A más tardar para el próximo mes de agosto la alta comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Mary Robinson, dejará su cargo, por lo que el secretario general de la organización está buscando quién la sustituya.
Si bien hasta el momento se desconoce quiénes podrían ocupar el lugar de Robinson –expresidenta de Irlanda y reconocida por diversas organizaciones internacionales de derechos humanos como una de sus principales promotoras en el mundo– el reto es enorme para quien ocupe su lugar.
De acuerdo con información proporcionada por la Comisión de Derechos Humanos, cada año les llegan vía fax, correo postal o electrónico, poco más de 100 mil denuncias de violaciones a las garantías individuales de las personas. La mayoría señalan como responsables directos de esas violaciones a los oficiales gubernamentales de sus respectivos países.
Cada denuncia se clasifica en el Palacio de las Naciones, en Ginebra, según sus necesidades: asistencia legal, operaciones de campo, visitas a los países y asistencia técnica. El trabajo de la alta comisionada de Derechos Humanos, aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en 1993, pretendió ser un liderazgo moral, pronunciándose por la protección de los derechos humanos, sin violentar la soberanía de los países.
A decir de Anne Bayefsky, profesora de derecho internacional en la Universidad de York, en Toronto, Canadá, la Comisión de Derechos Humanos envió a 11 –de los 189 países miembros de Naciones Unidas– diversas resoluciones sobre atropellos a los derechos humanos, durante su reunión anual celebrada en Ginebra el mes pasado.
En su artículo publicado ayer en el New York Times, Bayefsky indicó que la mayoría de los países miembros de la Comisión de Derechos Humanos evitan criticar de manera directa a los estados con problemas de violaciones a las garantías individuales; como es el caso de Israel, que en los últimos 30 años ha ocupado 15 por ciento del tiempo del trabajo de la Comisión y ha recibido la tercera parte de las resoluciones de esta oficina.
El 18 de marzo pasado, durante la inauguración de la sesión 58 de la Comisión de Derechos Humanos, Robinson aseguró que en muchas ocasiones su voz ha sido incómoda; sin embargo, dijo, «he obedecido el mandato que me dio el secretario general en el sentido de ser una observadora dentro de las Naciones Unidas».
Igualmente señaló que entre los retos que la oficina del alto comisionado tiene está darle seguimiento a las nuevas agendas que los países han convenido sobre el tema de derechos humanos; especialmente relevantes luego del atentado terrorista del 11 de septiembre, puesto que resurgen en el mundo el antisemitismo y el antislamismo.
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