Inicio Agenda Reportaje. El estafador chilango de Tinder

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Presentación2. Dalia3. Tamara4. Daniela 5. Sin protección en Apps6. El fraude amoroso en cifras7. Claves para el ligue digital8. Denuncia

“Si te dice que se conocieron en un café, en realidad se conocieron en Tinder”. Esta frase se ha vuelto recurrente en un presente donde las redes sociales y las aplicaciones se han posicionado como una poderosa herramienta para entablar relaciones sexoafectivas. 

Pero, cuando las dinámicas violentas se filtran por la pantalla —y, sobre todo, cuando la víctima es una mujer—, la situación cambia: usar apps de citas o chatear con alguien se convierte en el nuevo “tú te lo buscaste”. 

Es en medio de este terreno que hombres como Alfonso (o Laszlo, como también se hizo llamar) buscan tomar ventaja, dañar y estafar a las mujeres de múltiples formas, lo que da pie a nuevas formas de resistir frente a la violencia en el mundo digital. El rostro de estas resistencias está presentado aquí, en tres testimonios recopilados por Cimacnoticias.

En este reportaje rompemos con la presentación de perfiles masculinizados hegemónicos que enganchan por su dañina romantización. Consideramos necesario mirar desde la historia de Dalia, Tamara y Daniela para documentar sus resistencias ante la violencia y la relación entre ciberdelitos, amor romántico y fraude. 

Sin estigmatizar el terreno virtual, desde Cimacnoticias consideramos oportuno exponer cómo se está llevando a cabo este patrón de estafa donde se crean perfiles falsos para entablar supuestas relaciones sentimentales y, a partir de ello, violentar a mujeres.

Cimacnoticias investigó la coincidencia de tres diferentes casos de mujeres quienes vivieron estafa amorosa, fraude, violencia psicológica, económica y digital por parte de un mismo hombre a quien conocieron en redes sociales. Éste recurre a distintas personalidades las cuales cambia según su conveniencia. 

Diversos estudios han determinado que la violencia digital asociada a vínculos sentimentales afecta mayormente a mujeres y lo que les sucede no es un hecho aislado, sino convergente de vulnerabilidades asociadas a los roles y estereotipos de género. Especialistas señalan que dichos estereotipos, con los cuales convivimos día a día en nuestra vida real, se trasladan al mundo digital y convierten a la tecnología en una herramienta para ejercer violencia. Al mismo tiempo, esto acrecienta la brecha digital al orillar a las mujeres a alejarse del uso de la web.

En esta investigación expondremos las principales redes de contacto entre víctimas y agresores, cuáles son los ciberdelitos, alerta de perfiles falsos y los pretextos para pedir dinero. Con esto, llegamos a la conclusión de continuar la revolución amorosa para encontrar formas de amar en relaciones éticas, igualitarias y cuidadosas emocionalmente. Y, en este proceso, la alfabetización digital se ha convertido en otro elemento importante.

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Han pasado 17 años desde que Dalia conoció a Alfonso. Era el 2006. Él la interceptó a través de una incipiente plataforma digital en redes sociales y con el tiempo concretaron una relación amorosa que derivó en lo que ella define como “terrorismo emocional”, provocándole secuelas en su vida actual. 

Nunca antes de él se había enfrentado a relaciones violentas en pareja y piensa que la modalidad fue lo que propició la situación.

Dalia es una mujer con el don de la palabra, su mundo son los libros; de voz serena, elocuente y potente; indudable agudeza para hilar narrativas de forma inmejorable; está llena de bondad, sensibilidad y comprensión, tiene cabello largo negro brillante, es excelente conversadora y tiene talento para la pintura.

Ilustración 1. Virginia Woolf 2023. Autora: Dalia

De forma autodidacta comenzó en el 2015 a pintar, utiliza la acuarela pero está aprendiendo gouache. Aunque tomó un curso en la Academia de San Carlos para comprender la teoría del color, mejorar las luces y sombras también se ha apoyado en los libros de pintura de Ana Victoria Calderón, Jenna Rainey y las clases de Alicia Aradilla.

Actualmente se desempeña como docente de español en una escuela. Está cerca de colectivas feministas donde dedica parte de su tiempo a clubes de lectura para estudiar a escritoras que la han ayudado a confiar en si misma, a recobrarse, como Alma Karla Sandoval, quien la ha motivado a través de sus libros Cartas a una joven feminista y Delatoras.

De Sandoval admira su sinceridad y su dedicación para ayudar a otras mujeres; su inteligencia y erudición para explicar lo que sucede alrededor de forma sencilla. Leerla a ella y otras escritoras feministas la motivó para no quedarse callada.

Incluso, confiesa, las lecturas feministas son las que la han dotado de fuerza para reponerse de las secuelas vividas por la violencia psicológica. También se ha reconciliado con las mujeres porque han sido ellas quienes la han acompañado para trascender la violencia.

El mundo de los libros es el sitio ideal para Dalia, aunque se define como una mujer que le cuesta expresar sus emociones y no le es fácil abrirse, en estos clubes de lectura ha aprendido a estar en colectividad con ellas.

El encuentro

En el año en que Dalia conoció a Alfonso, una parte del mundo experimentaba un hito tecnológico de socialización digital con una propuesta de intercomunicación hasta ese momento desconocida; íbamos hacia comunidades virtuales sin precedentes. Estaba en auge el hi5.

Una red social fundada por Ramu Yalamanchi en el 2003, de acuerdo con información de la misma plataforma, detallan que en el 2007 contaban con más de 70 millones de usuarias y usuarios en el mundo. Era de los sitios en internet más visitados en América Latina, aunque hacia el 2008 comenzó a decrecer y su comunidad migró a nuevas plataformas como Facebook y Twitter.

hi5 (jaifaiv) fue de las primeras plataformas que se acercó a las generaciones más jóvenes en el inicio del siglo XXI. Ofrecía un muro virtual personalizado donde se compartían fotografías acompañadas de una detallada información personal: lugar de nacimiento, edad, situación sentimental y gustos por la música, películas, intereses y un riesgoso apartado: “acerca de mi”. 

Se compartía una radiografía completa de intimidad; el alcance era complemente público y accesible incluso para quienes nunca se habían visto en persona. Nadie advirtió la repercusión de estas revelaciones.

Porque parte del acuerdo tácito para el uso de esas nuevas redes sociales era entregar datos personales bajo un voto ciego de confianza a propios y extraños. No había restricción: cualquiera podía encontrarte y consultar la información.

Atrás quedaban las llamadas telefónicas en aparatos alámbricos: ahora bastaba una computadora con conexión a internet y suscribirse a los servicios de estas empresas transnacionales, quienes ofrecían una aparente inocua gratuidad para interactuar entre jóvenes. Pero con el tiempo se supo que las personas nos volvíamos el producto y se negociaban con los perfiles de los usuarios.

Aza Raskin, inventor de Infinite Scroll, en el documental El dilema de las redes sociales, advirtió que cuando no pagamos por un producto y los anunciantes sí lo hacen, entonces los anunciantes son los clientes, y las personas usuarias “somos el producto”. De ahí emergió la contundente frase: “si no pagas por el producto, el producto eres tú”. 

Las redes sociales son gratuitas para usuarias y usuarios, y aquí es donde el uso de plataformas como hi5 y Facebook se convierte en un asunto más complejo. 

Tal como explicó la especialista en Políticas Públicas y Género Tatiana Telles X a Cimacnoticias, las redes sociales cumplen con una función social específica: permitir que las personas establezcan o refuercen sus relaciones interpersonales a través de la tecnología. Sin embargo, la exposición de datos y la falta de regulación al respecto son factores de riesgo que pueden desembocar en violencias como el “terrorismo emocional”.

Inicio de la relación

Dalia era una estudiante de preparatoria de 17 años cuando, en febrero del 2003, tuvo contacto con Alfonso en hi5, un hombre desconocido para ella en ese entonces, pero él la cortejaba virtualmente. Ella no accedió a sus propuestas. Hasta ese momento se enfocaba en su entonces relación sentimental y en concluir su preparatoria para ingresar a una licenciatura.

Para sus 21 años, durante octubre del 2012, Dalia ya era estudiante del tercer trimestre de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa en Letras Hispánicas. Se decantó por esta especialidad, aunque tenía interés también por Letras Inglesas o Diseño. 

Alfonso la volvió a contactar en octubre del 2012, pero esta vez a través de Facebook. Ambos dejaron atrás hi5 y migraron a esta nueva red social. Era la segunda vez que este hombre la contactaba, pero para ella seguía siendo un desconocido. 

La tercera vez que Dalia volvió a tener contacto con Alfonso fue hasta el 2013: él consiguió su correo electrónico y comenzaron a conversar por Messenger. Intercambiaron mensajes a lo largo de varios meses hasta que la confianza maduró; ella terminó su entonces relación sentimental y esto favoreció un encuentro personal. 

Dalia aceptó conocerlo en algún sitio público de la Ciudad de México. Decidieron dejar el terreno virtual. El supuesto perfil de Alfonso era más que confiable. Se mostró como una persona con instrucción académica, experiencia y bagaje que otorga una vida de viajes, se presentó con la intención de una relación estable.

Alfonso dijo ser restaurador de arte, lector asiduo y arquitecto por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Incluso dijo que contaba con un Diplomado en una Universidad de Colombia y que trabajaba para el gobierno de la Ciudad de México. 

Alfonso (su nombre falso) se dijo provenir de una familia artística italiana de la localidad de Imperia, una comunidad cercana a la frontera con Francia. Dijo que su padre era italiano, valuador de arte, y su madre mexicana. Aunque Dalia nunca lo escuchó hablar el idioma extranjero se percató del mal manejo en redacción de esa lengua.

Le compartió que estaba saliendo de una relación difícil con su ex compañera sentimental llamada Brenda y que “quería salir de ese trauma” porque lo habían engañado con un hombre de su familia. Alfonso se dijo muy lastimado por lo vivido.

El lugar acordado para conocerse los dos fue la salida de la estación del Metro Pino Suárez en la Ciudad de México, Alcaldía Cuauhtémoc, una de las más transitadas del sistema de transporte colectivo. Se ubica en la periferia del centro histórico y señala el límite de lo que fuera la antigua Tenochtitlán. 

Al verse dieron un paseo por el Jardín San Miguel que está a un costado del metro y luego visitaron la Iglesia de San Miguel Arcángel, una de las parroquias más antiguas de la Ciudad de México que data de 1692. Ese recinto tuvo importantes reparaciones en 1850 con altares neoclásicos que fueron estucados y terminados con hojas de oro, lo cual reemplazó al anterior Barroco. Casi todo fue confiscado durante el período de la Reforma en 1861.

Durante ese paseo, Alfonso (quien por entonces tenía 24 años) le habló de las reliquias y los adornos del recinto para sostener su perfil como restaurador. Mientras ella hablaba de libros, él lo hacía de arte.

De forma intempestiva él dijo que se tendría que retirar de la cita porque debía volver a apoyar al negocio de su hermana (era una papelería que estaba cerca del lugar de su cita). Una mujer pasó a recogerlo. 

La confianza en este hombre quedó forjada en Dalia. Alfonso siguió siendo atento y cuidadoso con ella, y tenía una presencia virtual constante. La saludaba por las mañanas a través de un mensaje, le preguntaba si había llegado con bien a algún sitio; se mostraba considerado por sus calificaciones de la escuela y estaba al tanto de todo lo que acontecía en su vida.

Cuando Dalia sentía más confianza en su relación, Alfonso comenzó a desaparecer y justificarse todo el tiempo. Ahí comenzó una espiral de violencia psicológica: mientras la mantenía con expectativa, él se distanciaba y comenzaron a aparecer cualquier tipo de excusas para no avanzar en sus compromisos.

Círculo violento. El ghosting

La relación que Dalia sostenía con Alfonso comenzó a tener puntos álgidos con bombardeos amorosos y picos muy emotivos, pero luego él “la tiraba al suelo” —como ella lo describe—. En esos momentos él “desaparecía de la faz de la tierra” o le decía que no podían volver a hablar (lo que la lastimaba profundamente), y tiempo después volvía de nueva cuenta para llevarla a otro punto álgido y así sucesivamente.

Cuando Alfonso volvía después de un tiempo en el que Dalia no sabía de él, intentaba reconciliarse con ella y recurría a toda clase de halagos: le decía que era la única mujer que lo comprendía, que envidiaba sus cualidades, “la ponía en un altar”; le decía que era la mejor mujer con la que había estado y que él quería ser una mejor persona para darle todo lo que se merecía.

En esos tres años de relación, Alfonso la dejaba en una incertidumbre constante. Él recurría al ghosting, esa violencia que le impide a la compañera en una relación tener certeza de saber qué sucede. Con ello se propicia un corte abrupto donde se genera un vacío presencial y de información, lo que deja en incertidumbre, culpa, inseguridad e imposibilidad de cerrar ciclos para duelar la relación.

Es importante señalar que las víctimas del ghosting pueden atravesar pérdida de autoestima, aislamiento, dificultades para volver a tener nuevas relaciones, depresión, ansiedad y ataques de pánico.

Alfonso dejaba a Dalia esperando en sus citas pactadas y argüía que él la esperó, pero se había tenido que ir. Le cambiaba los planes. Le pidió que lo invitara a una cena navideña con su familia pero él no llegó. Dalia, por su parte, le daba el beneficio de la duda “porque una parte de ella quería creerle”.

De la nada le decía que ya no podía volver a hablar con ella para luego aparecerse más cariñoso que nunca. Los pretextos de Alfonso iban en aumento: le decía que había tenido un accidente, que lo habían secuestrado, que le habían detectado cáncer, que estuvo en choques en su auto o que debió salir del país con destino a Italia, donde su padre tenía el negocio familiar de arte. A veces, simplemente le decía que debió volver a su casa en Tlalnepantla. 

Todo el tiempo él buscaba generar lástima y compasión.

En dos ocasiones Alfonso le pidió ayuda económica a Dalia para salir de las calamidades que narraba, pero al ser ella una estudiante no pudo darle dinero. 

Cuando ella se cansaba del círculo desaparecer-reconciliación-buscar compasión-pedir ayuda, Alfonso encontraba formas de mantenerla enganchada y así afianzaba la violencia con su frase: “él no la merecía”. Cuando se percataba de que otros hombres se interesaban en ella, él no permitía que ese contacto continuara.

Esta violencia psicológica que vivió durante casi tres años le impidió a Dalia disfrutar con plenitud su universidad. Su autoestima, además, se fue minando hasta el punto de “creer que no merecía ser amada”.

Fotos enviadas a Dalia por el perfil falso del hombre

Captura de un chat entre Dalia-Alfonso

El estigma se suma a la violencia psicológica

Alfonso con facilidad descalificaba el entorno de Dalia. Consideraba “tontos” a los que la rodeaban porque “no sabían” de arte como él y minimizaba sus amistades. Ella vivió todo este proceso sola: estuvo en aislamiento para que la gente que la rodeaba no se percatara de lo sucedido. 

Bety, una amiga cercana a Dalia sí se dio cuenta de la situación y le exponía la violencia que veía, porque “siempre estaba triste, pensativa” y cada vez más aislada.

Dalia experimentó un dolor profundo, se sentía decepcionada, deprimida. Guardó silencio ante lo vivido por temor a que se burlaran de ella.

De acuerdo con Tatiana Telles (quien además es directora del área de Género y Tecnología en Puentech, Laboratorio de tecnología y política pública), dicha reacción no es extraña en las víctimas de este tipo de violencias. La raíz de esta decisión no es un tema individual y tiene que ver con estigmas sociales que atraviesan a las mujeres.

“Hay cierto castigo social. ¿Por qué estabas en redes? es el nuevo equivalente a ¿por qué estabas tomando?, ¿por qué saliste a las 10 de la noche?, ¿por qué te regresaste sola? Este estigma social por estar en las redes provoca un ocultamiento de lo que pasa”. Tatiana Telles.

Tal como ocurre con las víctimas de violencia física o sexual con estas preguntas revictimizantes, en el terreno digital, el estigma social provoca que las mujeres prefieran no hablar ni pedir ayuda cuando atraviesan por situaciones como la de Dalia. 

La ruptura definitiva entre ella y Alfonso fue en el 2015, cuando Dalia se percata de que él se había casado con una mujer llamada Brenda mientras ellos sostenían el vínculo amoroso. Amigos en común habían compartido fotografías de la boda de él. 

Ella lo confrontó y Alfonso le dijo que se había casado debido a “favores que le debía a esa mujer”; que detestaba la presencia de la que era su esposa y que había sido obligado a casarse.

La red de resistencia entre mujeres

En el 2014, Dalia logró salir de esa relación violenta con Alfonso. Él la bloqueó de las redes sociales y ella generó una cuenta falsa para conocer los movimientos de él ante la incertidumbre en la que la había dejado.

Con esta otra personalidad que ella asumió en las redes sociales logró develar la personalidad fraudulenta de Alfonso y su modo de operación. En primer lugar se dio cuenta de que él sostenía una relación de tiempo atrás con una mujer llamada Brenda y que no había concluido su relación con ella como le había dicho en algún momento.

Además, observó que interceptaba a más mujeres para establecer un fraudulento vínculo amoroso y así generar estafas económicas en diversas redes sociales como Tinder, Twitter e Instagram. Es decir, el estafador había migrado ya a diversas redes sociales. Se había diversificado.

Dalia se percató que Alfonso también sostenía paralelamente una relación con otra mujer llamada Tamara, con quien había tenido una hija. A Tamara, Alfonso le había prometido ejercer una paternidad responsable y le aseguró que dejaría su relación más larga con Brenda, pero nada de lo que dijo sucedió. 

A todo esto se sumó otro caso: el de Daniela, con quien Alfonso había tenido una relación amorosa en la cual la había estafado económicamente, le había quitado una computadora, un Ipad y más de 100 mil pesos en efectivo. 

Dalia supo que había una cuenta en Twitter donde lo denunciaban como estafador.

Entonces ella rompió el silencio y contactó a varias de sus víctimas. Tamara le platicó su historia, cómo y cuándo lo conoció y cómo es que también con ella Alfonso había aparentado el perfil de un italiano restaurador de arte con una familia con negocios de papelería en México. 

Dalia sabe de al menos otras tres mujeres más que podrían haber sido estafadas por Alfonso.

Alfonso Magliano también se ostenta con otros nombres como Yoham y Villano, y tiene una cuenta en Instagram donde tiene agregadas a más mujeres con las que presuntamente tendría relaciones amorosas.

Así, quedó revelado ante Dalia un patrón de estafa virtual amorosa, en la que el supuesto mexico-italiano se dedicaba a obtener recursos económicos y aparatos tecnológicos de alto costo con diversas mujeres a quienes también engañaba. Algunas de ellas lograron identificar que el hombre en realidad es originario del barrio de Tepito en la Ciudad de México.

Aunque Dalia no fue estafada con dinero, la violencia psicológica y la estafa amorosa vivida a lo largo de tres años la dejó con secuelas con las que vive actualmente. Siente miedo permanente de no ser suficiente y se enfrenta a la paranoia. Todo esto ha repercutido en su actual relación con su compañero sentimental.

Propuesta feminista de amores éticos

Hoy, Dalia se sigue reinventando a cada paso tras lo vivido en una relación que la violentó psicológicamente. Ella consiguió romper sus miedos al dialogar con otras víctimas, asegurar un espacio entre ellas y hablar para evitar que esta situación se propague. 

A la distancia reconoce que “no estaba enamorada de él, sino de la idea de amor que le había implantado de pareja, de la persona que ella había idealizado, pero en realidad no era así”.

El repensar la forma de amar sexoafectivamente ha sido una tarea ardua dentro de la epistemología feminista. Se ha determinado la diferencia genérica que nos otorga la cultura, a las niñas, las cualidades de la pasividad y esperar (como menciona Coral Herrera en Mujeres que ya no sufren por amor) “el milagro romántico”, mientras que a los niños los mutila emocionalmente para ganar todas las batallas mientras son dotados en abundancia.

El amor patriarcal con el que hemos crecido ha permitido perpetuar la dominación en las mujeres porque las relaciones han significado dominación-sumisión y monogamia exclusiva para nosotras. Por eso, romper la estigmatización que nos han querido apropiar genera nuevas formas de amar en relaciones éticas, igualitarias y cuidadosas emocionalmente.

Hoy Dalia sigue su vida, pinta, trabaja, lee, comparte, vive, resignifica y comparte una relación amorosa con un hombre que le demuestra con hechos y no palabras cuánto significa para ella. Nunca la ha violentado: por el contrario, le demuestra amor y respeto constante. Está cercana a una red importante de mujeres que la acompañan.

Tamara (cuyo nombre cambiamos para proteger su identidad) tiene una hija que está en la primaria y un trabajo con el que se muestra muy tranquila y satisfecha. Aunque no lo dice explícitamente, por cómo habla del tema, parece que también tiene una familia unida y cariñosa que la acompañó y la apoyó cuando fue víctima de un fraude por parte de Alfonso.

Ella ya no vive en la Ciudad de México (aunque aquí sucedió todo), por lo que la entrevista se realiza pantalla-a-pantalla. La imagen muestra a una joven sobre diferentes fondos: cortinas transparentes, vitrinas con marcos de madera,la colcha sobre una cama… La locación cambia una y otra vez. Mientras tanto, por la bocina de la computadora sale una voz que transmite seguridad, firmeza y calidez. Y no solo una voz: Tamara, además, desborda carisma en su manera de contar las cosas. Recuerda y se ríe. Luego se pone seria y hace afirmaciones como quien lleva tiempo reflexionando profundamente sobre la vida.

Ella llegó a vivir a la Ciudad de México en 2014, cuando tenía 24 años de edad. Una de las cosas que hizo estando en la gran capital fue descargar Tinder, la famosa aplicación de citas lanzada en 2012 en Estados Unidos por Sean Rad, Justin Mateen y Jonathan Badeen. Una entrevista de Rad con el medio Business Insider en 2021 deja ver lo que explicó Tatiana Telles: Tinder (como las redes sociales) nació con una función social específica.

De acuerdo con el creador de la app, Tinder pretende facilitar el acercamiento con las personas para quienes conectar con alguien en el aspecto sexoafectivo es complicado por miedo al rechazo. A grandes rasgos, la aplicación facilita esta conexión permitiéndole a las y los usuarios acercarse a alguien con la seguridad de que esa otra persona también está interesada en conocerlos a ellos específicamente.

Ya dentro de esta plataforma, Tamara —originaria de otra entidad alejada de la CDMX— conoció a Alfonso, quien (como con Dalia) dijo tener origen italiano y ser valuador de arte. Según contó a Tamara, trabajaba para “el gobierno”. Sus supuestos apellidos eran Magliano de Gante.

Después de que se conocieran por la aplicación hablaron cerca de mes y medio, hasta que finalmente se encontraron en el departamento de Tamara. En ese entonces, ella vivía al sur de la capital mexicana.

Las señales de alerta
Desde antes de su primer encuentro personal, Alfonso mostraba su carácter patriarcal en la relación con Tamara insistiéndole en que borrara la app porque “no necesitaba hablar con nadie más” además de él. Cuando se vieron en persona, las cosas no dejaron de desarrollarse de formas que —ahora— Tamara reconoce como señales de que algo extraño estaba sucediendo. 

En su primera cita, por ejemplo, Alfonso se quedó a dormir en el departamento de ella y además le pidió ser su novia. “Se me hizo súper raro todo, pero dije “estoy en una ciudad nueva, no hay problema”, cuenta Tamara al respecto (una respuesta que, por otro lado, no es sino el ejercicio de autonomía de una mujer al momento de buscar y seleccionar activamente a una pareja).

Así comenzó a formarse un tipo de “rutina” entre ambos. Alfonso llegaba los jueves o viernes al departamento de Tamara y se quedaba ahí hasta el domingo, día en que iba a recogerlo una mujer en un automóvil gris. Tamara no sabe si es la misma mujer que recogió a Alfonso cuando éste conoció a Dalia. Él, por su parte, le explicó que se trataba de su secretaria. Tamara nunca habló con ella ni la vio de frente, pero Dalia sospecha que se trataba de Brenda, la esposa de Alfonso.

Esto, sin embargo, no era lo más “extraño” de su relación. A veces, por ejemplo, Alfonso decía que necesitaba tiempo para estar solo con su teléfono y pasaba horas fumando frente a la pantalla en el garage. Además, siempre que planeaban alguna salida, Tamara terminaba pagando todo porque él no tenía dinero; su justificación era que no podía cobrar su salario porque se lo transferían desde el extranjero y tenía problemas para recibirlo estando en México.

Todo el tiempo que estuvieron juntos, Alfonso nunca le dio muchos detalles a Tamara sobre su vida personal. Únicamente le contó que tenía tres hermanas y que su jefe del trabajo lo había “adoptado” como si fuera su hijo. Sobre sus padres biológicos, Alfonso le contó que su madre había fallecido y que tenía una mala relación con su padre. “Y ya, eso fue la relación”, concluye.

Una de las pocas fotografías que Tamara conservó de Alfonso. 

Esta relación tuvo dos constantes. Una de ellas fueron las mentiras por parte de Alfonso, y otra, su forma de manipular a Tamara tal como lo hizo con Dalia y Daniela. La violencia psicológica que ejerció el estafador incluyó celos (mismos que llevaban a Alfonso a revisar el teléfono de Tamara mientras ella estaba dormida) y chantaje emocional, el cual salió a relucir cuando Tamara intentó terminar con él en una ocasión. 

La razón fue un enojo que Alfonso tuvo, precisamente, revisando el celular de Tamara. Haciendo esto halló una conversación en la que la mujer hablaba sobre él a sus amigas; a Alfonso le disgustó la forma en la que la joven se expresaba de él y le reclamó. Tamara recuerda que no se sentía completamente enamorada de Alfonso, por lo que no le tomó mucha importancia a terminar con él. No obstante, días después, Alfonso la volvió a buscar y le suplicó que regresaran.

“Él llegó a mi casa rogándome, suplicándome, llorándome “por favor vuelve conmigo” y no-sé-qué, bla bla bla”, cuenta Tamara. Ella, de manera relajada, decidió acceder pese a que incluso ya había salido con otra persona.  “Él tiene un poder de palabra que realmente le creías lo que te decía, ¿sí me explico? O sea, no dudaba de él”, dice Tamara con una mirada de intriga en el rostro. “Yo nunca dudé y nunca le dije a ver, háblame en italiano”, afirma en broma.  

Así, en medio de esta confusión derivada de la manipulación psicológica del estafador, regresaron. Alfonso utilizó esta confianza, esta estafa amorosa, para sacar provecho financiero de Tamara. En una ocasión, después de colgar consternado el teléfono, le pidió a la joven entre 20 y 30 mil pesos prestados porque su padre había llegado de urgencia al hospital.  Tiempo después (tras el fin de la relación, el nacimiento de la hija de ambos y el regreso de Tamara a su estado), la mujer descubrió que Alfonso usó este dinero para el parto de su esposa Brenda.

Lo esencial: redes de apoyo ante el aislamiento
La relación entre Tamara y Alfonso inició aproximadamente en agosto de 2014. Meses después, en diciembre, Tamara comenzó a sentir náuseas y otros síntomas que la alertaron de un posible embarazo. Las sospechas se confirmaron y los dos hablaron sobre lo que harían. 

Aun con el paso de los años, Tamara recuerda que nunca pensó en tener un futuro al lado de Alfonso; justamente por eso, cuando se confirmó el embarazo, le dijo que no había problema si decidían no formar una familia juntos. Incluso le mencionó que ella se iría a su estado natal por las fiestas decembrinas y que podía quedarse allá y no regresar a la Ciudad de México. 

Por su parte, Alfonso llanamente insistió en tener una familia con ella y hasta habló con sus padres por medio de una videollamada para comprometerse formalmente. También se mostró entusiasmado por comprar muebles para su futuro hogar (aunque con el dinero de Tamara) y le propuso un plan a la joven: renunciar a su trabajo y dejar su departamento para irse juntos. 

En otras palabras, el agresor le pidió a Tamara que se alejara de sus modos de subsistencia, lo que la ponía en situación de vulnerabilidad. Este método de control patriarcal parece desarrollarse completamente al margen de la estafa. ¿Su objetivo? Quizás, establecer jerarquías en la relación e intentar subordinar a su víctima.

Tamara accedió al plan de Alfonso porque le preocupaba la carga de trabajo que tenía y no quería seguir con ella estando embarazada. Pero nada resultó como esperaba. El día que se supone que Alfonso iría a recogerla para mudarse juntos, él simplemente desapareció. 

Ella lo buscó en el edificio donde trabajaba según le había contado, pero nadie lo conocía. Después recordó que una vez le mostró una credencial donde, además de tener sus apellidos reales, estaba también un domicilio de Tlalnepantla, Estado de México. Así, Tamara decidió ir a buscarlo, pero simplemente parecía que la tierra se había tragado al impostor.

Los padres de Tamara le pidieron que regresara con ellos, a lo que la chica accedió. Pero, pese a la distancia geográfica, ella no dejó de buscar a Alfonso por la inquietud de saber qué había sucedido con él. Así, tras un complicado rastreo en redes sociales, Tamara dio con el perfil de una de las hermanas de Alfonso, en el que había fotografías de una boda entre él y otra mujer: Brenda. “Yo lo conocí una semana después de su boda”, recuerda. 

Frente a las estrategias de chantaje emocional y control que Alfonso ejerció sobre Tamara, ella actuó de forma activa ante la situación. Así, tras la desaparición del estafador, recurrió a una sólida red de apoyo: su familia.

Se desmonta la estafa

A partir de la desaparición de Alfonso, sus mentiras se fueron descubriendo una por una. Con la ayuda de su padre, Tamara descubrió que su expareja no trabajaba para el gobierno. Prácticamente era ilocalizable con sus supuestos apellidos italianos y, además, tenía una hija con la mujer con la que se casó días antes de conocerla en persona (la bebé de quien Tamara pagó los gastos del parto sin saberlo).

Además de este dinero, Alfonso se quedó con dos computadoras de Tamara y una cámara profesional. Y, en total, la mujer calcula que desembolsó 50 mil pesos que fueron a parar a los bolsillos de su expareja. Él, por su parte, la contactó meses después e intentó mentirle de nuevo diciéndole que estaba en Argentina y que le habían diagnosticado cáncer; además, cuando Tamara lo confrontó diciéndole que ya sabía sobre su boda, él le respondió que en realidad se había casado con otra mujer “por lástima” debido a que ella tenía una enfermedad terminal.

Uno de los perfiles falsos utilizados por Alfonso. 

Tras el nacimiento de la hija de Tamara, ella decidió poner fin a la comunicación con Alfonso, pero quien entró en escena después fue la esposa de él. Ambas intercambiaron mensajes e, incluso, fotografías de sus hijas (quienes se parecían tanto al punto de que podían ser confundidas). De esta forma, Tamara se dio cuenta de que cuando Alfonso estaba con ella, la esposa creía que él estaba trabajando, sobre todo por el hecho de que siempre regresaba con dinero (por supuesto, el dinero de Tamara).

En un punto de hartazgo, ella decidió revelarle a Alfonso todo lo que sabía sobre él. Él le respondió haciéndole gaslighting y llamándole “loca” por su forma de reaccionar ante la manipulación psicológica que él ejerció en su contra; además, le dijo que su hija (esa hija de quien prometió hacerse cargo meses antes) seguramente no era suya. 

Así quedaron al descubierto otras violencias machistas que se agregaron a la lista junto con el complejo proceso de manipulación en el que Tamara estuvo atrapada por un tiempo. Estas violencias se asomaban una y otra vez con las descalificaciones de Alfonso hacia las mujeres en general. 

Su forma de referirse a su esposa Brenda, sus comentarios sobre los amigos de Dalia y el gaslighting con el que invalidaba las emociones de Tamara… todo esto fue configurando poco a poco el perfil de un estafador que, además, ejercía un poder misógino y patriarcal sobre las mujeres con quienes se relacionaba. Y este poder fue llevado al campo de lo digital, lo que da pie a nuevas herramientas para aplicar violencia sobre otras personas.

La directora de Género y Tecnología de Puentech se refiere a este proceso como una replicación de nuestras dinámicas sociales en el mundo digital. “Solo estás replicando conductas que ya hay afuera”, explica.  “El problema no es que la tecnología venga con un sesgo de género sino que la sociedad sí y la sociedad produce una tecnología. Por lo tanto, la tecnología replica lo que ya pasa socialmente”.

A pesar de esto, fuera de la web se mantienen varios estereotipos al respecto. Uno de ellos es que las aplicaciones de citas son solo para buscar relaciones informales. De esta forma, las mujeres que deciden usar estas apps no solo “violan la regla” de esperar pasivamente a un hombre como afirma Coral Herrera: también son señaladas por estar en una plataforma que les permite ejercer su libertad sexual. En ese sentido, las violencias resultantes de esto están justificadas ante la mirada colectiva de una sociedad patriarcal y machista.

Una violencia que oculta muchas otras

Después de que Tamara cortó toda comunicación con Alfonso, la esposa de éste seguía buscándola para desahogarse. Le decía que sospechaba que estaba con más mujeres y que, además, la amenazaba con llevarse a la hija de ambos constantemente, lo que constituye un acto de violencia vicaria.

Las opiniones de Dalia y Tamara son opuestas en este punto. Mientras la primera opina que la esposa de Alfonso es cómplice en las estafas, la segunda narra la historia percibiendo en ella a otra víctima más de su expareja, aunque con sus respectivas diferencias. Esta opinión está respaldada por un mensaje que Tamara recibió de la hermana de Brenda años después de que ella dejara de hablar con Alfonso. En dicho mensaje, la hermana le pedía ayuda para separarlos porque él era “un vividor” y violentador a quien ya había descubierto en Tinder.

Tamara, sin embargo, respondió que a ella no le correspondía actuar al respecto y continuó con su vida lejos de ellos. En algún momento pensó en demandarlo, pero personas cercanas a ella la aconsejaron diciéndole que no lo hiciera porque no tenía pruebas suficientes para comprobar la estafa de la que había sido víctima. 

Tal como explica la directora de Género de Puentech, aquí entra en juego el tema de la alfabetización digital. “No puedes ir a la policía y no puedes reportarlo porque no conoces las herramientas”, asevera Telles. Esto tiene que ver, a su vez, con las brechas de género en el mundo digital, las cuales no se limitan a si una mujer tiene acceso o no a la tecnología: también incluyen aspectos como sus habilidades en el manejo de las herramientas y la protección y seguridad con la que navega en la web.

El tema de seguridad cobra una relevancia especial considerando que, en México, el 25 por ciento de las mujeres con acceso a internet ha sufrido violencia digital de acuerdo con datos de El Economista. Solo el 8 por ciento de estas agresiones fueron denunciadas, lo que según el Módulo de Ciberacoso 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) se relaciona con el daño emocional de las víctimas y el cansancio anímico que esto conlleva.

A pesar de la frecuencia con la que se dan este tipo de estafas amorosas, en nuestro país (como en otras partes de América Latina) hacen falta medidas de alfabetización digital que incluyan, por un lado, la caracterización de violencias como las estafas amorosas, y, por otro, el reconocimiento de las herramientas a las que podemos acudir en caso de ser víctimas de estos delitos.

Tamara no se ha olvidado del todo la posibilidad de proceder legalmente contra Alfonso, e incluso ha contemplado interponer una demanda por pensión alimenticia. No obstante, lo que la detiene de hacerlo es pensar en lo que podría pasar con su hija, un tema que hace que su voz se ponga más seria cuando habla.

“Al momento de que yo lo demande por una pensión le da poder de ver a mi hija y yo no le tengo confianza. La relación de pocos meses que tuve con él fue una relación de mentiras con una persona que realmente no existe porque era una persona que él se inventó. Entonces, no sé si es una persona peligrosa”, piensa Tamara al mirar las posibles consecuencias materiales de la violencia digital.

Para Tamara es claro que este problema tiene múltiples dimensiones, y una de ellas se relaciona precisamente con el abandono paternal. “Yo tenía una roomie en Ciudad de México que también era de mi estado y es hija de madre soltera: su papá es de CDMX y nunca se hizo cargo de ella. También tengo un exnovio hijo de madre soltera: su papá era una persona de la Ciudad de México que tenía otra familia allá”, narra con indignación a través de la pantalla.

“Son cosas que pasan y pasan muy seguido, pero nunca te das cuenta hasta que te llega a tocar”, lamenta. La conclusión a la que llega es clara: este problema ha existido siempre. Así lo muestran los 4 millones de padres ausentes que hay en México de acuerdo con el Inegi. Pero ahora, como ya insinuaba Tatiana, las herramientas de los agresores están renovándose. 

En este caso, el contacto entre el agresor y sus víctimas se dio gracias a una plataforma virtual cuyos filtros no han impedido a Alfonso seguir creando perfiles falsos. Y, aunque en abril de este 2023 anunció la verificación de cuentas por medio de videos cortos, esta medida parece insuficiente cuando hablamos de casos como el de Dalia, Tamara y Daniela.

Mientras soluciones más radicales siguen sin aparecer, la violencia digital sigue dejando huella en mujeres como Tamara. En su caso, la estafa amorosa de Alfonso la desestabilizó económicamente y la orilló a ejercer la maternidad sin una pareja con la sobrecarga de trabajos de cuidado que ello implica.

Además, el estrés generado por toda esta situación le detonó púrpura trombocitopénica, una enfermedad del sistema inmune en la que éste desconoce las plaquetas de la persona y las desaparece. Tamara, además, tuvo episodios de ansiedad, y su confianza para conocer a otras personas para relacionarse sexoafectivamente quedó marcada.

“Siempre pido la licencia o pregunto cosas como cómo se escribe su nombre nada más como para darme cuenta. También trato de asegurarme de que tengan redes sociales. Tengo como mi lista para decir “ok, sí es real””, cuenta entre risas, pero sin dejar de confirmar que todas estas consecuencias son absolutamente reales.

Para Daniela, recordar que un hombre que conoció por medio de una app de citas la estafó, la hace rememorar la vulneración a su confianza y el temor que enfrentó el día que recibió el último mensaje de este sujeto: “no agas pdo xq vas a salir corriendo” (sic).

Contar esta historia es difícil, asegura, pero necesaria “para que otra mujer no pase por lo mismo”. Ella prefiere no dar detalles de su vida, sus intereses y el trabajo que tanto le apasiona, pues teme que surjan represalias en su contra. 

Por medio de Tinder, la app de citas más famosa del mundo, Daniela conoció a Alfonso, pero bajo el nombre de Laszlo, un hombre que se dijo italiano y dedicado al arte. Semanas más tarde se ganaría su confianza y le robaría casi 200 mil pesos a través de chantajes emocionales y la promesa de una inversión que nunca llegó.

Daniela no era usuaria habitual de este tipo de aplicaciones, pero en las pocas experiencias que tuvo al conocer personas, nunca encontró alguna amenaza. 

En Tinder, deslizando una fotografía tras otra y por medio de un “match” puedes conocer a personas que se encuentran en el rango de la zona donde te encuentras. Ingresas, registras tu nombre, tus gustos e intereses, colocas una imagen tuya y el nombre que te identifica. 

Fue así como en septiembre de 2018 Daniela instaló e ingresó a Tinder. Entre las personas que ese día aparecieron se encontró con Laszlo, de quien recibió un “match” e inició la historia que cambiaría su forma de ver las redes sociales y las relaciones interpersonales.

Comenzaron a platicar, intercambiaron diversos mensajes que a las pocas semanas se transformaron en una cita para conocerse.

Él le dijo que estaría cerca de la zona donde ella en ese momento trabajaba, por lo que acordaron un punto medio y Daniela lo recogió.

Ella le abrió las puertas de su hogar, el cual rentaba junto a una amiga. También le compartió sus proyectos laborales, sus sueños y objetivos. Mismos que en ese momento él prometió acompañar. Fue así como ella comenzó a idear un plan de vida a su lado. 

Sin embargo, desde ese momento “comenzaron a aparecer las banderas rojas”, contó Daniela a Cimacnoticias. Él le había indicado que contaba con grandes cantidades de dinero a las que no tenía acceso, por diversas excusas que para ella nunca fueron claras.

Pero entonces comenzó el chantaje emocional. “Él me decía: ‘voy a salir con un amigo, pero me siento mal porque yo no puedo invitarle cosas. Porque todo mi dinero lo tengo en una caja fuerte ya que voy a empezar a tener un proyecto y todo el dinero que traje lo tengo que dar a eso”. 

Las “banderas rojas” 

Poco a poco su relación adquirió una rutina. Dos o tres veces a la semana ella pasaba a recogerlo a un punto acordado por ambos, pero nunca conoció el lugar donde él vivía. Permanecían largas horas en el departamento de Daniela, cocinaban juntos, platicaban de planes y preparaban un futuro laboral juntos. 

Daniela se hacía cargo de los gastos que suponían las salidas o pasatiempos en la relación. Para ella era una forma de agradecer el apoyo que otras personas le habían dado en momentos complicados que tuvo en algún momento de su vida. 

“Cuando yo lo conozco y cuando me doy cuenta que a mí no me va tan mal en el trabajo, pues también para mí era bueno pensar que ahora yo podía ayudar a alguien, que yo hoy podría retribuir todo lo que en algún momento alguien me dio a mí”. 

Pero a la par seguían los mensajes manipuladores de Laszlo, aprovechándose de las buenas intenciones de Daniela. Él se decía triste por la situación que vivía, a la cual no le veía fin. 

La historia que Laszlo le contó la creó entre varios países, como México, Italia y Colombia. En todo momento la narrativa coincidió con la que a otras mujeres les expresó sobre su historia de vida: era un hombre con recursos económicos suficientes para viajar e invertir, solo que de momento era complicado acceder a ese dinero. 

Laszlo le dijo a Daniela que había viajado a México para ingresar con un proyecto a un museo, pero era una licitación con el gobierno y tenía que entrar y dar mucho dinero. Después de esa licitación dijo que les iban a devolver lo invertido”. 

Las pláticas sobre dinero comenzaron a ser recurrentes. En una ocasión él le pidió prestados cinco mil pesos, ella accedió pues se sintió en confianza con el hombre a quien en ese momento consideraba su pareja, alguien con quien construiría un proyecto de vida. 

La estafa

En noviembre de 2018 Laszlo le comentó a Daniela que necesitaba 100 mil pesos para su inversión, ya que no podía salir del país para tomarlo de la caja fuerte que presuntamente tenía en otro lugar del mundo. 

Ella le prestó esta cantidad ante la promesa de que se lo devolvería, incluso “con intereses”, le prometió. 

“La verdad es que jamás jamás me cuestioné nada, porque yo decía: ‘es que yo no puedo dudar, cómo voy a dudar de una persona, cómo lo voy a juzgar’, eso me hacía sentir mal”.

Él llegó a decirle que su madre era mexicana y su familia había traído las primeras impresoras al país, por lo que el tema de dinero no era un problema para él. 

Una semana después de haberle prestado esta cantidad de dinero, Daniela no supo de Laszlo. Luego de ese tiempo él aseguró que el proyecto que buscaba había sido aprobado. Pero únicamente se trataba de un engaño más.  

Laszlo aseguró que necesitaba comprar una tablet para una presentación que debía realizar, por lo que nuevamente pidió dinero prestado a Daniela. Así, en una tienda departamental, compraron este artículo y un celular a pagos diferidos. 

De esta forma Daniela quedó con una deuda de más de 70 mil pesos en esa tienda. Laszlo le prometió que devolvería cada peso. Quedaron de verse al día siguiente, pero él nunca apareció. Intercambiaron un par de mensajes por la noche que terminaron en una amenaza para ella.

“Te estoy marcando, pero no entra la llamada. Por favor dime que todo está bien”. Fue el mensaje que Daniela envió a las 18:30.

19:07 “Estoy preocupada. Por favor comunícate conmigo”. 

19:41 “Estoy en la casa, de verdad no sé qué onda. Es el segundo fin que pasa esto, solo espero que estés bien”.

22:26 “¿En algún momento vas a contestar el teléfono? ¿Qué está pasando? Por favor, dime qué está pasando. Sea bueno o malo, por favor dime las cosas”.

Finalmente a las 4:04 del día siguiente Laszlo sentenció: “Tranki ija lo tengo aquí yo te lo regreso pronto nada más quiero que me de lo mío y listo no agas pdo xq vas a salir corriendo”. 

Luego de esto ella temió por su seguridad, por lo que decidió mudarse de casa y esperar no volver a ver a Laszlo. 

Los estragos 

Daniela se enfrentó al temor a ser juzgada por confiar en un hombre. Por eso decidió guardar su historia por mucho tiempo. 

Ahora rememora todo y afirma que nunca se sintió enamorada. Más bien “idealicé demasiado poder ayudar a alguien y de poder estar con una persona con quien yo pudiera crecer”. 

“Pensaba: vamos a lograr un montón de cosas juntos, ya encontraré a la persona con la que quiero estar. Porque aunque nos estábamos conociendo, me gustaba todo lo que él pintaba”

Tras vivir esta experiencia su desconfianza se fue a los cielos. Tampoco podía volver a leer las conversaciones con Laszlo pues sentía vergüenza, frustración y enojo. 

Al intentar relacionarse con otras personas surgía el temor a que alguien más pudiera aprovecharse de ella, manipularla y violentarla emocionalmente como lo hizo Laszlo.

“Ahora, cuando las personas me preguntan “de dónde eres” a mí me genera un miedo horrible, yo decidí entonces bloquearlo porque no sabía con qué intención surgía esa duda”. 
Actualmente tiene una relación en la que asegura sentirse cómoda y estable. Pero las secuelas de la estafa no han podido irse de su vida. 

App que no cuida a las mujeres

Luego de poco a poco intentar superar las vivencias que enfrentó junto a este hombre, 
antes de ingresar a su nueva relación sentimental, Daniela nuevamente descargó Tinder. Entre el temor, su pesadilla se hizo realidad: encontró nuevamente a Laszlo, pero ahora, con otro nombre. 

En esta ocasión se presentaba como Palavioux, de 33 años. Nuevamente se decía italiano. La misma fotografía, pero otro nombre.

Daniela inmediatamente denunció el perfil en la app. Días después recibió un correo en el que le indicaron que su solicitud había sido revisada, el perfil analizado y bloqueado para que el hombre no pudiera tener contacto con ella. Pero eso fue todo. 

Ella se preguntó cómo es que el nombre se encontraba verificado cuando anteriormente se había registrado con otro. 

Ante esto, Daniela afirma que las redes sociales y en específico las apps de citas “deberían tener restricciones” que cuiden a sus miembros. 

“Quizá para validar tu perfil deberían pedirte la clave de tu identificación. Que realmente se valide tu nombre, que eres una persona que existe, de esta forma evitar que se creen más perfiles falsos y sucedan más estafas”, sentenció.

Sin protección en apps de citas y redes sociales
Al ingresar a Tinder existe un apartado en el que se explica sobre la verificación de los perfiles. Esta se realiza en específico en esta app a través de una fotografía. 

“Para recibir tu verificación, deberás enviar un breve video selfie que compararemos con tus fotos de perfil. Utilizamos una combinación de personas de confianza y tecnología de reconocimiento facial para comparar la geometría facial de los selfies que envíes y de tus fotos de perfil”, explica Tinder. 

Sin embargo, lo anterior no garantiza que la identidad de la persona sea la correcta, provocando que se utilicen nombres falsos y que un mismo usuario pueda crear distintos perfiles únicamente dando de baja el anterior, como fue el caso del hombre que estafó a Daniela. 

Ello pese a que, de acuerdo con al app, cuentan con “un equipo antifraudes especializado” que, explican, utiliza una red de tecnología líder en el sector para realizar análisis en búsqueda de fraudes, revisa el perfil de todos los miembros en busca de alertas de lenguaje y realiza comprobaciones directas de perfiles sospechosos.

Las medidas de seguridad en Tinder también incluyen un botón para que las y los usuarios puedan reportar cosas como spam o información falsa en un perfil. No obstante, Tatiana Telles reconoce que las sanciones que se aplican cuando esto sucede no son tan contundentes: se suspende un perfil pero, ¿y luego?

No es que no pueda hacerse nada. Telles cuenta que detrás de los reportes en apps o redes sociales hay equipos de moderadores de contenido. Estos equipos se encargan de revisar qué sucede con las cuentas reportadas y analizar su comportamiento para aplicar las sanciones correspondientes. Este equipo puede consistir en algoritmos o en personal humano (el equipo antifraudes especializado). Lo segundo es, evidentemente, más caro, por lo que las empresas se resisten a invertir en ello.



“Sí se podría hacer, pero la verdad es que ni Bumble ni Tinder (que son las apps de citas más grandes) tienen interés de hacerlo porque esto cuesta dinero”, lamenta la especialista. Sin embargo, asegura que siempre hay opciones. Una de ellas podría ser generar un cobro extra a las y los usuarios a cambio de mejores medidas de seguridad. Pero, con esto, se vuelve a dejar gran parte de la responsabilidad frente a la violencia en los hombros de los individuos.

De acuerdo con el reporte El Amor en los Tiempos de las Telecom-2023, de The Competitive Intelligence Unit (The CIU), tres de cada cuatro usuarios de aplicaciones de ligue consideran que estas presentan riesgos para su seguridad o integridad, por lo que 25 por ciento se sienten “algo inseguros” y 20.5 por ciento “muy inseguros” al momento de utilizarlas. 

Los principales riesgos que los usuarios perciben son contactar perfiles falsos (84.1% por ciento), actos delictivos (81.8 por ciento), robo de identidad (61.4 por ciento) y ciberacoso (59.1 por ciento).

El temor de encontrarse con un perfil falso no es infundado, ya que el mismo informe destaca que uno de cada cinco usuarios se ha visto afectado por el uso de estas plataformas. De ellos, la mitad ha contactado con perfiles falsos, dos de cada 10 ha sido víctima de clasismo o ha sufrido robo de identidad y 14 por ciento de ciberacoso.

Cabe destacar que en México, aunque son usadas otras apps de ligue, Tinder se encuentra a la cabeza con 72.7 por ciento de preferencias, destacó The CIU.

El fraude amoroso en cifras

Desde el 2021 el Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ha atendido más de 4 mil casos relacionados con ciberdelitos y amor romántico. Revelaron que las mujeres entre 18 y 30 años son las que más viven violencia en el espacio digital y los agresores principalmente son hombres. 8 de cada 10.

Señalaron del “fraude amoroso” que los ciberdelincuentes crean perfiles falsos para entablar relaciones sentimentales, simulan una urgencia y piden dinero para recoger un regalo en una aduana, resolver un problema legal, la compra de un inmueble y el 72 por ciento de las víctimas son mujeres. 

Durante la significativa fecha del 14 de febrero de este 2023 se presentaron los resultados del análisis “Riesgos digitales del amor romántico”, basado en la muestra de esos cuatro mil reportes registrados en la Línea de Seguridad y el Chat de Confianza entre 2021.

Dijeron que entre los ciberdelitos están: la Sextorsión el cual fue denunciado por el 73 por ciento de las mujeres (27 por ciento hombres), ciberacoso 64 por ciento (36 por ciento hombres), ciberextorsión por infidelidad 59 por ciento mujeres (51 por ciento hombres) y fraude amoroso 72 por ciento en mujeres frente al 28 por ciento en hombres.

En ese análisis identificaron las principales formas de contacto: 
WhatsApp 32.4 por ciento 
Facebook 25.6 por ciento; llamada telefónica 24 por ciento 
Instagram 5.7 por ciento
Otras redes sociales como Tinder 2.6 por ciento 
Mensajes SMS 1.5 por ciento 
Correo electrónico 1.1 por ciento 
Páginas web 1.1 por ciento

La Ciudad de México es la que más casos presenta con el 66.6 por ciento de los reportados y 32.7 por ciento acontecen en el resto de las entidades en la República.

En el Fraude amoroso el 31 por ciento de los casos el monto solicitado por el ciberdelincuente fue superior a los 50 mil pesos y particularmente en este delito las víctimas son contactadas principalmente por Facebook en un 70 por ciento, Instagram 15.8, Tinder 5.3 y WhatsApp 3.5 por ciento.

Y ese fraude amoroso se da entre mujeres entre 18 y 30 años son un 71 por ciento; entre los 31 y 60 años 69 por ciento; y mayores de 60 años en 87 por ciento.

En México se desconoce la cifra exacta de cuántas pérdidas económicas han generado las estafas amorosas. Sin embargo, en casos como el de Estados Unidos, este delito ha implicado el robo de 304 millones de dólares tan solo en 2020, un 50 por ciento más que en 2019, de acuerdo con la Comisión Federal de Comercio (Federal Trade Commission).

Violencia digital 

Si echamos una mirada atrás, los últimos años México ha logrado avanzar en la tipificación de las violencias también en el espacio digital porque éste sin duda no es inocuo, hoy, el país ya cuenta con una ampliación de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia donde se incluyó la violencia digital en el Artículo 20. Y el Artículo 6 

“Violencia digital es toda acción dolosa realizada mediante el uso de tecnologías de la información y la comunicación, por la que se exponga, distribuya, difunda, exhiba, transmita, comercialice, oferte, intercambie o comparta imágenes, audios o videos reales o simulados de contenido íntimo sexual de una persona sin su consentimiento, sin su aprobación o sin su autorización y que le cause daño psicológico, emocional, en cualquier ámbito de su vida privada o en su imagen propia. 
Así como aquellos actos dolosos que causen daño a la intimidad, privacidad y/o dignidad de las mujeres, que se cometan por medio de las tecnologías de la información y la comunicación”.
Y el Artículo 6 de la misma Ley determina que violencia psicológica es:
Es cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica, que puede consistir en: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio.

De hecho, el Código Penal de la Ciudad de México en su Artículo 230 penaliza el fraude.

Diversos estudios han determinado que la violencia digital asociada a vínculos sentimentales afecta mayormente a mujeres y lo que les sucede no es un hecho aislado, sino convergente de vulnerabilidades asociadas a los roles y estereotipos de género. 

El Informe Un estudio de los perfiles de agresores y sobrevivientes de violencia sexual digital elaborado por el Frente Nacional para la Sororidad con datos de enero del 2020 a diciembre de 2021, documentaron mil 705 casos de violencia digital en México, de los cuales 95.3 por ciento fueron perpetrados contra mujeres. Siendo las estudiantes universitarias y las empleadas privadas las principales víctimas.

Por su parte, el Consejo Ciudadano ha ubicado cuatro ciberdelitos más frecuentes: Sextorsión con 79.7 por ciento; Ciberacoso, 9.7 por ciento; Ciberextorsión por infidelidad 7.6 por ciento y el Fraude amoroso 3.1 por ciento.

Claves para ligue en el mundo digital
Tamara confiesa que ella nunca se hizo un reclamo por haber sido manipulada, una decisión que viene desde la autocomprensión y la fortaleza emocional. Lo que sí se reprocha, sin embargo, es pensar que tenía todas las herramientas necesarias para identificar las mentiras de Alfonso mientras estaban juntos. Pero, ¿realmente es así?

En este punto necesitamos mirar, por un lado, la falta de alfabetización digital señalada por Tatiana Telles. El desconocimiento de cómo funcionan realmente las apps y las herramientas digitales, la falta de información sobre sus regulaciones externas e internas y la poca difusión sobre qué hacer al vivir violencia digital son algunas de las caras de este problema. A ellas se suma la poca socialización de nuestras relaciones, sobre todo cuando éstas nacen en aplicaciones de citas.

Telles explica que el silencio alrededor de estos temas impide a las personas intercambiar experiencias y, con ello, generar un tipo de “manual interno” sobre las situaciones de riesgo presentes al navegar en la web o en las apps como Tinder. “Casi como un protocolo sexual-social-afectivo que deberíamos tener todas”, concluye. Al hablar sobre esto hablamos también de prevención. Tatiana hace una analogía al respecto con las relaciones en el mundo real: si tenemos un violentómetro sobre las señales de alerta en relaciones de pareja, ¿por qué no hacer algo similar con el mundo digital?

Quizá Tamara, como Dalia y Daniela, intuyó algunas de las señales que deberían incluirse en este “protocolo”. Pero mirar la violencia estando dentro de ella nunca es sencillo.

En algún momento, ella reconoce que la lastimó pensar en que todo lo que hizo Alfonso fue por conseguir dinero. Pero, actualmente, siente que su vida está mejor con su hija, sus padres y un trabajo mejor que el que tenía en la CDMX. Y su bienestar se nota: su sonrisa al hablar de su presente transmite serenidad y, también, paz venida desde la autocomprensión.

En este proceso se oculta un mensaje para las víctimas de manipulación y violencia: la culpa nunca está del lado de la víctima sino del agresor.

Este agresor, Alfonso, sigue activo en Tinder y en otras redes sociales. La complejidad material de sus estafas que implican todo lo expuesto por Tatiana Telles ha hecho que, hasta ahora, no haya sido denunciado y sancionado. Pero el valor de hacer una denuncia pública en su contra es un paso importante para estas mujeres que desean que ni una más pase por las manos del estafador de las redes sociales.

Informar es también un modo de alfabetizar y cerrar las brechas digitales, opina Tatiana Telles al respecto. También lo es compartir experiencias, tal como Tamara y Dalia hicieron con Daniela.

Línea de Seguridad y Chat de Confianza del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la ciudad de México
55 · 5533 · 5533
https://consejociudadanomx.org/

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