Inicio Vive infancia hondureña guerra similar a la que libra Palestina e Israel

Vive infancia hondureña guerra similar a la que libra Palestina e Israel

Por Bruce Harris

En Gaza, la televisión muestra a un niño palestino de unos 15 años que lanza una piedra contra un grupo de soldados del ejército de Israel. Lleva una túnica sobre su cabeza y a lo lejos se observa un letrero de una marca de refresco en letras inteligibles para el promedio de los occidentales.

En Honduras, al mismo tiempo, un periódico muestra a otro niño tirado en el suelo, boca abajo, con pantalones de mezclilla, zapatos deportivos y un balazo en la cabeza.

Allá, la primera Intifada (guerra santa) surgió en 1987 como un movimiento de los palestinos contra lo que consideraban una ocupación abusiva de Israel. Su segundo período, empezó a finales del año 2000 y tuvo las mismas motivaciones.

Pero en Honduras, la violencia no tiene una fecha exacta de inicio. Ni siquiera tiene nombre y ha cobrado más vidas de niñas y niños menores de 18 años que los conflictos en la Franja de Gaza, entre el 29 de septiembre del 2000 y el 30 de abril del 2004. La guerra contra la niñez hondureña pobre no tiene nada de sagrada…

En ese período, en la tierra que pisó Jesucristo, fueron asesinadas 654 personas menores de edad, 548 palestinos y 106 israelíes. Al otro lado del mundo, en Centroamérica, Honduras, la tierra que Gil González Dávila soñó con conquistar, empapó su historia con la sangre de 716 niñas y niños menores de 18 años en esos mismos 43 meses.

Todas las cadenas de televisión mundial, y los demás medios de comunicación, informan diariamente sobre la tragedia de la guerra entre árabes y judíos. Casi nadie reporta sobre la guerra urbana hondureña, donde los cobardes de rostros escondidos lanzan sus ataques sangrientos en contra de niñas y niños; seres humanos arrojados a la calle y abandonados por un Estado que aprobó la Convención de los Derechos de la Niñez, pero no la aplica…

Durante los primeros cuatro meses del 2004, 48 niños y niñas, menores de 18 años, fueron asesinados en medio del conflicto palestino-israelí. La misma cantidad fue a parar a los cementerios hondureños. La violencia juega, a miles de kilómetros de distancia, con una dolorosa coincidencia. Nuestros hijos se están muriendo.

Al otro lado del mundo, la ONU se preocupa permanentemente por atender a las víctimas de la guerra santa, pero en Honduras la misma violencia desapercibida para muchos, salvo para las familias de las jóvenes víctimas, que enjuagan su dolor en la incertidumbre de cuándo terminara la masacre.

En Gaza, son tanques, helicópteros artillados y soldados del lado israelí, enfrentados a muchachos con piedras y chalecos de dinamita a quienes unos consideran terroristas y otros héroes. Sus familias colocan sus retratos en las calles y los llaman mártires. En Honduras, los asesinos rara vez aparecen en pantalla y sus víctimas ni siquiera se enteraron quien disparó. Los uniformados tapan a los suyos.

En Honduras, Casa Alianza, una organización sin fines de lucro dedicada a la defensa de los Derechos Humanos de la niñez, ha documentado más de dos mil 200 asesinatos de niños, niñas y adolescentes menores de 23 años desde enero de 1998 a abril del 2004. En mayo, se registraron 37 asesinatos más.

Como la mayoría de los casos queda bajo el resguardo de la impunidad, ante la reticencia de los gobiernos a investigar, no es descabellado pensar que se trata de ejecuciones extrajudiciales.

De hecho, de una u otra forma, cuentan con el beneplácito estatal que no averigua ni castiga y, por lo tanto, tolera. La niñez tiene Derecho a la Vida y el Estado tiene la obligación de cumplir este Derecho. Pero nuestros niños son asesinados y los Presidentes, durante muchos años, se enfocan en balancear el presupuesto e inaugurar puentes.

En Israel y Gaza, la mayoría de los asesinatos no llegan a ventilarse en estrados judiciales bajo la justificación, aparentemente lógica, de que se trata de un conflicto armado, de una guerra aunque los más cautos prefieren no bautizarla de esa manera.

En Honduras, no existe ni un pretexto. Las muertes extrajudiciales quedan impunes porque al Estado no le interesa identificar a los responsables. Solo así puede justificar su guerra contra las pandillas juveniles.

En lo que respecta a las personas menores de edad, en enero del 2004, murieron nueve palestinos y diecinueve hondureños. En febrero, seis palestinos y seis hondureños. Al mes siguiente, 17 palestinos y siete hondureños. En abril, 16 palestinos y 16 hondureños. No murió ningún israelí en esos cuatro meses.

El año pasado, 2003, la violencia en Honduras cobró 229 vidas de niños y niñas, ochenta y cinco más que la suma de las víctimas en Gaza.

Y aquí no caben justificaciones de densidad de población. De acuerdo con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), la población estimada de Honduras es de 6.6 millones de personas. En la zona del conflicto, según la misma fuente, habitan 9.6 millones de seres humanos.

Tampoco sirve de nada el argumento del subdesarrollo y la pobreza, pues Honduras registra un mayor ingreso anual, per capita, que los palestinos: 2 mil 500 dólares frente a 600 dólares. Los papeles se invierten en Israel, donde ese monto llega a la tranquilizante cifra de 19 mil 500 dólares.

Así las cosas, desde cualquier vértice que se mire, el conflicto en Honduras es más grave que el de los Palestinos e Israelíes. Quizás en Tierra Santa sea más dramática. Pero mientras allá los misiles lanzados desde helicópteros retumban en los «home theaters» del mundo, en Honduras el eco, aunque suave, es perenne porque la pérdida de vidas es diaria.

Sin duda son culturas diferentes, pero cada vez que una niño cae al suelo, allá o acá, sucede lo mismo. Toda muerte de un niño o de una niña es una injusticia y nos deja a cada uno de nosotros, donde quiera que estemos, un poco menos humanos.

*Director Regional para América Latina de Casa Alianza

2004/GV/SM

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