Un grito, miles de gargantas, millones en el mundo dijeron ¡No a la Guerra! Esa clase trabajadora, desempleados, jubilados, estudiantes, artistas, hombres y mujeres de todas las condiciones y edades, todos y todas las creadoras de riqueza quitaron legitimidad a los gobiernos que se unieron con el objetivo de invadir a Irak.
Porque las movilizaciones en el mundo el pasado 15 de febrero se convirtieron en un referéndum del que todos gobernantes deben tomar atenta nota, si es cierto que en su diccionario existe la palabra democracia, puesto que además de voto tiene otras tantas connotaciones.
Esos millones se convirtieron en la fuerza más grande de los últimos tiempos y la primera demostración de un extraordinario poder, sentimiento y convicción unidos en un baño de amor por la paz, en una comunión de enérgica solidaridad, en potencia sobre la prepotencia.
El pueblo entendió que hoy lo revolucionario es decir no a la guerra, es salir del escepticismo en el que ha caído, es buscar nuevos caminos y en ellos, Porto Alegre, hizo una gran aportación contra el adormecimiento al convocar la primera manifestación global.
Pero también lo hicieron las cuatro mil firmas de las personalidades de Estados Unidos con aquel documento «No en nuestro nombre» y las decenas de artistas de los Premios Goya y los miles de intelectuales en el mundo que salieron de las sombras.
Hoy ya no se respira ese aire cargado de impotencia, la fuerza y la dignidad pisaron las calles nuevamente, parafraseando la letra de la canción de Pablo Milanés, se pisaron no para llorar por los ausentes sino para impedir la desaparición de un pueblo.
FC/MEL
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