Ahora nos referiremos a la estructura muscular del abdomen. Los músculos de la pared abdominal forman tres capas y sus fibras corren en tres direcciones, lo que ofrece una barrera flexible capaz de expandirse y contraerse para acomodar cambios de volumen en los intestinos, vejiga y útero (Atlas del cuerpo humano, 1995).
A diferencia de la espalda con músculos íntimamente ligados y orientados en el mismo sentido, sostiene Therese Bertherat, la musculatura delantera del cuerpo no está unida. «Los abdominales no están directamente unidos a los músculos de delante de los muslos», por ejemplo, siendo más débiles que la parte posterior (La guarida del tigre, 1990). La contracción de los músculos de la espalda es la causa principal, dice, de la mala postura: joroba, cintura hundida y panza abultada.
Ya hablamos en el artículo anterior del papel de la respiración desde esta parte de nosotras/os mismas/os. Cuando fluimos en la vida con nuestros sentimientos y, por tanto, con nuestras necesidades, la respiración es rítmica y profunda, proporcionando a los órganos internos un masaje de bombeo que los mantiene oxigenados, lubricados y en una posición correcta dentro de la cavidad abdominal. Pero cuando hay bloqueos, la respiración se acorta presentándose malestares estomacales de toda índole.
El diafragma es el músculo responsable del 75 por ciento del esfuerzo respiratorio (Anatomía cromodinámica, 2000): se contrae durante la inspiración (se aplana aumentando las dimensiones verticales del tórax) y se relaja al espirar (empujado hacia arriba por los órganos abdominales que están por debajo de él).
Para Bertherat no hay un movimiento para «aprender a respirar». No obstante, realizar movimientos que liberen la musculatura liberan también el aliento, alargan la nuca y hacen que la boca se abra. Señala, «si tienen permiso para moverse, los músculos de las costillas y del vientre despiertan al plexo solar (tercer chakra o centro de energía), en el cruce del sistema nervioso vegetativo, justo bajo el diafragma, donde se cruzan los nervios simpáticos (se ocupan del aumento de la frecuencia cardiaca y respiratoria) y los dos nervios neumogástricos».
Para saber quién eres desde el abdomen recuéstate en el suelo boca arriba, encoge una pierna y luego la otra resbalando lentamente los pies sin despegarlos del piso, reposa la barbilla sobre el pecho, con los ojos abiertos y mirando hacia el frente toma contacto con tu respiración, observa cómo entra el aire desde la nariz y hasta dónde llega, expira por la boca. Realiza este ejercicio por 10 minutos ¿Qué observaste? Escribe tus anotaciones en el Diario del Cuerpo.
*Periodista mexicana.
04/BJ/