tipo de agresiones dentro de nuestro ambiente laboral, afirma.

Otro problema común que vivimos las mujeres dentro del gobierno estatal es la violencia laboral. En especial las sindicalizadas «porque no nos dan trabajo, nos confinan, nos incapacitan, nos vuelven una especie de parásitos, porque a diferencia de los demás, quienes estamos sindicalizados trabajamos de nueve a tres de la tarde, pretexto suficiente para que nos marginen».

Pero el problema más grave es que esta «incapacidad» repercute en la salud, en tus emociones, no se puede permanecer horas sin hacer nada dentro de una oficina.

Elia Galindo García, actualmente integrante del Sindicato Único de Trabajadores de Caminos y Aeropistas de Oaxaca (CAO), sostiene que una cartera para mujeres es como una añadidura «para que no digan que no hay mujeres, aún más en una estructura donde sólo el 10 por ciento de sus integrantes son mujeres».

Como en el sindicato de burócratas, en el de CAO el problema principal es ¿qué hacer con las y los hijos cuando salen de la escuela? Las compañeras los llevan a las oficinas, lo que resulta difícil porque los jefes te ven mal, te discriminan de alguna manera, pero tampoco existe ni propuesta ni espacio que permita «empatar los horarios de las madres, que son quienes se hacen cargo de los hijos con las horas de trabajo».

Pues aunque para las y los niños más pequeños existe la probabilidad de acceder a una guardería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), para los más grandecitos que van al preescolar o a la primaria no hay esa posibilidad.

Pero no es el único caso, afirma la abogada de profesión Justina Ramírez Chávez, integrante del Sindicato Independiente de Trabajadores del Colegio de Bachilleres de Oaxaca (Sitcobao), quien sostiene que aunado a la falta de guardería y el hostigamiento, existe una clara discriminación hacia las mujeres por su condición de género.

Es más común que a los hombres les den más horas, porque asumen que nosotras somos madres y tenemos una doble jornada de trabajo; es también más común que a los hombres les cambien sus plazas administrativas por las de docente, lo que significa obtener un mejor sueldo y, por tanto, tampoco somos objeto de capacitación.

Ramírez Chávez sostiene que por si fuera poco, en el Cobao existe la división entre trabajadores como resultado de la existencia de dos agrupaciones gremiales y una tercera que no se concretó. En la institución «parecería que hay empleados de primera, segunda y tercera», situación que afecta aún más a las mujeres que a los hombres, abunda.

A diferencia del Sindicato de los Poderes del Estado, en el Sitcobao hay una cartera de Acción Femenil, considerando que la mayoría de los empleados son mujeres, pero se reduce a eventos «como el día de las madres o el día de la mujer».

Para las coordinadora de MUSA, el objetivo central es sensibilizar a las mujeres, capacitarlas y empoderarlas para que puedan también hacerse cargo de las dirigencias y asumir la responsabilidad con una visión de género, «porque aunque hay mujeres líderes, éstas no asumen las demandas de las mujeres, incluso adoptan una actitud machista», sostiene.

ALTO PRECIO POR EL CAMBIO

Cumplir el objetivo y transitar dentro de un sindicato con una propuesta diferente ha significado para las mujeres sindicalistas una serie de calificativos que no sólo afectan su vida dentro del ámbito laboral, sino también el familiar.

Blanca Avendaño refiere que asumir una posición distinta a la que adopta la mayoría tiene un costo en su vida. «Además de que no avanzas dentro de la estructura sindical, es común que me pinten como militante de un partido político, me tachen de revoltosa, de agitadora profesional, de llevar la contra o me llamen loca por invocar a las mujeres a no dejarse que violenten sus derechos, como es el caso del acoso sexual».

A la contadora Elia Galindo, quien fue integrante de la anterior directiva sindical, le costó trabajo limpiar su nombre, «pues aún cuando el Secretario de Finanzas explicó públicamente que había tomado dinero», en el imaginario colectivo la idea era que «nos habíamos repartido el dinero, por lo que para mis compañeras y compañeros era una ratera». Pero ese no fue el más grave de los problemas, ya que hubo una difamación en su contra que estuvo a punto de provocar un problema familiar grave.

Justina Ramírez apunta que es muy común la desconfianza entre los trabajadores y al igual que en el caso anterior, también se «divulgó que nuestra dirigencia no hacía paros ni movilizaciones, porque nos daban dinero». Lo cierto, explica, es que no recibimos dinero pero siempre buscan encontrar «una aguja en el pajar».

GRANDES MALES, GRANDES REMEDIOS

La esperanza es que más adelante exista una mayor conciencia del significado de los derechos de las mujeres dentro del ámbito laboral y un mejor ambiente de trabajo, donde las mujeres sean consideradas sujetas con derechos y no como objetos.

Nuestro objetivo –plantean– es que existan espacios laborales basados en la equidad de género y estrategias que permitan la eliminación de cualquier forma de discriminación y violencia hacia las mujeres, así como su incorporación real y no sólo de nombre a las tareas político-sindicales.

08/SJE/GG

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