«Las mujeres son el dolor más grande» del secuestro de migrantes en tránsito por México, ellas sufren las vejaciones más fuertes a partir de su propia intimidad, ninguna se salva de ser tratada sexual o laboralmente, dijo el sacerdote Pedro Pantoja, director de la Casa del Migrante de Saltillo, Coahuila.
En entrevista con Cimacnoticias, el cura católico advirtió que al ser secuestradas, las mujeres y niñas migrantes son humilladas, ofendidas y vejadas, y son utilizadas como «esclavas sexuales» ?como las llama el crimen organizado?. A lo anterior se suma que son contagiadas de graves enfermedades.
«A la casa han llegado mujeres que fueron secuestradas, y a las que se les brinda todo un tratamiento humano-espiritual. Yo sé que no hay terapia que pueda sanar todo este dolor, pero nos esforzamos en una atención humanitaria. Les ofrecemos apoyo mental, pero sobre todo cariño y respeto a su vida», relató Pantoja.
Denunció que en la ruta migratoria en México no hay red alguna que apoye a las mujeres en tránsito.
TESTIMONIOS
«A las mujeres nos mantenían haciendo la limpieza de la casa, también hacíamos la comida y lavábamos su ropa? Cuando querían nos tocaban y abusaban de nosotras, también nos amenazaban pasándonos el machete por los senos. Nos decían que si no los obedecíamos nos los cortarían. Estuvimos secuestradas un mes y medio», contó María Hernández, migrante guatemalteca de 23 años.
El testimonio forma parte del «Cuaderno sobre secuestro de migrantes. Dimensión, contexto y testimonios de la experiencia de la migración en tránsito por México», que reúne 33 relatos de centroamericanas y centroamericanos secuestrados por el crimen organizado en México entre 2008 y 2010.
María narró cómo fue raptada con un grupo de 35 migrantes, 32 hombres y tres mujeres, que viajaban en el tren conocido como «la bestia» o «tren de la muerte», que sale de la frontera con Guatemala y recorre el sureste de México hasta llegar a los límites con Estados Unidos.
«Pasamos por Chontalpa, Tabasco, y ahí varios hombres encapuchados, armados con machetes y pistolas, detuvieron el tren. Nos bajaron con amenazas y nos subieron a un camión de frutas. Viajamos dos días y medio hasta Tamaulipas? en el camino nos paraba la policía y migración. Los secuestradores les daban dinero», dijo la joven.
Prosiguió: «Nos llevaron a una casa con tres cuartos y una cocina. Cuando llegamos nos separaron: en un cuarto a los que iban a pagar los tres mil dólares ?que nos pedían para cruzarnos a los Estados Unidos?, y en el otro a los que éramos balines, los que no servíamos».
El cuaderno de testimonios forma parte de los informes anuales elaborados y presentados por la Casa del Migrante de Saltillo, y coeditados por el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez.
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