Al principio, en la década de 1970, en la época conocida como «la guerra sucia», solo eran 12 mujeres que, desesperadas por la desaparición de sus hijas e hijos, unidas por la angustia y envalentonadas porque ya no tenían qué perder, se atrevieron a reunirse y a preguntar por familiares en las oficinas públicas Argentinas sin que nadie les diera información.
Estas mujeres serían conocidas en el mundo como las Madres de la Plaza de Mayo, las mismas que aún se reúnen los jueves a las 15:30 en la Playa Mayo de la ciudad de Rosario, en Argentina y marchan para demandar a las autoridades que encuentren a los desaparecidos o les informen cuál fue su destino.
Con el tiempo dejaron de buscar a sus hijas e hijos, ahora buscan a sus nietas y nietos, los mismos que la Operación Cóndor les arrebató y entregó a los militares verdugos y torturadores de sus madres y padres.
La única esperanza de las Abuelas de Plaza de Mayo de encontrarlos y saber que son sus nietas y nietos, se cifra en una prueba de ADN, que analiza el material genético contenido en la sangre de las abuelas y de las nietas y nietos.
La posibilidad de encontrarlos no sería posible sin la investigación desarrollada hace 40 años por Rosalin Franklin y sus colegas James Watson y Francis Crick, sobre el ADN que les valió ser reconocidos con el premio Nóbel de Medicina en 1962.
Rosalin Frankin nació en Londres, Inglaterra, el 25 de julio 1920, en una familia de banqueros judíos, lo que le permitió educarse en los mejores colegios de Londres.
A los 15 años de edad, Rosalin determinó que sería científica, su carácter impaciente y su razonamiento lógico y preciso la llevaron a presentar y aprobar el examen de admisión de la Universidad de Cambridge a los 18 años.
Su padre se opuso a que ingresara a la universidad por el hecho de ser mujer, sin embargo su madre, que había participado en el movimiento sufragista inglés la apoyó, lo que llevó al padre a negarse a pagar sus estudios.
La intervención de su tía paterna, quien se ofreció a aportar el dinero para que Rosalin estudiara, llevó finalmente a su padre a aceptar que la joven fuera a la escuela.
La guerra estalló en Europa cuando Rosalin cumplía 19 años, a pesar de ello permaneció en Cambridge y se graduó en 1941. Entonces comenzó a trabajar en su tesis doctoral sobre la naturaleza del carbón mineral y del carbón de leña y cómo utilizarlos lo más eficientemente posible.
Sus descubrimientos generaron la creación de fibras de alta resistencia al carbón, utilizadas en plantas de energía atómica como barras de grafito.
A los 26 años inicio la investigación en la difracción de la radiografía, con el objetivo de usar radiografías para crear imágenes de cristales sólidos. Comenzó el uso de este método para analizar la compleja organización de las moléculas biológicas grandes, lo que más tarde la llevaría a compartir sus conocimientos, con James Watson y Francis Crick.
En su camino hacia el Nóbel de Medicina Pero Rosalin tuvo que enfrentarse al ambiente excluyente del King’s College de Londres. Las investigadoras tenían prohibido compartir el comedor a la hora del almuerzo con su colegas varones.
En esa institución Rosalin concretó la investigación que más adelante la llevaría a conseguir el reconocimiento más codiciado del mundo.
Cuando ingresó a esa institución, Rosalin fue asignada a trabajar en equipo con el científico Maurice Wilkins, quien la trataba como subordinada, relación que nunca agrado a la joven científica.
Sus avances en la investigación fueron compartidos por Wilkins con Watson y Crick, de la universidad de Cambridge, sin el consentimiento de la científica, lo deterioró su relación.
Watson y Crick habían iniciado investigaciones pioneras sobre los rasgos hereditarios de las células vivas y la información de Rosalin complementó su teoría publicando la estructura propuesta de la ADN en marzo de 1953.
La discriminación con que era tratada y la nula confianza en su colega Wilkins llevaron a Rosalin a buscar otra opción, por lo que se trasladó a trabajar en la universidad de Birkbeck en Londres. Ahí coordinó su propio grupo de investigadores.
Pero el King´s College la dejó marcharse con la condición de que no continuara sus investigaciones sobre el ADN.
Eso la llevó a volver a sus estudios sobre el carbón y a centrar su atención en los virus, tema sobre el que publicó 17 investigaciones en cinco años. Los avances de su equipo de trabajo dieron como resultado la Fundación para la Virología Estructural de Londres.
Mientras tanto, Rosalin enfrentaba a nivel personal una dura batalla contra el cáncer de ovarios que le fue detectado en 1956 en una visita a Estados Unidos.
Continuó trabajando durante los siguientes dos años, lapso en el cual fue sometida a tres intervenciones quirúrgicas y se le aplicó quimioterapia para combatir el mal, Rosalin Franklin murió el 16 de abril 1958 a los 37 años dejando inconclusa su investigación sobre la Poliomelitis.
EC/MEL
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