La ciudadanía ya no cree en los partidos políticos. Es necesaria una nueva forma de hacer política: con principios éticos, sin corporativismos ni afanes electoreros, comprometida con las causas ciudadanas, que defienda los derechos de las mujeres, los y las indígenas, personas homosexuales, y que proteja el medio ambiente. Estos son algunos de los principios básicos del nuevo partido México Posible por una Democracia Diversa.
Mientras las direcciones nacionales de los partidos mayoritarios (PRI, PAN y PRD) están en pleno proceso de relevo, este domingo 27 de enero nació un nuevo instituto que cuestiona el papel de esos partidos, critica su alejamiento de las demandas populares, y exige que el quehacer político recupere la vocación de servicio.
Con la feminista Patricia Mercado como presidenta, la activista de los derechos reproductivos Elsa Conde como vicepresidenta y el activista contra el VIH/Sida en el conservador Aguascalientes, Wilfrido Salazar, en México Posible por una Democracia Diversa confluye una serie de organizaciones civiles que en los últimos 20 años trabajaron a contracorriente de las medidas oficiales y de la política partidista.
Es el caso de grupos feministas como Diversa, y Equidad de Género, Ciudadanía, Trabajo y Familia; de derechos humanos como la Academia Mexicana de Derechos Humanos (AMDH); de observación electoral como Alianza Cívica; y de ecologistas como la Unión de Grupos Ambientalistas.
Sergio Aguayo, ex dirigente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos (AMDH) y Elena Tapia, jefa delegacional en el Gobierno del Distrito Federal por Iztacalco, destacan en la Coordinadora Nacional del México Posible por una Democracia Diversa.
Este nuevo partido político tiene un rasgo que lo caracteriza: las feministas son el eje organizativo y de participación. En su reciente asamblea constitutiva, de las delegaciones provenientes de todo el país 70 por ciento estaban integradas por mujeres, en su gran mayoría integrantes de Diversa. Este hecho evidenció a primera vista, el compromiso de la naciente institución política para impulsar la participación política de las mujeres.
En cambio, en los partidos tradicionales la demanda por una mayor presencia de las mujeres militantes en cargos internos y de elección popular, es un tema relativamente nuevo al que le restan muchas discusiones para que se convierta en realidad. Salvo en el Partido Revolucionario Institucional, en el que su pasada asamblea nacional estableció la paridad representativa de mujeres y hombres a los puestos de dirección interna y de representación popular.
No obstante, existe en el PRI, PAN y PRD, un vicio común de la política mexicana: el machismo del poder. Las estructuras jerárquicas, la verticalidad en la toma de decisiones, y la «valentía y arrojo» como valores de los y las dirigentes.
Así, bajo la batuta de las mujeres este nuevo instituto político se percibe no sólo como una opción de izquierda para transformar al país, sino como el instrumento que enarbolará –según su discurso– las causas de la población más vulnerable, y brindará espacios de decisión y participación a los actores sociales que históricamente han sido excluidos del poder en México: las mujeres, los y las indígenas, los y las jóvenes, y las personas homosexuales.
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