La estrepitosa caída mundial en los precios del café, de 1981 a la fecha, ha provocado que cien millones de familias encabezadas por mujeres vivan en la miseria y que sus hijos no tengan acceso a la educación, a la salud y, aún más, ni para comer.
En un estudio de Oxfam Internacional titulado La pobreza en tu taza se dice que la oferta excesiva, el incremento de la producción y la demanda escasa de café han provocado el desequilibrio en los mercados.
Sobre todo a raíz de la salida de Estados Unidos del Acuerdo Internacional de Café (ICA, en inglés) en 1989, integrado tanto por los países productores como por los consumidores del grano de oro, los cuales regulaban los niveles de producción y definían las cuotas de exportación para los países cultivadores.
El acuerdo pretendía mantener un precio estable y alto dentro de los mercados internacionales de entre 1.20 y 1.40 dólares por libra, ahora los precios por quintal (60 kilos de café) son de 90 dólares mientras que el mercado lo paga entre 45 y 50 dólares: 45 por ciento menos.
Además, parte del acuerdo era evitar la sobreproducción, por lo que los países miembros de ICA se comprometieron a no exceder sus cuotas de exportación; situación que duró muy poco tiempo, pues los desacuerdos entre los integrantes provocó su ruptura y el fracaso definitivo del acuerdo en 1989, con lo que la regulación en los costos de producción se vio afectada.
Esto trajo como consecuencia que cuatro empresas monopolizaran el grano: Procter & Gamble, Sara Lee, Nestlé y Kraft, al mismo tiempo que los precios se determinaran en dos grandes mercados: en el de Londres y en el de Nueva York.
De tal forma que mientras Brasil y Vietnam están a la cabeza de la producción de café, Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón consumen la mitad de sus exportaciones mundiales.
LA MISERIA EN LOS CONTINENTES
Continuando con el estudio de Oxfam, los hijos de los agricultores han dejado la escuela porque la venta del café no deja para más: o comen o sufragan otros gastos; además de que esta situación ha provocado también la emigración de los hombres a otros países que les ofrezcan mas oportunidades.
Lo que hace que le dejen a las mujeres la responsabilidad de mantener a la familia y la del trabajo en las plantaciones de café. Por ejemplo, en el continente americano países como Guatemala, Honduras, Nicaragua y México tienen menos dependencia de las exportaciones, aunque para muchas de sus comunidades las ganancias por este producto básico sean vitales.
En Colombia, el segundo país más importante en producción de café, los ingresos obtenidos por el grano se utilizan para financiar escuelas y para la formación de campesinos; tomando en cuenta que 70 por ciento de su población vive en las ciudades y 30 por ciento en las zonas rurales.
En México el café es de gran importancia para 280 mil campesinos indígenas de los estados más pobres: Oaxaca, Chiapas, Veracruz y Puebla.
Los países africanos también dependen en gran medida de las ganancias de la venta de café. En Tanzania, por ejemplo, las ganancias que obtienen por él es sinónimo de índices altos de escolarización y niveles nutricionales elevados.
En Uganda, el sustento de aproximadamente cinco millones 138 mil habitantes (una cuarta parte de la población) depende del café exclusivamente; en Etiopía representa más del 50 por ciento de los ingresos por exportación que hasta 1995 ascendían a 372 millones de dólares, mientras que en Burundi, uno de los países más pobres que basa su economía en la agricultura y la producción de café, constituye más del 80 por ciento.
NI PARA COSTEAR LAS ENFERMEDADES
El estudio de Oxfam también señala que la crisis en el precio del café igualmente ha provocado que el acceso a la salud se vea mermado, pues si no alcanza para pagar un médico, menos aún las medicinas. Tal como lo expresa Mohammed Ali Indris, cultivador de café de Etiopía:
«De cinco a siete años atrás yo producía siete sacos de cereza roja (café sin procesar) y era suficiente para comprar ropa, medicinas, servicios y hasta para solucionar muchos problemas; ahora, aunque vendiera cuatro veces más, es imposible cubrir todos mis gastos.»
«Los gastos médicos son muy elevados, ya que ésta es una zona afectada por la malaria», continúa. «Como mínimo, un miembro de mi familia debe ir a un hospital cada año para que lo traten, y cada tratamiento cuesta seis dólares».
Continuamente los niños que trabajan en las plantaciones de café son expuestos a enfermedades respiratorias y dermatológicas; consecuencia de los químicos que manipulan, lo mismo que de los plaguicidas y de los insectos portadores de enfermedades.
SITUACIÓN EN MÉXICO
Según datos proporcionados por Gabriel Rodríguez, investigador de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, en México actualmente hay alrededor de tres millones de personas involucradas en la producción del café (entre productores y jornaleros): todas están siendo afectadas por la crisis en este sector.
En nuestro país, explica el sociólogo especializado en el cultivo del grano aromático, la mayoría de los productores de café son pequeños propietarios que reciben por su producto menos de la mitad de lo que les cuesta producirlo. Los costos por quintal (60 kilos de café) son de 90 dólares y el mercado lo paga entre 45 y 50 dólares, lo que significa una diferencia del 45 por ciento, indica.
Esta situación ha originado que muchos de los productores se queden con su producción de café –continúa el investigador–, lo que les implica pérdidas graves pues las plantaciones se llenan de plaga y muchos se ven obligados a cambiar de trabajo; situación nada fácil, enfatiza.
Para México, prosigue el especialista, ésta es la crisis más importante en la historia del café; sobre todo si tomamos en cuenta que las zonas cafetaleras coinciden con las zonas de pobreza, representadas por los estados de Chiapas (primer productor de café), Oaxaca, Veracruz, Puebla, Querétaro, Nayarit, Guerrero e Hidalgo.
México, como otros países, finaliza Gabriel Rodríguez, está siendo víctima de la falta de organismos o políticas reguladoras de la producción de café en cuanto al consumo; nosotros ocupamos el lugar 25 o 26 pero sólo consumimos 20 por ciento de lo que producimos: situación que empeora el panorama porque lo que consumimos es agua para nescafé, no el grano como tal.
LAS MUJERES Y EL CAFÉ
De acuerdo al estudio de Josefina Aranda Bezaury, La mujer campesina en México, en Oaxaca, el tercer estado productor más importante de café, 80 por ciento de la población (3.3 millones de habitantes) se dedica al cultivo del café; lo que quiere decir que alrededor de 58 mil familias dependen directamente de este cultivo.
Debido a la crisis en los precios del café que abarataron su costo, lo que se vende no es ni la mitad de lo que cuesta producirlo, por lo que los precios bajos no permiten la contratación de mano de obra; de ahí que la participación de las mujeres y los niños cobre vital importancia en las plantaciones de café.
Para Bezaury, el incremento de la ocupación de mujeres y niños en las plantaciones de café se debe al deseo de sustituir la contratación de jornaleros que hacían labores de limpia, podas y recepas; labores que se consideran pesadas y que en otros años eran exclusivas de los hombres pero que ahora se han convertido en tareas de ambos sexos.
No obstante las mujeres no sólo participan en labores de recolección y de limpia, sino que también están al cuidado en muchos de los casos de las plantaciones; además, claro está, del trabajo que hacen en el hogar.
Pero las mujeres se han organizado a tal grado que en Oaxaca, por ejemplo, desde 1992 se han agrupado en organizaciones para hacerle frente a la crisis cafetalera buscando otros ingresos para subsistir junto con sus familias; tales como cultivo de hortalizas para el autoconsumo o la adquisición de molinos de nixtamal comunitarios.
UN PANORAMA DESALENTADOR
Mientras no haya un órgano que regule las exportaciones y los precios en el mercado, los productores no podrán recuperar lo que invierten en costos de producción; lo que los obligará, como en Colombia, a cambiar de cultivo por otro que sí deje ganancia: como la coca, por ejemplo.
En la situación específica de México esto ya ha provocado que los varones se vayan a Estados Unidos y dejen a sus familias, situación que perjudica sobre todo a las mujeres.
Ante ello, las mujeres se ven obligadas a buscar otras opciones de trabajo para mantener a su familia, ya sea como empleadas domésticas, como vendedoras ambulantes o como maquiladoras, donde trabajan más, les pagan menos y todavía tienen que atender a sus hijos: una doble jornada de ninguna manera bien remunerada.
Para colmo, sus hijos se tienen que incorporar al trabajo por lo que descuidan la escuela; de tal manera que en este sector de la población los índices de analfabetismo sean muy altos: sobre todo en las mujeres, pues las niñas se quedan a cargo del hogar y del cuidado de los hermanos hombres, a quienes se les da preferencia para estudiar.
Y todavía más: la liberalización de los mercados ha agudizado la crisis del campo, lo que lo hace poco atractivo para los campesinos.
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