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Camille Claudel, la pasión hecha escultura

Por Erika Cervantes

Muchas mujeres creadoras han sido opacadas por la sombra de sus compañeros sentimentales, a muchas se les ha reconocido en la historia como la esposa, amante o compañera sentimental de otros creadores soslayando su talento artístico, así la escultora italiana Camille Claudel, pasó a la historia como la amante de Agusto Rodin.

Sin embargo Camille revolucionó la expresión escultórica al ser una de las pocas mujeres escultoras de la su época, a fines del siglo XIX, que tuvo acceso a modelos desnudos, lo que habría de costarle la indiferencia hacia su obra que fue calificada como arte menor frente a la escultura de su maestro y amante Augusto Rodin.

Camille Claudel nació en Fère-en-Tardenois en Aisne, cerca de Paris, en 1864. Su padre Louis-Prosper Claudel y su madre Louise. Era la segunda de cuatro hermanos de una familia burguesa francesa. Su hermano Paul Claudel, un respetado poeta y escritor católico que llegaría a diplomático francés, fue su mejor ayuda y amigo.

Desde temprana edad Camille demostró poseer un talento natural para el arte en general, siempre se inclinó más por los aspectos táctiles y desarrolló todo ese talento al realizar esculturas que revolucionaron el arte del momento.

A Camille le costó mucho esfuerzo que sus padres aceptaran su vocación en un tiempo en que las cosas no eran fáciles para una mujer, menos si pretendía ser artista y aún peor si se inclinaba por la escultura.

Entre los cinco y los 12 años de edad, Camille recibió la educación de las Hermanas de la Doctrina Cristiana. Luego su familia se mudó a Nogent-sur-Seine, un pueblo cercano a París, donde vivían dos importantes escultores de la época; Alfred Boucher (1850-1934) y Paul Dubois (1829-1905).

Es entonces que ingresa a la Académia Colarossi, una de las mejores de Francia y una de las pocas que aceptaban mujeres. En el año 1881 su familia se va a vivir a Paris y allí conoce al escultor Alfred Boucher. Éste descubre su gran capacidad para la escultura y la anima a seguir por ese camino. Camille se instala en un estudio independiente con otras mujeres donde daba clases Boucher.

En 1882 Boucher gana el premio de Roma y se va a Italia, y el taller pasa al escultor August Rodin, el más importante de la época, quien comienza a supervisar su trabajo. Camille se enamora de Rodin al poco tiempo de conocerlo.

Camille deslumbró a Rodin con su obra, al ver sus esculturas en yeso descubrió en ella un alma gemela, alguien que como él vivía por y para los perfiles. Alguien que se zafaba del academicismo para liberar las figuras, dotarlas de movimiento y emoción, transformando poses clásicas en nuevas formas de poderosa vitalidad.

Dos años después de conocer a Rodin, en 1884, comenzó a ser su ayudante en el estudio para poder aprender más sobre la escultura. La joven continuó viviendo en casa de sus padres hasta 1888, momento en que se mudó a un lugar cercano al estudio de Rodin.

La única mujer entre sus alumnos rápidamente se convirtió en objeto de guiños y sonrisas, desde que se hizo evidente el magnetismo que ejercía sobre el maestro. Su rostro, su talle, sus formas, pronto fueron reconocibles en sus esculturas, para escándalo de su familia.

A la edad de 22 años Camille inició la exposición de sus esculturas pero siempre llegaban a sus oídos los comentarios de quienes veían detrás de sus desnudos la mano del maestro, no la creían capaz de crear por sí misma.

Pese a las palabras del artista Camille se sentía humillada, oscurecida por el genio de su mentor; quería demostrarse a sí misma y a los demás que era una mujer, sí, pero también una gran escultora.

Y en 1893 después de 15 años de relación Camille decide terminar con Rodin al percatarse que su amor nunca sería correspondido con la misma intensidad e inicia su carrera artística sola y lejos de su maestro. Camille se dedicó entonces a la escultura de manera frenética, y se aisló cada vez más.

Participó en varias exposiciones de galerías importantes pero no salía de su cuarto donde se dedicaba a esculpir encerrándose en su casa con sus gatos, y con llave puesta en las puertas y ventanas, en acto de inaudita desesperación.

Su situación económica se complicó y al poco tiempo empezaron a aflorar muestras de problemas mentales. Finalmente enfermó, tanto que en diciembre de 1905 se organizó en París una última gran exposición con 13 de sus esculturas.

Se volvió una paranoica e insistió en que Rodin la quería destruir y que la perseguía. Empezó a tener problemas con las Galerías al no entregar las obras. El problema no era que no realizara las obras sino que una vez acabada la escultura la destruía. Comenzó a sentir miedo, apenas comía por temor a ser envenenada y destruyó a martillazos sus propias obras.

Por ello fue internada en un hospital psiquiátrico donde le diagnosticaron paranoia en 1914. Habría de pasar 30 años en ese sanatorio, años en los que estaban prohibidas las visitas y también que se desahogara creando esculturas.

La soledad y su odio por Rodin fueron sus compañeros durante su encierro, con el que pagó amar a un hombre mayor y ser una talentosa artista.

Camille llegó a escribir: «En el fondo, todo eso surge del cerebro diabólico de Rodin. Tenía una sola obsesión: que, una vez muerto, yo progresara como artista y lo superara; necesitaba creer que, después de muerto, seguiría teniéndome entre sus garras igual que hizo en vida».

El 19 de octubre de 1943 Camille muere en el sanatorio de Montdevergues «por haber tratado de ser Camille y mujer, Camille y artista, Camille y amante y libre», como ella misma describe su confinamiento.

2003/EC/MEL

       
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