Probablemente uno de los rezagos de las organizaciones y movimientos sociales de mujeres sean los balances. Hasta ahora no existe, por ejemplo, un documental suficiente sobre las experiencias, ni una historia integral del movimiento feminista y sus logros en los últimos 30 años. Son pocos los foros de reflexión colectiva. Tal vez hay libros, historias de grupos, pero no espacios para pensar en conjunto, para juzgarnos, para dar y escuchar cuentas.
Este vacío puede ser grave porque no hay forma de comparar, de hacer balances, de rendir cuentas, aún entre las integrantes de esos grupos. Tal vez por ello haya sido tan importante la jornada para celebrar los 25 años del Grupo de Estudios sobre la Mujer «Rosario Castellanos», de Oaxaca.
Primero fue Margarita Dalton, una de sus fundadoras, la encargada de contarnos coloquialmente cómo un grupo de amigas decidió asomarse a los temas profundos del feminismo y cómo fueron de tarde en tarde profundizando sus reflexiones hasta concebirse como eso, un grupo de estudios que ahora tiene una estupenda casa para las mujeres de Oaxaca.
Lo trascendente fue que hicieron un foro, una jornada, para que sus colegas feministas, de hace 25 años la mayoría, contaran en su especialidad qué ha sucedido desde su perspectiva y a través de los ojos de su especialidad.
Y bueno. Felicidades por este balance. En pocas palabras han sucedido muchas cosas, quizá lo más importante ha sido la creación de una cultura feminista, basada en nuevos conocimientos que han trascendido en la vida de millones de mujeres. De esa transformación, de esos cambios, no parece haber duda. Y todas hicimos ese recuento positivo.
Sin embargo, este ejercicio permitió, a las que fuimos invitadas, darnos cuenta de que la condición social de las mujeres ha sufrido cambios importantes, pero que hoy se diluyen en un mundo que ha perdido los referentes fundamentales y humanos.
Hablaré sólo de tres cosas que ahí fueron debatidas:
El trabajo. Hace 25 años aún pedíamos la oportunidad de trabajo para las mujeres. Hoy somos más de 35 por ciento de la fuerza laboral mundial. Sin embargo, las mujeres están en las peores labores, siguen segregadas y encima han sido la piedra de toque para la transformación productiva que ayudó a la destrucción de los sindicatos. Los desafíos, diría esa tarde Josefina Aranda, son grandes, en lo concreto y material y en la explicación teórica también.
La salud. Hace 25 años empezamos a explorar nuestro cuerpo, a conocerlo, empezamos a hablar del derecho a controlarlo y disfrutarlo. El balance indica que se han nombrado los derechos sexuales y reproductivos, que los conocemos y luchamos por ellos. En la práctica, resultado de la pobreza, la profundización de la desigualdad y la injusticia, es que cada minuto muere una mujer por razones ligadas a la maternidad, que sabemos que mil quinientas o sea casi cinco diarias mueren por abortos clandestinos mal practicados en México y que la desnutrición de las mujeres hace de los nuevos nacimientos, con frecuencia, una tragedia, porque los nuevos seres humanos ya nacen con esa desnutrición.
La igualdad. Es cierto, fuimos a las universidades, aprendimos a levantar la voz por nuestros derechos, hemos estado insistiendo en tener igualdad y equidad. Pero lo que no pudimos detener es este proceso que ha abierto graves diferencias entre los humanos, entre los pueblos y comunidades, entre los pobres y los ricos, que impiden, en la práctica cotidiana, que las mujeres gocen de sus derechos, esos que conocemos con suficiencia gracias, entre otras cosas, al desarrollo del feminismo internacional y de la reflexión de grupos como el «Rosario Castellanos», allá en Oaxaca.
Finalmente, el ejercicio permitió mirar los nuevos desafíos, que en nuestro país tienen nubarrones negros. La derecha institucionalizada pretende borrar esos derechos que apenas apuntamos, la visión estrecha impide reconocer los avances y algunos pactos firmados. Y lo que es peor, hay una ceguera preocupante respecto al rezago mayor, más terrible de la situación de las mujeres: la violencia y su impunidad.
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