Es difícil imaginar a principios del siglo veinte a una mujer con una profesión, especialmente porque ellas estaban condenadas al enclaustramiento: ya fuera del hogar paterno, del conyugal o del convento; pero más difícil todavía es pensar que esa mujer se desempeñará en un oficio de truhanes, como llamaban entonces al periodismo.
Gracias a la labor periodística de Juana Belem es como se conocen los abusos de los políticos de Puebla, Jalisco, San Luis Potosí y Veracruz. Con sólo 25 años de edad, Juana Belem fue testiga de los abusos que cometió la tropa federal del general Kerlegand cuando disolvió la segunda asamblea anual del periódico Ponciano Arriaga.
Por ser una asidua crítica del sistema, Juana Belem fue perseguida por los caciques de Durango de donde era originaria; esta es la razón por la que se ve obligada a cambiar su residencia a la capital de país, junto con su esposo Cirilo Mendoza. Para entonces sus escritos ya eran publicados por El Diario del Hogar, dirigido por Filomeno Mata.
La Voz de Juárez, que coordinaba Paulino González, también tuvo el privilegio de publicar las notas de Juana Belem, donde daba cuenta de las arbitrariedades que se cometían al amparo de la Constitución política del 5 de febrero de 1857.
Juan Belem nació en Durango, Durango, en el hogar formado por Santiago Gutiérrez y Porfiria Chávez, desde su más tierna infancia manifestó sus molestias por las contradicciones del Plan de Tuxtepec, que mientras pregonaba la no relección amparaba las constantes relecciones de su propio autor, Porfirio Díaz.
Es esta constante preocupación la que lleva a Juana Belem a reunir en su casa de Calzada de Tlalpan 159 a los precursores del Partido Nacional Antireeleccionista (PNA): Emilio Vásquez y Filomeno Mata; partido que alcanzaría el triunfo de la revolución social mexicana al hacer caer al dictador durante treinta años, Porfirio Díaz.
No obstante, su ánimo sufrió un revés cuando el PNA se sustituyó por el Partido Constitucional Progresista (PCP); desánimo que, sin embargo, no duró mucho ya que apenas repuesta del desencanto causado, Juana Belem inmediatamente se convirtió en estafeta zapatista y más tarde convencionalista.
Bajo el polizón de Juana Belem, más de una vez viajaron las consignas revolucionarias que inflamarían las ideas de mujeres y hombres en pro de la libertad.
Un mal hepático puso fin a su vida a la edad de 67 años en el año de 1942. Su cuerpo reposa en el panteón Civil de Dolores de la Ciudad de México y, aunque ninguna placa marca su paso por la historia de nuestro país, los periódicos de principios de siglo ostentan la firma de esta decidida mujer.
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