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Vencen cubanas obstáculos para afianzar liderazgo en el campo

Por Helen Hernández Hormilla
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Ante la falta de trabajo remunerado para las mujeres rurales, líderes de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) emprenden proyectos que garanticen la independencia económica femenina y rompan inequidades de género.
 
Cuando en 2010 Idelbis Dieppa comenzó a dirigir la Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS) Sabino Pupo, en el municipio camagüeyano de Nuevitas, a 535 kilómetros de la capital, La Habana, debió enfrentarse a la “desconfianza machista” por ser la única mujer en una de las cooperativas más improductivas de la zona.
 
Cuatro años después, la CPA tiene mejor rendimiento, sumó más de 30 asociadas y captará a otras cuando, a fines de año, se inaugure la florería, salón de belleza, lavandería y quesería surgidas por un proyecto de fortalecimiento de la agricultura suburbana que financia la organización internacional Oxfam.
 
Estos inusuales servicios para localidades rurales figuran entre las 17 iniciativas apoyadas tras una convocatoria para estimular emprendimientos femeninos colectivos, lanzada en 2011 por la organización cooperativa entre 10 municipios de las orientales provincias de Camagüey, Las Tunas y Holguín.
 
Varias minindustrias, una ponchera y centros de gestión de microorganismos eficientes son otras propuestas beneficiadas con equipamientos, medios de transporte y capacitación por este proyecto, que también suma fondos de la Unión Europea (UE), la Agencia de Cooperación del Gobierno Vasco y la embajada de Japón en Cuba.
 
Si al principio golpeaba el prejuicio de que las mujeres del campo se deben al hogar, Dieppa asegura a SEMlac que, con los nuevos aprendizajes, ellas van tomando conciencia de sus derechos y la necesidad de contar con ingresos propios.
 
“Los esposos de las campesinas también se han dado cuenta de que es bueno para la familia que ellas trabajen, pero ha sido un proceso de cambio mental muy difícil”, confiesa entusiasta la actual funcionaria municipal de la Agricultura en Nuevitas.
 
Leonor Pedroso también enfrentó resistencias familiares cuando decidió vincularse como costurera al proyecto “Mujeres emprendedoras rurales”, de la ANAP, apoyado por la organización civil ACSUR-Las Segovias, con financiamiento de la UE.
 
“Siempre me dediqué informalmente a la costura, pero mi esposo nunca me dejó trabajar en la calle”, dice a SEMlac esta campesina de 63 años, que inclina la mirada tímida cuando narra una vida enteramente dedicada al cuidado familiar.
 
Al insertarse al proyecto por la CPA 25 Aniversario, del municipio de Florida, en Camagüey, Pedroso aprendió cómo planear un negocio y quiere montar en su casa un local para enseñar lo que sabe a las jóvenes de la comunidad.
 
En los cursos, recibidos junto a otras emprendedoras, comprendió que los límites femeninos son resultado de un orden social injusto y posible de transformar.
 
“Son tabúes que se transmiten de generación en generación y hay que romperlos para que las jóvenes no pasen por lo mismo que nosotras”, sostiene a SEMlac.
 
Otras 23 mujeres dedicadas a la producción animal, el cultivo de la tierra, la artesanía y el liderazgo campesino en las provincias de Artemisa (a 102 kilómetros de La Habana), Camagüey y Granma (a 742 kilómetros al este de la capital isleña) participan del proyecto, que tiene entre sus objetivos una mayor incorporación femenina a procesos productivos y de decisión en el ámbito rural.
 
“Quisimos favorecer la gestión de líderes capaces de empoderarse y multiplicar su experiencia en la comunidad y otros espacios”, aclara a SEMlac Lorena Rodríguez, técnica de proyectos en ACSUR-Las Segovias.
 
BARRERAS
 
Aún sin concluir, ambas experiencias muestran avances en la autoestima y conciencia de género de sus participantes, según arrojaron talleres de intercambio convocados por la ANAP, Oxfam y ACSUR, entre el 26 y 28 de junio en Granma y Camagüey.
 
Los saberes adquiridos con las capacitaciones organizadas por los proyectos muestran luces para superar obstáculos comunes, vinculados al machismo vigente dentro y fuera de casa y aún muy recio en los espacios rurales.
 
“Algunos presidentes de cooperativas y dirigentes de la agricultura no confían en que las mujeres puedan concretar sus emprendimientos y esto las presiona, además de que los mecanismos burocráticos del país han retrasado la llegada de los equipos e insumos”, detalla a SEMlac Kenia Lorenzo, una de las facilitadoras de los talleres.
 
Según la socióloga, las condiciones de vida del ámbito rural frenan el desarrollo de las mujeres porque existen pocos espacios de socialización y las oportunidades de servicios y empleo para ellas son muy limitadas.
 
Por otra parte, las cooperativas carecen de mecanismos para contabilizar los aportes femeninos, porque las actividades que realizan ellas son más invisibles y precarizadas.
 
Las mujeres constituyen alrededor de 47 por ciento de los más de 2 millones 800 mil personas que habitan en áreas rurales cubanas, según Datos del Centro de Estudios de Población y Desarrollo (Cepde), de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
 
Pero la ANAP, que desde 2005 cuenta con una estrategia para cerrar brechas de género en su organización, tiene sólo 65 mil 993 mujeres, aproximadamente 17 por ciento de su membresía, según datos de este año publicados en el periódico oficial Granma.
 
“Es necesario incrementar la participación de las mujeres rurales, pero no de manera asistencialista”, advierte Lorenzo, de ahí que pondere las capacitaciones ofrecidas por ambos proyectos desde hace un año, en función del liderazgo femenino.
 
Autoridades del sector agropecuario aseguran que, en los últimos tiempos, ellas han ascendido a puestos de decisión, al sumar más de 300 directoras de cooperativas en la isla caribeña.
 
“El mundo rural está pensado para los hombres, las herramientas de trabajo que se importan son diseñadas para ellos y las labores que realizan las mujeres no se valorizan”, acentúa a SEMlac Ania
Mirabal, asesora de “Mujeres emprendedoras rurales” de ACSUR.
 
“Falta crear oportunidades locales para el desarrollo de las mujeres en igualdad de condiciones, por eso estos proyectos favorecen la conciencia colectiva y les dan valor a mujeres rurales para protagonizar el cambio”, afirma la educadora popular.
 
Yohanka Valdés, especialista de género de Oxfam, cree que el valor agregado del proyecto es promover una gestión económica sólida y diversa entre las mujeres dentro de una organización mixta como la ANAP.
 
“Lo importante es que ellas mantengan las iniciativas y las hagan crecer, aun cuando no cuenten con todos los recursos en el futuro”, considera Valdés.
 
La experta en género advierte que, si bien el empoderamiento femenino depende de una independencia económica efectiva, también es necesario un proceso que acompañe el crecimiento personal, y asegure que sean las mujeres las que verdaderamente disfruten de su trabajo.
 
“Antes las mujeres del campo eran sólo para la casa y el marido, pero rompimos esas barreras y, aunque con dificultades y miedo, somos más felices”, reflexiona Nubia Hernández, a punto de ser nombrada directora municipal de la Agricultura en Guanajay, Artemisa, un puesto que nunca antes ocupó una mujer.
 
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