Lo mejor de ser mamá, no son los festivales escolares, con sus lacrimógenas declamaciones en donde se enaltece la maternidad como único destino posible y el sacrificio como única cruz admisible.
Lo mejor de ser mamá, no son los anuncios comerciales que promueven la venta de toda clase de instrumentos de trabajo dirigidos a una mujer que para ser dibujada como reina es tratada como vasalla.
Lo mejor de ser mamá, no son los discursos oficiales, frecuentemente largos y cursis en donde tras ponernos en un pedestal se nos confina a permanecer en el hogar, sin más justificación que una inventada misión natural.
Lo mejor de ser mamá, no son las exaltaciones de perfección materializada, de paciencia inverosímil, de prudencia encarnada, de adivinadora de penas, de sanadora de fracasos, de dadora sin fin de abrazos.
No. A mí la declamación me incomoda, el anuncio me molesta, el discurso no me cuadra, la exaltación me sofoca.
Lo mejor de ser mamá es que fue decisión y no misión, fue elección y no destino.
Lo mejor de ser mamá fue atestiguar la inconcebible transformación de mi cuerpo, la torpeza de mis movimientos, las insospechadas sensaciones internas, la amorosa presencia de mi compañero.
Lo mejor de ser mamá fue mirar su primera mirada, guardar su primera sonrisa, acurrucarlos en mi pecho y querer eternizar el momento, arrullar en el silencio y saber que ése era un momento perfecto.
Lo mejor de ser mamá es verlos crecer, verlos descubrir horizontes y acompañar sus primeros vuelos, verlos reír y encontrar ahí la mitad de mi cielo.
Lo mejor de ser mamá es que no me subo a ningún pedestal, ni espero honores, ni me deben sacrificios, ni extiendo pagarés cobrables en mi vejez.
Lo mejor de ser mamá ha sido redescubrir el mundo de su mano, irnos conociendo mutuamente paso a paso, aprender a equivocarnos y perdonarnos, sabernos imperfectos y no culpabilizarnos, por todo y a pesar todo amarnos.
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*Articulista y Periodista de Quintana Roo
2004/GV/SM