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Una de cada 10 jóvenes ugandesas contraerá VIH/Sida

Por Lyndal Rowlands*
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La ugandesa Mambera Hellem conversa con sus jóvenes amigas y vecinas sobre todos los tipos de anticonceptivos. Pero sabe que muchas de ellas no usarán preservativos, a pesar de que en Uganda, las adolescentes y las jóvenes tienen un mayor riesgo de contraer el virus de inmunodeficiencia humana (VIH).
 
Al preguntarle a Mambera y a su amiga Kyolaba Amina quién decidía a la hora de usar condón, si el hombre o la mujer; ésta última sonrío. “No es fácil para una mujer comenzar a usarlo porque dispara cuestionamientos sobre la confianza”, precisó. “El marido le pregunta a la esposa si no confía en él”, acotó.
 
Pero Kyolaba tiene sospechas más oscuras; algunos hombres “quieren infectar de forma deliberada a sus esposas”, explicó.
 
“No sé por qué los hombres lo hacen, pero conozco un caso en el que la mujer y el hombre tuvieron resultados discordantes (de VIH), y él no quería comenzar a usar condón porque antes tenían relaciones sin protección y no entendía por qué ahora ya no podían”, relató.
 
Mambera y Kyolaba trabajan en la clínica Christa, en Jinja, una localidad sobre el lago Victoria, en Uganda, que ofrece servicios de planificación familiar de bajo costo y gratuitos para esa comunidad pobre.
 
En este país donde abundan los mitos sobre los anticonceptivos y sus efectos secundarios, las formas más seguras que tienen las mujeres de protegerse son las inyecciones de Depo-Provera, conocidas como “depo”, y los dispositivo intrauterinos (DIU).
 
“Hay muchas mujeres que tienen hijos todos los años, y es a ellas a las que apuntamos”, indicó Mambera.
 
Algunas prefieren usar DIU o depo porque, a diferencia de los preservativos, pueden mantener su uso en secreto sin que se enteren sus maridos. Pero ese no es el único aspecto de su vida sexual que les ocultan.
 
“Hablamos del VIH y les decimos que se hagan un análisis clínico, pero muchas temen planteárselo a sus maridos y prefieren hacérselo en secreto”, indicó Kyolaba.
 
“Tengo el ejemplo de mi vecina que llegó a la clínica y el análisis de VIH le dio positivo, pero lo ha mantenido en secreto, no le dijo a su esposo por temor a instalar la violencia en el hogar”, relató.
 
Mientas IPS conversa con Mambera y Kyolaba, en el patio de la clínica Christa, un grupo de mujeres acunan a sus hijos mientras observan a una enfermera que les explica cómo se usa el condón.
 
Los servicios que ofrece la clínica son irregulares, en el mejor de los casos, en este país que tiene una de las mayores tasas de fecundidad del mundo, en promedio seis hijos por mujer en edad fértil.
 
Pero en los últimos años, surgió en este país y en otros de África subsahariana una estadística diferente, aunque igualmente preocupante.
 
Las jóvenes contraen VIH, causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), a una edad mucho menor que los hombres.
 
A los 21 años, una joven ugandesa tiene una probabilidad en 10 de ser portadora del virus del sida.
 
Una joven de entre 15 y 24 años tienen más del doble de probabilidades que un hombre de su misma edad de infectarse con el VIH.
 
Según las últimas estadísticas de 2011, 4.9 por ciento de las mujeres y las niñas de esas edades contraerán el VIH, a diferencia de 2.1 por ciento de varones, con un aumento pronunciado de las probabilidades para las jóvenes de entre 15 y 21 años.
 
Sin poder decidir si su compañero sexual usa o no condón, las jóvenes pierden la capacidad de protegerse a sí mismas, ya que es el único método anticonceptivo que también previene las infecciones de transmisión sexual.
 
El médico Akinyele Eric Dairo, oficial a cargo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en Uganda, coincidió con Mambera respecto de que las mujeres no tienen ninguna incidencia en el uso del preservativo por parte de los hombres.
 
“En lo que respecta al uso del condón, los hombres tienen más peso que las mujeres”, dijo a IPS. “Su uso genera una suerte de dependencia de ellas”, observó.
 
La preferencia por otros tipos de anticonceptivos refleja el temor al embarazo en las jóvenes que no se han casado, apuntó Dairo.
 
“Las consecuencias del embarazo se manifiestan mucho más rápido que las del VIH y otras infecciones de transmisión sexual”, añadió.
 
Como resumió Catherine, una enfermera del hospital de Jinja: “Su mayor temor es el embarazo, no saben que pueden tener otros problemas.”
 
Eso puede deberse, en parte, a que el acceso al tratamiento con antirretrovirales redujo mucho, no sólo la propagación del VIH, sino también el estigma en torno a la enfermedad. “La gente me ha dicho, eso es como ser diabético”, relató Catherine.
 
La increíble disponibilidad de antirretrovirales permitió un avance significativo de la lucha contra el sida en África subsahariana. Pero ese logro podría revertirse si los esfuerzos de prevención en un grupo tan vasto como la adolescencia siguen fracasando.
 
Por ello, Loyce Maturi, una zimbabuense de 23 años que contrajo el VIH a los 16, recibió una invitación para participar en una conferencia de alto nivel en la sede de la Organización de las Naciones Unidas de Nueva York, a principios de este año.
 
“Al compartir mi historia, espero transmitir la idea de que en tanto mujeres adolescentes y jóvenes somos vulnerables, estamos en riesgo y somos las más infectadas y afectadas por las epidemias en relación con otros grupos de edad”, señaló Loyce.
 
Garabateado en el margen de la hoja con su discurso, que mostró luego a la prensa, se podía leer: “Es necesario que prioricemos a las poblaciones clave HSH (hombres que tienen sexo con hombres), trabajadoras sexuales, personas que se inyectan drogas, cárceles y migrantes”.
 
La respuesta contra el VIH/Sida se concentra en esos grupos de riesgo, pero ninguno es vulnerable solo por su condición de género o su edad, y por eso es tan importante atender las razones por las cuales las jóvenes tienen una tasa de infección tan alta.
 
Como explicó Dairo, muchas veces a las adolescentes las fuerzan a tener relaciones sexuales y las casan de forma prematura, y a menudo con hombres mayores.
 
Su vulnerabilidad también aumenta porque pueden ser víctimas de violencia, incluso sexual, y porque tienen menos posibilidades de acceder al sistema educativo y a los recursos económicos, en comparación con las posibilidades de sus compañeros, añadió.
 
Eso empuja a las jóvenes a buscar hombres mayores que las ayuden a pagar el transporte y la escuela, lo que termina creando una dinámica de poder desigual, que hace altamente improbable que tenga poder de decisión sobre si su compañero usa o no condón.
 
Por ello, no basta con enseñar a los jóvenes a usar preservativos, si no se atienden las desigualdades de género, que elevan la vulnerabilidad de las mujeres jóvenes.
 
*Este artículo fue publicado originalmente por la agencia internacional de noticias IPS.
 
16/LR/LGL

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