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Una revolución por las mujeres

Por Soledad Jarquín Edgar

México, en la antesala de un proceso electoral. América Latina, por las definiciones comerciales sobre los derechos humanos o, finalmente, por la búsqueda de otro mundo posible, en la Cumbre de las Américas; claro, desde de la visión de los gobernantes.

Ahora que estaba en un repaso, previo al 95 aniversario de la Revolución Mexicana, me pregunté en qué momento las y los habitantes de este país repetimos la historia; la más cuestionable de mis preguntas fue cuál será la salida casi cien años después de aquellas guerras civiles, cuando las demandas eran justicia social, tierra para los campesinos (lo mismo que un siglo antes -1810- había solicitado Morelos en los Sentimientos de la Nación) y mejores condiciones laborales para los obreros…

Se buscaba la democracia y la modernización. No olvidemos aquello de sufragio efectivo, no reelección y elecciones libres. O, tal vez la cita que desató todo tipo de estímulos, como la pronunciada por Porfirio Díaz, en el sentido de que México, finalmente, estaba preparado para la democracia. Hoy todavía se escuchan esas voces, a sólo unos meses de la segunda elección presidencial del siglo XXI. Vuelta tras vuelta.

Cien años después de esa revolución el país se ha alfabetizado: la mayoría sabe leer y escribir. Pero en Oaxaca, el analfabetismo, uno de los fantasmas del pasado, es realidad cotidiana para 500 mil personas. Dos de cada 10 habitantes de ese estado no saben leer ni escribir y, de ellos, 77 por ciento son mujeres. La promesa del sexenio con Ulises Ruiz, es acabar -mediante el método cubano- con ese fantasma.

Los fuertes vientos de Stan dejaron sin techo a miles de familias, en el sureste del país. Qué curioso, los mismos de siempre: las y los pobres que, «por necesidad», «por engaños» y quizá hasta por necios -pero, sobre todo, porque no tuvieron otra alternativa debido a la pobreza- viven en zonas de alto riesgo, como las márgenes de un río o laderas de los cerros.

Muy frecuentes son aún las demandas por tierras, ahora sobre todo de las campesinas que, por razones de género, son discriminadas en los viejos sistemas patriarcales de reparto de la tierra.

Muy frecuentes son también las demandas de trabajadores de maquiladoras, porque los acuerdos de libre comercio pasaron sobre la Constitución, sobre los derechos humanos; y se repiten las interminables violaciones a lo que establece la ley: jornadas laborales de más de ocho horas; petición de certificados de no gravidez a las mujeres; malas condiciones de los centros laborales, muchas veces sin baños, sin agua, sin tiempo para los alimentos, sin aguinaldos, sin prestaciones reales. ¿Eso a que le suena?

Pero no sólo las maquiladoras, es decir, no sólo las trasnacionales violentan los derechos de las y los trabajadores mexicanos. En Oaxaca, los empresarios del turismo despiden a sus trabajadores antes de cumplir seis meses para que no alcancen derechos o aguinaldos, y lo mismo sucede con algunos empleados en el gobierno estatal, a quienes se les contrata y recontrata cada tres meses.

México se ha detenido: el tiempo y los rezagos son presencia y presente. Así, la pobreza y la desatención gubernamental, que hacen el caldo de cultivo y la justificación perfecta con los usos y costumbres, permiten que prevalezca lo injustificable. Por violencia de género en la entidad se han registrado, en este año, 24 asesinatos; 78 decesos por cáncer cérvicouterino -en el primer semestre del año- y 55 más por muerte materna.

Pero las cifras de los rezagos que viven las mujeres, todas las mujeres, no sólo las pobres ni las analfabetas, poco importan a las instituciones, que por ahora viven la crisis de fin de año y el contagio político de las próximas elecciones.

Así empezó el proceso electoral. Con un panorama que se repite. Por eso la frase aquella de que quien no conoce su historia se condenará a repetirla.

En el plano internacional, George W. Bush, y su hegemonía comercial tienen reveses fuertes. Aunque el grito de inconformidad contra los tratados comerciales surgió desde hace muchos años, esta vez salió de voces que gobiernan y no de altermundistas a quienes el capitalismo manda callar con tanques de agua o con el descrédito por sus «actos vandálicos». Pero no lo logra de una forma ni de otra.

Lo cierto es que nadie en su sano juicio podría permitir un retroceso en la lucha de los derechos humanos de las personas. Bush y las figura que representa, incluyendo a Vicente Fox -que como siempre le anda buscando tres pies al gato- deben darse cuenta de que sus alcances no se miden de la misma manera que hace apenas unos cuantos años.

Una petición de última hora: por favor que alguien le diga al presidente Fox que ya no diga más tonterías, que ambos es relativo a dos y no a cuatro. Y que entendemos que hay analfabetas felices y analfabetas infelices.

Agradezco sus comentarios a esta colaboración: [email protected]

*Periodista mexicana

05/SJ/YT

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