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Usos y costumbres atentan contra derechos de jóvenes indígenas

Por Guadalupe Cruz Jaimes

Ante el desinterés de las autoridades del país, las organizaciones civiles promueven los derechos sexuales y reproductivos entre las jóvenes de comunidades indígenas, donde este tema “no se toca”.
 
Catalina Martínez, integrante del área de Salud de la organización Kinal Antzetik-DF, explicó que en esas comunidades algunos usos y costumbres limitan el ejercicio de estos derechos: “Se prohíbe hablar de sexualidad, ellas ni siquiera pueden recibir información para evitar un embarazo no deseado”. 
 
La indígena triqui, originaria de Santo Domingo del Estado, en el municipio oaxaqueño de Putla Villa de Guerrero, añadió que cuando las adolescentes y jóvenes acuden al centro de salud a pedir informes o métodos anticonceptivos no hay confidencialidad.
 
“Y al rato, todo el pueblo sabe que la joven fue al centro de salud y que le dieron algún método, y es visto como algo malo”, refirió.
 
En su comunidad, dijo, las adolescentes y jóvenes no tienen otras alternativas para obtener información y métodos de control natal. “Sólo hay una farmacia y una vez fuimos a preguntar si tenían pastillas de anticoncepción de emergencia, y el doctor no las conocía”, abundó.
 
Martínez indicó que la restricción de información acerca de cómo ejercer una sexualidad sin riesgo de tener un embarazo no deseado o adquirir una infección de transmisión sexual, limita sus herramientas para poder decidir sobre sus cuerpos.
 
En las escuelas de educación básica “tampoco les hablan de cuáles son sus derechos sexuales y reproductivos”, debido al desinterés del personal docente.
 
En este escenario, las organizaciones civiles promotoras de esas garantías se acercan a las adolescentes y jóvenes para darles información al respecto, “pero es difícil que nos escuchen, porque ellas obedecen a sus familias, regidas por la costumbre de la comunidad”.
 
En tanto, prevalecen usos y costumbres que atentan contra los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, como la venta de niñas y adolescentes, la exigencia de que las mujeres sangren durante su primera relación sexual, y la aceptación de que un hombre viva con más de una pareja.
 
Otra de las costumbres es que para acudir al control prenatal en el centro de salud, las embarazadas tienen que asistir acompañadas por el esposo o la suegra, mencionó la activista.
 
Eliminar los usos y costumbres que violentan a las mujeres “es muy complicado” porque los hombres de la comunidad se resisten a aceptar que “la costumbre las agrede”. 
 
En este panorama, Catalina Martínez indicó que la labor de concientización que realizan las organizaciones se fortalecería con la intervención de las autoridades, pero “no les interesa trabajar en esto”.
 
“Les proponemos talleres, les hablamos de la importancia del cuidado de la salud de las mujeres, y nos dicen que no. Sólo se enfocan en los llamados proyectos productivos, en las cuestiones materiales”, lamentó la activista.
 
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