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“Yo… ¿respeto las diferencias…?

Por Alejandra Buggs Lomelí*
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Retomo mis participaciones en mi columna, abordando un tema preocupante, difícil y por tanto, importante de atender.
 
Decidí nombrar a mi columna de este mes, con el mismo título que utilicé para la Conferencia Magistral que impartí el pasado 21 de septiembre en el Instituto Politécnico Nacional, en el marco de la Presentación de la Cartilla para Víctimas de discriminación por orientación sexual, identidad o expresión de género de la CEAV.
 
Estoy preocupada y siento temor ante los recientes acontecimientos en la Ciudad de México, manifestados en un excesivo grado de intolerancia, falta de respeto y un aguerrido intento por violentar y despojar de los Derechos Humanos, de la Comunidad LGBTTTI, que través de los años han y hemos luchado por la igualdad de derechos.
 
Si bien es verdad que en México se han logrado avances hacia el respeto e  igualdad, y la misma Constitución protege los derechos por orientación sexual, identidad o expresión de género y existen diferentes instituciones que tienen como fin erradicar la discriminación, la realidad es que los insultos, la violación a las garantías en perjuicio de la Comunidad LGBTTTI y los crímenes de odio, siguen siendo una expresión cotidiana y cada vez más exacerbada, resultado del impacto cultural machista y patriarcal enraizado en nuestra sociedad, resistiéndose a cambiar y peor aún, resistiéndose a respetar las diferencias, resistiéndose a respetar a la otra persona.
 
Cuando algo me preocupa, intento convertir esa preocupación en ocupación, y una de las maneras en la que intento ocuparme es por ejemplo: impartiendo una ponencia a una Comunidad Politécnica mayoritariamente de jóvenes o escribir una columna como esta, para sembrar mi “granito de arena” que intenta hacer reflexionar a quien escuche o lea lo que comparto, sobre la importancia de saber o aprender a respetar a aquellas personas diferentes a nosotras o nosotros.
 
En estos momentos en los que la intolerancia y el odio se están manifestando y creciendo por parte de un sector conservador de nuestro país hacia la Comunidad LGBTTTIQ, es cuando se hace más necesario promover el respeto hacia las diferencias.
 
Las alarmantes cifras en lo que a crímenes de odio contra las personas LGBTTTIQ nos muestran, es que: en los últimos 19 años se han contabilizado mil 218 asesinatos por crímenes de odio, de los cuales según el Dr. Flores Medel de la Facultad de Derecho, 976 son asesinatos contra homosexuales, 226 asesinatos de la comunidad transgénero, transexual y travesti y 16 asesinatos han sido perpetuados contra lesbianas. **
 
Una de las razones por la que los asesinatos contra lesbianas están subreportados o subestimados es la inherente invisibilización hacia las mujeres, y otra más, es porque los medios de comunicación no los identifican como asesinatos lesbofóbicos, sino como feminicidio, lo que corre el riesgo de que se diluya la verdadera razón del asesinato, de ahí la importancia de que en la Cartilla de la CEAV, integren la categoría “feminicidio lesbofóbico” como un intento de visibilizar las causas reales de estos asesinatos.
 
Las cifras reportadas, colocan triste y preocupantemente a México en el segundo lugar mundial por crímenes de odio, estos asesinatos son generados porque no se respetan las diferencias y en una falsa idea de sentirse superiores, se creen con derecho a lastimar, discriminar y matar, por no ser, no pensar, ni actuar como ellas o ellos.
 
Llamemos a este “miedo” a las diferencias, por su verdadero nombre, se llama odio, que sumado a la falta de reconocimiento a la otra persona, afecta su integridad, dignidad y por tanto, el ejercicio de sus derechos.
 
Discriminar es odiar y excluir, y esta exclusión por: raza, credo, discapacidad, nacionalidad, aspecto, por género, etc. afecta la autoestima de quien recibe la discriminación, así como su seguridad y sensación de desprotección.
 
Humillar, lastimar, torturar y asesinar a millones de personas durante el siglo XX, llevó a que tras estos terribles hechos, en un afán de esperanza, el 10 de diciembre de 1948 se firmara la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como un ideal común para vivir en un mundo mejor.
 
Ahora estamos peligrosamente regresando a esas terribles masacres humanas, que afectan la posibilidad de flexibilizar nuestras posturas en aras de lograr un verdadero respeto y más que tolerancia un reconocimiento a nuestras diferencias.
 
Para mí la tolerancia, “es una actitud resultado de un proceso paulatino de  apertura, respeto y comprensión hacia las diferencias de la otra persona, sin juzgarla, criticarla, lastimarla, discriminarla o excluirla.
 
Excluimos cuando: le impedimos el acceso a una persona por su apariencia (porque tiene tatuajes, perforaciones), excluimos cuando en la escuela a un niño le gusta vestir de rosa y jugar los juegos que están equivocadamente ubicados como solo de niñas, excluimos cuando la niña quiere jugar futbol, excluimos a una persona con discapacidad, excluimos negando la atención adecuada a una persona con VIH o SIDA, o privando a las mujeres de un trato y sueldo equitativo en el trabajo, marginando a las personas por su orientación sexual o identidad de género, o cuando construimos una casa u oficina sin pensar en la accesibilidad para personas con alguna discapacidad.
 
Excluimos cuando criticamos a alguien por su forma de hablar, o nos burlamos por su manera de vestir, o porque es menor o mayor que nosotras.
 
Por todas las formas que adopta la discriminación, es que es necesario crear documentos como las cartillas, que tienen como objetivo la socialización de información importante que la población desconoce, para contar con orientación que le permita saber qué hacer cuando sufra alguna violación a sus derechos, además de evitar hasta un crimen de odio.
 
El día en que las personas, no tengamos que hacer uso de una cartilla, de una guía o de una infografía, el día en que no tengamos necesidad de denunciar ningún abuso, ningún acto de discriminación, ese día, será cuando el respeto hacia quienes somos y hacia quienes son las demás personas, impere, valorando y aceptando las diferencias.
 
Está comprobado que reconocer y respetar las diferencias, nos hace ser personas con una vida más grata, más plena, más diversa, con un cuerpo y mente saludable y en armonía.
 
Nos convierte en seres humanos confiables, agradables y buenas compañías, así como obtener recursos emocionales para reconocer, aceptar y tolerar los cambios en nuestras propias vidas.
 
No olvidemos que somos más similares de lo que somos diferentes, trabajemos por contar con recursos para abrir y flexibilizar nuestra forma de pensar y sentir, para convertirnos en seres humanos que no solo respetamos sino celebramos la diversidad.
 
 
**Datos publicados en la Revista Proceso del 11 de mayo de 2015 con base en reportes periodísticos de todo el país.
 
*Directora del Centro de Salud Mental y Género, psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial, y especialista en Estudios de Género.
 
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