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La Justicia en manos del dinero

Por Marta Guerrero González

No sólo la guerra se mueve por intereses económicos, nuestro sistema de justicia es el mejor escaparate para comprobar la fuerza de Don Dinero. Los jueces, los defensores de oficio, el Ministerio Público, la policía Judicial y de ahí para arriba.

En el marco ideal de impunidad que impera en nuestro país, es muy difícil encerrar a alguien, por lo menos a los personajes que cuentan con fortunas estratosféricas o con la fuerza de un sindicato o el respaldo del poder político.

Pero cuando por fin se consigue atrapar a un pillo, resulta que el juez después de una apelación rectifica la sentencia y otorga penas muy blandas e insuficientes para los profesionales del crimen.

Es el caso de muchos de los secuestradores y de los asesinos de los desaparecidos en Guerrero siempre bajo los mismos argumentos. Que siempre no fueron tantos muertos; que el secuestro de dos se toma como de uno, que si las gangas de principios de año, que si atenuantes insulsos y estólidos, dejan libres a violadores reincidentes, roba coches y asaltantes.

Nuestras instituciones se desvirtúan con las malas prácticas. Nuestros jueces son carne de cañón para los sicarios del narcotráfico. Con diez mil pesos se puede comprar a un juez para que rectifique una sentencia, para que el Ministerio Público no apele y para desmoralizar a las víctimas y a sus familiares.

Con cien pesos se pierden las notificaciones, los citatorios, se enferman los licenciados y desaparecen los expedientes. Con cien pesos. La crisis pega donde quiera, ya ven que sigue la moda de «la familia pequeña vive mejor».

Una boca menos se consigue por medio de la asfixia. Se asesina a las hijas, a las madres embarazadas, a las jóvenes en Juárez. Impunidad el mejor aliciente para el criminal.

No olvidemos que en los Congresos estatales y en el de la Unión se dan o se pueden dar cita cualquiera que sienta inminente su vinculación con los narcotraficantes, con el lavado de dinero, con la corrupción.

Y mientras todo esto ocurro las dos cámaras del Congreso son la base que nunca se quema. Primero prescribe el delito antes que ocurra el desafuero de algún legislador. Son un vientre materno, la cueva donde algunos se esconden.

En este tema como en el de los jueces, valdría la pena la figura de un Ombudsman con la autoridad de enmienda y los instrumentos para hacer validar su dicho. Suecia y muchos otros países cuentan con estos hombres y mujeres controladores de la política y justicia.

Las víctimas no sólo están indefensas durante el delito, lo están aún pero manera distinta delante de la Justicia, porque sabiendo que compraron al juez, que ya hubo mano negra, que ya valió sombrilla, nada pueden probar más que su impotencia y desolación.

Estamos muy lejos del cambio, continúa el flujo de billete. No hay valor más poderoso sino el dinero. El submundo nos alcanza, no perdamos el miedo, la cloaca no ha sido cerrada.

MGG/MEL

       
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