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Viudas de la frontera

Por Samara Del Toro*

Para muchas mujeres, el destino de sus seres queridos que emigraron a los Estados Unidos es un misterio. Se despiden con una promesa en los labios, ella imagina como será la vida con esa ausencia, pero no hay marcha atrás.

Para sacar adelante a una familia se requiere fortaleza, los días pasan y no hay noticias del viajero, las semanas se convierten en meses, y estos en años. La duda ahora es certeza, él no volverá, esta historia la viven cientos de mujeres que enfrentan el fenómeno de la migración desde el seno de sus hogares y con ello, la pérdida de sus familiares.

No sabemos si lo mataron, si está con otra mujer o en la cárcel, dice Delia Torres Landín, quien desde hace 12 años no tiene comunicación con su esposo Antonio Padrón Moctezuma, emigró a los Estados Unidos en pos del sueño americano.

Primero decidió irse a trabajar porque yo estaba embarazada tenía casi 7 meses de gestación, y quería juntar dinero para el parto ya que en los dos primeros embarazos tuve complicaciones y necesitábamos tener un ahorro, recuerda Delia, la meta se cumplió y su marido regresó pero sólo de forma temporal, ya que volvió a la Unión Americana para trabajar y juntar dinero para una casa.

La decisión implicó grandes cambios para la familia, Delia empezó a trabajar como comerciante en el tianguis, y asumir el papel de jefa de familia.

Al principio sí mandaba dinero y venia cada año, pero después para los 15 años de nuestra hija mayor ya no volvió, la última noticia que tuvo de su esposo fue una llamada telefónica que recibió su hijo, y en la cual le dijo que estaba preso en Florida, después de ahí nada.

¿Dónde estará?…

Delia tuvo el apoyo de su familia y regresó a la casa paterna, ahora a más de una década de distancia reconoce que con la espera, llega la resignación aunque la pregunta siempre sigue ahí, ¿dónde estará? preso no creo, pero quien sabe, en el último lugar que supimos que estuvo fue en el estado de Florida, EU., después de eso ni sus hermanos volvieron a tener comunicación con él.

Al año, 500 mil inmigrantes indocumentados tratan de llegar a Estados Unidos por territorio mexicano, según datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), sin embargo muchos son deportados por la Patrulla Fronteriza. Los menos afortunados mueren en la travesía, ya sea intentando cruzar el caudal del río Bravo, a manos de asaltantes, o a consecuencia de las peligrosas rutas que eligen.

De acuerdo con los Consulados de México en la frontera norte, hasta julio de 2010 se tiene un registro de 196 mexicanos muertos en la frontera sur de la Unión Americana, mientras que en el 2009 fueron 369 las personas que murieron en su intento por llegar al país vecino.

De esta cifra, según muestran las estadísticas consulares, en el 2010, 95 personas no fueron identificadas, mientras que durante el 2009, fueron 135 las personas en dicho estatus, y es que dadas las condiciones en que se aventuran a cruzar la línea fronteriza, en caso de un accidente la posibilidad de que la persona no sea identificada es alta.

Esto lo sabe Juana Reyes García, quien después de un mes de búsqueda, supo el destino de su hijo Pedro Durán, cuyo cuerpo fue rescatado del río Bravo por autoridades de Brownsville, Texas.

Juana ni siquiera sabía que su hijo tenía intenciones de cruzar la frontera hacia EU, pero el 17 de mayo de este año se localizó su cuerpo en dicho afluente, las autoridades consulares no pudieron identificarlo por lo que fue sepultado en calidad de desconocido hasta que su madre lo reconoció a través de fotografías.

Lo sacaron del río el 17 de mayo, pero fue hasta finales de junio que supimos que había pasado con él, menciona la mujer de 53 años, quien reconoce que la ausencia de los restos de su hijo hacen aún más difícil superar la pérdida, ya que a tres meses de su muerte aún no ha logrado recuperar sus restos.

Juana sigue esperando que el Consulado de México en Brownsville, culmine el trámite para exhumar los restos de Pedro y que una vez que sea incinerado, le entreguen las cenizas de su hijo, a fin de poder velarlo y sepultarlo en su tierra y cerca de su familia.

Además del peligro que se corre al intentar cruzar la frontera norte de nuestro país, las familias de los migrantes indocumentados enfrentan otra problemática, la pérdida del amor.

Eso le sucedió a Maria Luisa Hernández, su pareja se fue y después de un tiempo le perdió la pista, ya no supe de él, creo que la distancia mató el amor, lo bueno es que no tuvimos hijos, se consuela María Luisa de 29 años, quien recuerda que el hombre que fuera su pareja por casi cinco años, un día se dejó seducir por la idea de ganar billetes verdes como les llama ella, aquí los dos trabajábamos, la verdad no ganábamos mucho, pero creo que éramos felices, o al menos yo, indica.

Al principio las llamadas eran constantes, pero poco a poco se fueron distanciando me llamaba cada quince días, después cada dos meses o tres meses, habíamos quedado en que mandaría por mi cuando tuviera trabajo y unos ahorros para rentar una casa, y cuando se lo recordaba me decía que esperara por que la situación no era fácil, hasta que de plano no llamó más.

*Integrante de la Red Nacional de periodistas en Tamaulipas

10/SM/LR

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