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Túnel del tiempo

Por Cecilia Lavalle*
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¿En qué siglo estamos? Le pregunto porque a menudo las mujeres entramos al túnel del tiempo. Una conversación me hizo pensar que vivía dos o tres siglos atrás.
 
El túnel del tiempo se abrió ante mis ojos una cálida tarde en medio de un salón de belleza. Ahí estaba de lo más despreocupada esperando mi turno para un corte de cabello. Leía una revista de asuntos sin importancia, y escuchaba lo que un par de señoras platicaban entre sí.
 
Con una edad imprecisa entre los 40 y los 50 años, el par de mujeres platicaban de una reunión con amigas, en la que se habían divertido mucho. Luego, la compararon con otra reunión. Y fue en ese instante en el que se abrió el túnel del tiempo.
 
“Es que es mucho más divertido reunirnos en la noche –dijo una de las señoras– porque así ya no tenemos ningún pendiente; de hecho, a mí me es más complicado por la mañana porque tengo que dejar mil cosas resueltas en el negocio antes de ir a los desayunos”.
 
“A mí también se me facilita en la noche –intervino la otra– pero, ya ves, con las del otro grupo sólo podemos reunirnos en la mañana, con eso de que sus maridos no les dan permiso… Lo bueno es que nuestros maridos nos lo permiten”.
 
Dejé a un lado la revista para mirar detenidamente el lugar. No estaba en el castillo de algún señor feudal. Tampoco en medio de una plaza del siglo XVIII. Y, sin duda, Napoleón no era el emperador.
 
Sin embargo, las frases “no les dan permiso” y “nos lo permiten” me remitían a condiciones que las mujeres han vivido desde que la historia alcanza a registrar.
 
Durante siglos las mujeres fuimos consideradas menores de edad, que debíamos ser “guiadas” por el señor de la casa, léase: el padre, el abuelo, el hermano, el marido, el hijo, el cuñado o el sacerdote.
 
A principios del siglo XIX la tutela masculina sobre nosotras se hizo legal. El Código Napoleónico establecía que las mujeres debíamos obediencia al hombre de la casa; a tal punto que, en los hechos, se convertía en nuestro amo y señor. Ese código influenció las leyes de muchos países, entre ellos, el nuestro.
 
Por ejemplo, el Código Civil Federal obligaba a las mujeres a vivir a lado de su marido y a dedicarse al cuidado del hogar; podía desempeñar una profesión, tener un empleo o dedicarse al comercio, siempre y cuando el marido no pudiera sufragar los gastos y diera su autorización.
 
Y no vaya a creer que le estoy hablando del siglo XVIII. ¡Esa ley estuvo vigente en nuestro país hasta 1974!
 
Así que al oír a estas señoras me percaté de que el túnel del tiempo es una constante para muchísimas mujeres. Algunas viajan –viajamos– sólo a veces; otras, todo el tiempo.
 
Egresamos de las universidades, pero las tareas domésticas siguen siendo nuestra principal, cuando no única, responsabilidad.
 
Trabajamos fuera de casa, pero buscamos empleos de medio tiempo porque el cuidado de las hijas y los hijos recae principal o únicamente en nosotras. Utilizamos aparatos de alta tecnología, pero necesitamos el permiso de nuestro marido para fijar la hora en que nos reuniremos con las amigas.
 
Total, navegamos por internet y por el túnel del tiempo.
 
Las mujeres necesitamos conquistar autonomía para sincronizar los relojes, para dejar de vivir al mismo tiempo en dos tiempos.
 
Apreciaría sus comentarios: [email protected].
 
*Periodista y feminista en Quintana Roo, México, integrante de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género.
 
13/CL/RMB

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