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Violencia Económica

Por Guadalupe Cruz Jaimes

Este tipo de violencia significa el uso del poder económico para dominar, apropiarse o destruir el patrimonio de la pareja. En el país, 47 de cada cien mujeres sufren violencia económica por parte de su compañero íntimo.

El abuso se manifiesta cuando se controlan, limitan o niegan recursos monetarios o se impide el acceso a bienes y servicios que pongan en peligro la sobrevivencia de algún miembro de la familia.

Implica también adueñarse de muebles o inmuebles propiedad de ambos o despojarla de los mismos, así como utilizar, destruir o desaparecer sus objetos personales.

En la mayoría de los casos, las mujeres maltratadas comienzan a sufrir agresiones por parte de sus compañeros desde que se unen. Aparece generalmente cuando surge una grave crisis que conduce al divorcio. El abuso económico se presenta en las parejas que viven en situación de maltrato físico desde el inicio de la relación, y en cónyuges sin violencia a partir de la separación.

La violencia económica se ha clasificado de la siguiente manera: cotidiana (permanente o cíclica) y delictiva (robo, fraude, falta de ingresos al gasto familiar).

La agresión cotidiana permanente se observa en la mayoría de las relaciones violentas mientras conviven, y donde no se presenta maltrato cuando atraviesan por rupturas terminales o no. La violencia cíclica económica sólo aparece en parejas violentas.

El acometimiento cotidiano permanente se caracteriza porque el abusador tiende a monopolizar el poder económico, aunque no sea el único que contribuye a la economía familiar, haciendo depender al resto de la familia de su voluntad: se le debe pedir para satisfacer hasta las más elementales necesidades. Es el único que conoce el estado patrimonial de la sociedad conyugal.

En el maltrato económico cotidiano cíclico, la primera fase es la más cruel: se presentan las privaciones más graves. El siguiente paso es el arrepentimiento, el agresor actúa con extrema generosidad: satisface necesidades largamente postergadas, realiza costosos regalos, etc. Prevalece la privación y seducción a través del dinero.

La violencia delictiva varía según el nivel socioeconómico de la pareja, al grado de deterioro de la relación, a la vulnerabilidad de la víctima y a la agresividad del autor. Las víctimas generalmente sufren disminución o pérdida total de su patrimonio.

El fin del delito pueden ser, asimismo, bienes sin valor económico, como: documentos de identidad, credenciales profesionales, licencias de conducir y carnets de seguridad social, entre otros.

Las personas atrapadas en el círculo de violencia presentan múltiples dificultades, tanto internas, como el deterioro de su situación personal, y la falta de apoyo exterior para salir de la vida de maltrato.

Las mujeres que viven en dichas circunstancias poseen baja autoestima, sentimiento de inseguridad, temor a las represalias, no tienen a dónde ir en caso de abandonar al agresor. Ignoran los medios legales e institucionales de apoyo a víctimas de abuso.

Además experimentan culpa, desvalorización, vergüenza. Atraviesan por circunstancias psicosociales críticas como desesperanza, depresión, dependencia afectiva o apego, y estrés post-traumático.

A las mujeres que viven o sobreviven inmersas en la violencia se les dificulta la percepción del abuso, del cual son víctimas. Por ello no se les debe acusar de encubrir o solapar la conducta de su agresor.

06/GCJ/GG

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