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Vio Spencer Tunick cien Fridas en la Casa Azul

Por Carolina Velásquez

Todo fue impactante, dice Marcela Romero, contadora de cuentos y promotora cultural mexicana, sonriendo y subiendo la voz, «todos igualmente expuestos, al quitarnos la ropa nos uniformamos, quedó de manera muy evidente que así, sin ropa, todas y todos somos absolutamente iguales».

Luego de comentar sonriente, una y otra vez, su satisfacción de haber estado en el zócalo de la Ciudad de México, el 6 de mayo pasado, y un día después en la casa-museo de Frida Kahlo, no puede disimular su gozo de, además, vivir la experiencia de haber conversado con Spencer Tunick, el lunes por la noche en un coctel que dio el fotógrafo estadounidense a un grupo de aproximadamente 100 mujeres que posaron para él, desnudas, con el rostro de Frida.

Marcela no sólo vivió la experiencia «única» de estar desnuda, junto con otras y otros miles frente a la cámara del fotógrafo Spencer Tunick en el zócalo de la Ciudad de México, la mañana del ya considerado emblemático domingo 6 de mayo, cuando en medio de la euforia mujeres y hombres gritaron al unísono: ¡Norberto Rivera, el pueblo se te encuera! y ¡Voto por voto! ¡Casilla por casilla!

También fue elegida junto con otras mujeres a estar en las fotografías de rostros y cuerpos femeninos que evocaron a Frida Kahlo posando sin ropa, de cuerpo entero, para Tunick, sin los ojos curiosos de la prensa, en el jardín de la Casa Azul, hoy museo, de Frida Kahlo. Espacio donde además del equipo técnico de Tunick y el personal de la Universidad Nacional Autónoma de México (institución que avaló el evento) hubo sólo un periodista: Carlos Monsiváis.

Por la noche, y en reconocimiento al apoyo de estas decenas de Fridas, alrededor de cien, Tunick ofreció en el Hotel Condesa un coctel. Ahí Marcela Romero conversó con él por algunos minutos, comentándole lo que sucedía en la plancha del zócalo y avenida 20 de Noviembre mientras se tomaban las fotografías.

Se la va a hacer, asegura.

«Me fui acercando, le dije en inglés ¿puedo hablar contigo?, un segundo», así logré captar su atención. «Quiero decirte que no sé si tú sabes el significado de tu presencia aquí. Ha sido como una explosión de gozo en medio de situaciones muy difíciles que está viviendo la Ciudad de México».

A partir de ese momento le puso «todo la atención del mundo». Marcela extendió la mano para darle un regalo.

«Le di una alegría con nueces y pasitas. Y, bueno, me dice: «¡Ay!, comida de pajarito, pero no tengo pajaritos». No, es para ti, es un dulce típico de aquí, se llama alegría. Te lo traigo en retribución por la alegría que nos trajiste».

Luego de una breve interrupción para repartir otras alegrías para el staff de Tunick, le pregunté, relata Marcela.

«¿Alguien te dijo o entendiste lo que gritábamos? Respondió que no, que nadie se lo había dicho. Le expliqué qué significaban las consignas. ¡De veras paso todo eso allá abajo!, respondió sorprendido. Le dije que sí.

En ese momento me dio una tarjeta, pidiéndome que escribiera. «Me encantaría tener una crónica en mi poder», con todo lo que le había platicado.

No tenía ni la menor idea de lo que habíamos gritado, comenta Marcela, aún con asombro.

NOS UNIFORMAMOS

«Al principio medio me estaba rajando, había una sensación extraña, escuché los comentarios de algunos jóvenes que no me gustaron. Al final fue distinto. Todos igualmente expuestos, todos muy en el rollo de las instrucciones del fotógrafo.

«Lo más impactante fue al quitarnos la ropa. Nos uniformamos. Eso fue muy interesante. Yo pensé que en el momento de quitarnos la ropa iba a ver silencio. No fue así. Quedó de manera muy evidente que absolutamente iguales somos. Sólo en una ocasión vi una mirada morbosa.

«La gente te miraba pero no te miraba. Estaba igual de vulnerable. Sí tú me ves, yo te veo. Como quieres evitar que te vean. No ves.

Estas en igualdad de circunstancias»

Fue distinto cuando las mujeres quedaron en grupo desnudas, cuenta.

«Nos sentimos desnudas. Hubo muchos gritos y protestas. Los chavos muy bien. Hicieron una vaya. Nos protegieron, llegabas corriendo a ponerte la ropa».

No puede evitar festejar las consignas.

«Al final, ya sabes, al ir a 20 de Noviembre, gritamos la unísono: «¡Norberto Rivera, el pueblo se te encuera! ¡Voto por voto. Casilla por casilla!», que se transformó en «¡Foto por foto! ¡Desnudo por desnudo!». Espérate, todavía faltaba lo mejor».

CARLOS MONSIVÁIS, ÚNICO OBSERVADOR

Al final de las tomas del domingo en la plancha del zócalo, Tunick pidió que las mujeres de pelo largo fueran al Hotel Majestic. Ahí seleccionó a aproximadamente a 90 mujeres.

«Dijo nos vemos en un lugar, no digan nada, no quiero la presencia de los medios. Les voy a dar un papelito con la dirección donde nos vamos a ver, a las 5: 45 de la mañana, al otro día, el lunes. La cita fue en El Parnaso, en el centro de Coyoacán, ahí había un camión para llevarnos al lugar de la locación. Era un autobús foráneo que se llenó. Yo no alcancé lugar y me fui caminando. Era muy cerca. En la calle de Londres, la casa de Frida.

«No había prensa, por un momento vimos un helicóptero de alguna radiodifusora que empezó a sobrevolar muy bajito, cuando estábamos en el jardín de la casa».

Ahí las recibió Tunick, quien les pidió se trenzaran el pelo.

«En el proceso fue modificando. Tiene una idea y la cambia. Primero nos dijo «quiero que el pelo sea muy lacio, las que tengan el pelo chino se lo planchan» y luego nos pidió que nos hiciéramos trenzas. También que nos pintáramos las cejas como las de Frida.

«Nos dieron pasadores, estambres, lápices para hacernos las cejas. Había, además, dos o tres fotos de Frida para que las viéramos y maquillarnos y amarráramos las trenzas, arriba, como ella. Fue padre. Todavía vestidas nos arreglamos, era un ambiente festivo, solidario, todas ayudaban a todas, riendo, haciendo bromas, las asistentes ayudando. Una le trenzaba el cabello a la otra».

Las diferencias eran el signo del grupo.

«Me enteré que había una reportera de Guadalajara, actrices, funcionarias, gente dedicada al arte, una locutora, una mamá y su hija, amas de casa. Llegó una señora con todo el pelo cano, se trenzó y salió en la foto. Había de todo, quienes querían estar al frente, otras que no les importaba ser del montón, quienes se quedaron intencionalmente atrás.

«De repente dijo, vamos a estar en el jardín. Ahí les voy a tomar la foto, primero trenzadas y otra con el pelo suelto. Nos quitamos la ropa. Y avisó que habría una sorpresa al final (como que le encantan las sorpresas).

«Hubo fotos en escenarios distintos. Repartidas en todo el jardín, sentadas como la Frida de Diego: de rodillas sentadas sobre los pies. Él no pidió eso, dijo que en el piso, nada más suelo, pero todas acabamos asumiendo esta posición. Luego en una pequeña fuente, paradas, todo fue muy rápido, por la luz, 5, 6 ó 7 tomas breves. De ahí pasamos a la pirámide. Nos desatamos el chongo y dejamos que las trenzas cayeran para que se vieran. Todas muy bien, paradas, sin que nadie quisiera lucirse».

Llegó la sorpresa.

«Al final le pidió a Carlos Monsiváis que saliera al jardín. Ya varias lo habían visto. Le aplaudimos. Había estado ahí desde el principio, observando, fue una maravilla el respeto y cariño hacia él de parte de todas, a nadie le importó. Fue chistoso porque luego llegó un funcionario de la UNAM, Gerardo Estrada, y la reacción fue otra. Empezaron a preguntar «¿quién es ese señor?». Llegó tarde y nos incomodó, no vio todo, algunas manifestaron su incomodidad».

La sesión concluyó. Tunick escogió a un grupo de 15 mujeres con las que hizo otras tomas en el estudio de Frida. A cada una de las participantes se le entregó un boleto para asistir a un coctel en el Hotel Condesa.

«Nos vestimos. A la salida había prensa en la puerta. Nos pidieron que no comentáramos nada, cumplimos. Hubo, sí, dos peticiones: «Si les preguntan su nombre, digan me llamo Frida. Lleguen al lugar vestidas de Fridas y con su ceja». En la puerta estaban dos cámaras, dos reporteros, dos helicópteros. Nada más. Se acercaron a la gente de la UNAM: Nadie a nosotras».

VAMOS A TRASCENDER

«Hubo muchas que llegaron de Fridas, con huipil, cejas, había muchas vestidas de juchitecas, super bonitas. Las que traían parejas los presentaban diciendo Diego. Spencer estuvo tres horas, de 7 a 10 de la noche, luego dijo buenas noches y se fue.

«Estaba muy sorprendido, comentó primero, vi inhibición antes del zócalo, y ahora todas eufóricas. Veía y veía aquel desfile de mujeres bonitas. Fue cuando le hablé en inglés y a partir de ahí me puso todo la atención del mundo.

«Lo mas bonito fue que una de las chavas circuló su cuaderno y nos pidió el correo a todas, dijo querer establecer comunicación con todas las Fridas».

Antes de concluir la entrevista, Marcela Romero recuerda el comentario de una de las participantes antes de que Tunick tomara las fotografías en la pirámide del jardín de la casa de Frida: «Disfrútalo. Es nuestro momento en que vamos a hacer algo que va a trascender».

07/CV/GG

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