Inicio Unos lo hacen en 35, los mexicanos en 17 minutos

Unos lo hacen en 35, los mexicanos en 17 minutos

Por Lydia Cacho

Conmocionados quedaron los medios mexicanos este diez de mayo con la noticia más orgásmica del año y difundida por Cimacnoticias. En Esperantina, municipio de Piauí, Brasil, el alcalde y su consejo municipal aprobaron una ley para promover el placer sexual y el orgasmo, tanto entre hombres como entre mujeres.

Tan novedosa decisión se tomó luego que los legisladores detectaron, en un estudio elaborado por la Universidad de Piauí en su municipio, que solamente 28.7 por ciento de las mujeres tienen orgasmo durante el coito; lo que a decir del concejal Arimateio Dantas es catastrófico, puesto que la creciente insatisfacción sexual provoca graves consecuencias sociales.

¿Cuáles?, se preguntarán, si las consecuencias de una vida sin orgasmos son, entre otras, depresión, alejamiento de la pareja, pobre desempeño en el trabajo, desgano, mal humor y neurosis, por decir sólo algunas. Desde luego que todos estos malos son comprensibles al saber que en cada orgasmo el cerebro produce una buena cantidad de endorfinas, sustancia química encargada de producir una satisfacción de bienestar generalizado, alegría y tranquilidad.

Un orgasmo nivela también la presión arterial y la cantidad de azúcar en la sangre, quema calorías, fomenta la creatividad artística y renueva la energía corporal. Un orgasmo equivale a la renovación de células que producen tres horas de sueño, elimina el estrés y rejuvenece la piel puesto que mejora la circulación sanguínea.

Bajo el lema «Hombres y mujeres del mundo uníos en un orgasmo», los miembros del ayuntamiento de Piauí y la sociedad civil acordaron dedicar formalmente un día para reflexionar sobre el orgasmo; esto con la finalidad de instruir a la sociedad para que viva una sexualidad más plena y sana.

En este sentido resulta curioso e inevitable reflexionar sobre las diferencias culturales entre México y Brasil. Mientras en éste la sensualidad y sexualidad se ve como algo integral de la vida social, en México ambas están cubiertas por un velo moral-religioso que permea a la sociedad creando esos tabús que las y los brasileños desconocen.

Los santos y las místicas misóginas (como Santa Teresa, que escribió que ella sí podía opinar porque tenía un cerebro de varón en un débil cuerpo de mujer) han convertido en ley esos conceptos medievales que detestaron el cuerpo femenino y el placer sexual, castigando la lascivia como un mal demoniaco.

Pero ese discurso moral religioso no ha impedido que las y los mexicanos seamos dueños de nuestra lascivia y deseo carnal; por el contrario, ha fomentado la cultura de la infidelidad y de la doble moral: con la esposa el misionero silencioso y con la amante el multiorgasmo.

Ese discurso moral religioso ha fomentado que las mujeres escriban en nuestros talleres de sexualidad femenina cosas como esta de Sofía:

«Me masturbo tres veces al mes, siempre llego al orgasmo intensísimo, el mismo que alcanzo pocas veces con mi esposo. Pero me siento más cómoda sola, creo que él se siente dolido porque ante su único clímax una puede experimentar varios orgasmos. Además sé que por nuestra educación a él no le parece bien que yo me toque durante el acto amoroso, por lo que me da miedo que él piense que me gusta demasiado el sexo… Sabes, él es hotelero, viaja mucho y me celaría.»

La de las y los brasileños es una estupenda lección para reflexionar sobre la importancia que la salud sexual tiene en relación con la emocional y sicológica de la población. Sobre todo si la afamada sexóloga Sheri Hite tiene razón al asegurar que el 84 por ciento de los hombres pasan más tiempo hablando de su sexo ficticio que haciendo gozar a su pareja y aprendiendo a gozar ellos mismos.

Y más todavía cuando las estadísticas dicen que el tiempo promedio que un mexicano ocupa para hacer el amor es de 17 minutos, comparados con el europeo que le dedica por lo menos 29 y 35 minutos los brasileños y cubanos.

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