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Dolores Jiménez y Muro González

Por Erika Cervantes

Hoy en día no es difícil ver a una mujer de edad en plenitud movilizando a un grupo de personas que luchan por sus derechos, sin embargo, en la primera decena del siglo veinte eso no sólo era algo fuera de lo normal sino que ni siquiera era fácil de imaginar: ese es el caso de Dolores Jiménez y Muro, una mujer que pasó por alto más de una norma para ser profesionista y activista política.

Doña Atilana Muro y Jesús Jiménez, recibieron a Lolita en la capital de Aguascalientes el 7 de junio de 1848, aunque cursó sus primeras letras en San Luis Potosí y siempre dio grandes muestras de su capacidad periodística.

Sus primeros pasos en el mundo del periodismo los dio gracias al abogado y poeta Manuel José Othón, quien le enseñó que, más que un placer, escribir era un compromiso: enseñanza que guió su camino profesional.

Ver de cerca el fin del llamado Segundo Imperio en su más tierna juventud, junto con la defensa juarense contra el imperio, forjó en Dolores una clara idea de la justicia para los pueblos; ideal que se desbordó cuando en 1909 Porfirio Díaz preparaba de nuevo lo que sería su última relección.

Dolores, indignada por la falta de respeto al Plan de Tuxpan en cuanto al principio de no relección, arengó a un grupo de ciudadanos a que se manifestaran contra el dictador.

La hazaña le ganó su primera detención en la cárcel de Belem, cuando dolores tenía 61 años; pero ésa no sería la primera vez que Lolita pisaría la penitenciaría: lo hizo por lo menos en tres ocasiones porque, como un amigo cercano le dijo, ella no sabía mantenerse callada.

Su oficio lo utilizó para favorecer a los de abajo, por eso las capas más castigadas de la dictadura fueron su material noticioso, pues gracias a ella se conocieron las condiciones de sobrevivencia en la que coexistían las personas sin posibilidades de alimentarse o vestirse junto a las fastuosas obras y cenas afrancesadas que ostentaba el presidente Díaz.

La Patria, de Irineo Paz, El Diario del Hogar, de Filomeno Mata, y hasta el Juan Panadero, de Remigio Carillo, fueron el foro donde Dolores levanto la voz y denuncio esas injusticias.

En 1911 Dolores reúne a los Miranda, de Guerrero, a los Magaña, de Michoacán, a los Gabriel Hernández, de Tlaxcala, y a representes de Campeche, Puebla y Distrito Federal para que, desde la Sierra de Guerrero desconocieran al dictador y le declaran la guerra al triunfo de la revolución armada de 1910.

Además de periodista, Lolita también alcanzó el grado de general brigadier con el ejército zapatista y, al lado de Vasconcelos, enlista las necesidades del pueblo mexicano, ignoradas en la redacción final de la Constitución Política de 1917 que nos rige hasta hoy.

El 15 de octubre de 1925, a la edad de 77 años Dolores Jiménez y Muro le pone fin a su agitada vida dejando un legado de lucha social que difícilmente puede ser ignorado, aun cuando ninguna placa o referencia en la historia oficial se lo reconozca.

       
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