Inicio Tuvo México su primera mujer médica hace 116 años

Tuvo México su primera mujer médica hace 116 años

Por Ana María Portugal

El 25 de agosto de 1887, Matilde Montoya se convierte en la primera médica cirujana de México. En ese mismo año, en fechas diferentes, Eloísa Díaz y Ernestina Pérez, en Chile, y Rita Lobato Velho Lopez, en Brasil, reciben sus respectivos títulos universitarios que las acredita para ejercer la medicina.

En su libro Mujeres Notables Mexicanas, publicado en 1910, la escritora Laureana Wrigth de Kleinhans (1846-1896), recoge en detalle la vida y trayectoria profesional de Matilde Montoya, una de las primeras mujeres que se matriculó en la universidad para seguir la carrera de medicina.

Un rasgo que Kleinhans destaca de la personalidad de Matilde Montoya, nacida el 14 de marzo de 1859, es su precoz deseo de estudiar y acceder al mundo del conocimiento cuando, siendo muy pequeña, destaca en la primaria. Esto lleva a sus padres a contratar profesores particulares para que la preparen en la carrera magisterial. Tenía sólo 12 años al finalizar su etapa escolar.

Pero es rechazada en el examen de selección. No tiene la edad requerida, debe esperar a cumplir los 16 años. Su madre, Soledad Lafragua de Montoya, en un gesto inusual para la época, la impulsa a estudiar obstetricia «para no perder el tiempo».

En el siglo XIX, la práctica de la partería era una actividad en aumento entre las mujeres, tradición que venía de la época prehispánica. Esta realidad llevó a los médicos a considerar que esta actividad tuviera reconocimiento formal.

Entre los años 1889 y 1900, rindieron exámenes en la Escuela de Medicina cerca de 109 parteras. La primera partera que estudia en ese establecimiento es Dolores Román, quien en 1853 obtiene oficialmente su título.

Matilde Montoya, aparentando ser mayor de edad, consigue el 11 de enero de 1870 ser matriculada en la Escuela Nacional de Medicina para seguir estudios de obstetricia. Serán años de aprendizaje y de estudios sin tregua, a contrapelo de las contrariedades y sinsabores que debe sobrellevar para conseguir su cometido.

Durante su estancia en Cuernavaca, a donde se trasladó para convalecer de una dolencia ocular que le imposibilita seguir con sus estudios, se enfrenta a una emergencia. Una mujer en peligro de muerte, debido a un parto difícil, le pide ayuda. Además, carece de medios económicos que le impiden atenderse en el hospital.

Matilde corre el riesgo de ser acusada por no tener título, pero no vacila y accede a ayudarla. La operación es exitosa. Enteradas las autoridades locales, le solicitan que asuma el cargo de partera en vista de que en la ciudad no existía ninguna.

Al rehusar Matilde el ofrecimiento, le proponen nombrar un jurado ante el cual dará un examen de conocimientos. Éste certifica que está en capacidad de ejercer la profesión.

Después de permanecer un año en Cuernavaca, regresa a la ciudad de México para continuar con sus estudios de obstetricia, graduándose en 1872 con la tesis Técnica de laboratorio en algunas investigaciones clínicas, la primera escrita sobre este tema.

Los años entre 1873 y 1875 son de intenso aprendizaje. Su ingreso al Hospital de San Andrés pone a prueba sus conocimientos.

Laureana W.de Kleinhans nombra a un grupo de médicos que acoge paternalmente a la joven partera, a quien aprecian por su dedicación e inteligencia.

Matilde está ávida de conocimientos. Bajo el magisterio de estos médicos, se entrena en operaciones de pequeña cirugía, mientras en su casa sigue estudios de latín, griego y matemáticas.

La combinación de trabajo y estudio, unido al hecho que debe atender al sostenimiento económico de su madre, la conduce a un agotamiento físico, obligándola a tomar un largo descanso, trasladándose a Puebla en 1875. Pero no permanece mucho tiempo inactiva. Después de su recuperación reanuda su trabajo con mucho éxito llegando a tener una numerosa clientela.

Pronto atrae sobre ella la crítica y la envidia de sectores retrógrados y misóginos. Es calumniada injustamente y señalada como «apóstata» con el cargo de profesar la religión protestante, acusación grave de la que se valían, en aquellos tiempos, los medios eclesiásticos y conservadores para destruir a quienes contradecían las normas establecidas.

Particularmente, fueron mujeres contestatarias y de avanzada, las víctimas de esta cruzada fundamentalista en varios países del continente. Matilde Montoya no fue una excepción.

La campaña de desprestigio dio resultado y Matilde debe abandonar Puebla para buscar trabajo en Veracruz, una vez perdida su clientela.

Meses después es requerida por mucha gente de Puebla que le pide que regrese al convencerse de la falsedad de las acusaciones. Este es un momento de decisiones en su vida profesional. Considera que ha llegado el momento de avanzar en su carrera y que la forma de hacerlo es estudiando medicina.

2003/AMP/MEL

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