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Prostitución y periodismo en La Habana

Por Mariana Ramírez Corría

La ficción se apropió de las historias reales y crudas del ejercicio de la prostitución en Cuba desde tiempos muy remotos, en una tendencia que ha llegado hasta nuestros días.

Además de relatos tan conocidos como la novela Las Impuras, de Miguel de Carrión, escrita a principios del siglo pasado, otros casos menos populares han dejado su impronta en la caricatura, el periodismo y la literatura.

Quizás uno de los más interesantes sea La Cebolla, un periódico editado en la isla a finales del siglo XIX, creado y producido por las prostitutas de La Habana.

Identificado como Periódico Ilustrado del Partido de su Nombre, da a entender la capacidad y el poder que tenía el ejercicio de la prostitución en la época, según historiadores.

Más de un siglo después el libro Trilogía Sucia de La Habana –aún no publicado en Cuba- asume como escenario e hilo central de su trama el mundo de lo marginal en La Habana y devuelve la prostitución y «otros demonios» al protagonismo literario.

Publicado por la editorial española Anagrama, su autor, Pedro Juan Gutiérrez, periodista de profesión, cultiva lo que muchos han denominado realismo sucio y sus personajes luchan cada día por sobrevivir entre mendigos y borrachos, prostitutas y pícaros.

A juicio del propio autor, este libro es prácticamente autobiográfico. «Era un pedazo de mi vida», dijo.

LOS PROSTITUTOS

Y en esta narración de lo vivido aparece una actividad, devenida personaje de algunos de los relatos, de la cual no se habla mucho en la Habana: la prostitución masculina.

Muy poco estudiada y prácticamente silenciada, se puede afirmar esta forma de prostitución está bastante extendida, sobre todo en la capital de la isla.

Ejercida generalmente por hombres muy jóvenes, complace a clientes de cualquier sexo y edad y no reproduce del todo, al parecer, las herencias patriarcales.

El prostituto, que no es exactamente lo mismo que el jinetero, puede lo mismo seducir a una anciana con poder económico, aunque sea cubana, y entonces comportarse como el macho típico, o complacer los requerimientos de un turista homosexual.

En su libro, Gutiérrez refiere con toda crudeza algunos casos de este llamado por algunos «nuevo negocio».

«Cuando yo empiezo a escribir la Trilogía necesitaba una catarsis y por eso esos cuentos son tan duros», asevera.

«Son todas las cosas que me iban sucediendo a mí, que iba viendo en este barrio, algunas cosas no me sucedían pero les sucedían a los vecinos, a la vecina de al lado, y todo eso lo fui incorporando diariamente, elaborándolo y reelaborándolo.»

«A veces estaba 15 ó 20 días trabajando un cuento, un cuento que en el libro son tres páginas eran 15 ó 20 días de trabajo. Pero la materia prima iba brotando casi sin buscarla. Todos son personajes reales, yo lo único que hago es cambiarles los nombres a la gente».

EL SEXO COMO VISA DE SALIDA

La palabra jineterismo se puso de moda en Cuba a finales de la década de los 80 e inicios de los 90 de la pasada centuria, para definir a las personas que corrían tras los extranjeros intentando comprar dólares, moneda que estuvo prohibida en Cuba hasta 1993 pero que era la única vía de acceso a determinados bienes.

Con el resurgimiento de la prostitución, las personas que empezaron a cambiar favores sexuales por un regalo, una noche de baile en un cabaret o unos cuantos billetes verdes, se llamaron a sí mismas «jineteras» y «jineteros». Pasada casi una década, la mayoría de las prostitutas y prostitutos cubanos siguen viéndose a sí mismo como luchadores.

A diferencia de la prostitución en la mayoría de los países del mundo, las personas que se dedican al viejo oficio en Cuba ofrecen su afecto y compañía sin límites, en lugar del placer sexual durante un tiempo limitado y una tarifa preestablecida.

Para ellas, cada extranjero/a con dólares es una posible relación duradera, que puede extenderse a toda la estancia del turista en Cuba, mantenerse después por correspondencia y convertirse, a la larga, en una posible visa de salida del país.

La prostitución no suele ser una opción única para las personas que se dedican a ella. Varios estudios realizados demuestran que muchas no acuden por necesidades económicas reales, sino para independizarse de sus padres y vivir una vida relajada, sin preocupaciones, ni obligaciones.

Al mismo tiempo, la crisis económica que enfrenta la isla desde 1990 ha hecho que los dólares que entran a una familia por la prostitución de sus hijos suela ser bien recibidos por los padres que muchas veces optan por evadir la responsabilidad haciéndose de la vista gorda para ni enterarse de donde salió el dinero.

Para muchas y muchos, el jineterismo es la manera de realizar sus sueños, que poco tienen que ver con una aspiración intelectual o laboral. Más que un príncipe o princesa azul que los salve, buscan a alguien que se case con ellas/os y les garantice una vida más placentera en un país donde el capitalismo les brinde «todas las maravillas» que jamás podrán tener en la isla de régimen socialista. En ese camino, afirman, los turistas italianos son el mejor mercado.

En el libro Cuba: Jóvenes en los 90, publicado en 1999 por el gubernamental Centro de Estudios sobre la Juventud, se afirma que, según declaración de las propias muchachas, el resurgimiento de la prostitución responde a que «es el medio que han encontrado para de forma rápida satisfacer sus necesidades económicas y las de su familia» pues «la cantidad de dinero que se obtiene a partir de este tipo de práctica sexual es superior a aquella que se percibe a través del trabajo».

Así, añade el texto, «la prostitución reaparece en Cuba como elemento de acceso a un espacio de consumo al cual es imposible llegar por las formas tradicionales o socialmente legítimas».

En la isla, donde hay una lista importante de artículos de primera necesidad que sólo se pueden adquirir en la moneda estadounidense, el salario medio es de unos 270 pesos mensuales y el dólar se cotiza a 27 pesos cubanos en las casas de cambio abiertas por el Estado.

2003/MRC/MEL

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