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Violencia sexual en Foro Social Mundial

Por Soledad Jarquín


La violencia no tiene espacio definido. Menos aún si esta violencia se comete contra las mujeres y Porto Alegre, Brasil, no es la excepción, menos lo es el Foro Social Mundial, como no lo fue en Mumbai.

Al igual que hace un año en la India, cuando fue violada una delegada sudafricana, esta vez las víctimas fueron jóvenes que llegaron al campamento intercontinental de la juventud, situado en los alrededores del Gasómetro en Porto Alegre.

Aunque, hasta ahora sabemos que no hubo denuncia formal, las jóvenes exclamaron su indignación por el asedio de que fueron objeto por parte de sus compañeros de campamento, pues la actitud de unos cuantos se contraponía a la postura de respeto a la dignidad que habían lanzado los pueblos de todo el mundo.

Este asedio, con palabras e insinuaciones, provocó un clima de inseguridad entre las jóvenes, e incluso trascendió un acto de agresión sexual casi al término del V Foro Social Mundial, pero las jóvenes prefirieron guardar silencio por temor a represalias.

Lo que habría que decir es que ningún lugar es seguro para las mujeres, que siguen siendo vista como objetos sexuales, aún por las mentes más abiertas, más democráticas y que –dicho sea de paso- asisten a este tipo de eventos para demandar que otro mundo es posible.

En Mumbai en 2004, como en Porto Alegre en 2005, la historia se repitió y las mujeres de ahora como entonces vuelven a proclamar que con violencia hacia las mujeres ningún otro mundo será posible.

Las demandas de eliminar el comercio liberal desmedido que abre las puertas al robo del conocimiento y la sabiduría de los pueblos y ensancha las desigualdades entre los pobres y los ricos; así como la solicitud de pedir un alto a las guerras, pierden su punto de equilibrio, cuando no es posible erradicar en estos espacios la violencia contra las mujeres.

Esa violencia, que ya explicaban las feministas en el V Foro Social Mundial, tiene raíces en los fundamentalismos ideológicos, políticos, culturales o religiosos, que piensan que las mujeres somos seres inferiores a los hombres y que por tanto podemos ser sometidas.

Mucho hay que pensar en estos días y como decía la violencia contra las mujeres no tiene un lugar definido. Recordaba el salvajismo de la masacre de Acteal, el 22 de diciembre de 1997, donde 32 mujeres y 13 hombres fueron asesinados. En ese acto de barbarie, en Chiapas, la violencia contra las mujeres es prácticamente indescriptible.

Algo semejante denunció la semana pasada Amnistía Internacional, cuando recordó el caso de Gujarat, India, donde igualmente las mujeres se llevaron la peor parte, cuando pandillas irrumpieron en la comunidad y cientos de niñas y mujeres fueron violadas, mutiladas y luego arrojadas al fuego. Las que sobrevivieron todavía no reciben ningún tipo de justicia.

El sitio y las circunstancias pueden ser distintas, para muestra el caso Ciudad Juárez y el feminicidio extendido en todo el país. No importa si se está en guerra, en paz o en un Foro Social Mundial, lo cierto es que para las mujeres no hay sitio seguro para evitar la violencia física o sexual, que incluso lleva a la muerte.

2005/SJ

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